Noche de caló en Cañatos
A porta gayolas estaba Cañatos rodilla en
tierra sobre el albero de su idiosincrasia, con estoicismo y tenacidad en la
raya del ocaso, la vista fija sobre el portón de aquel chiquero abrasador de la noche veraniega, por donde al ruedo
astigitano se anunciaba aparecer al “Miura de la caló”.
Las altas temperaturas de un más que sofocante día perduraban en el
ambiente y el sol, cual victorioso Cid Campeador, seguía ganando batalla horas después de haberse ido, dejando como huella
indeleble en su discurrir por todo Cañatos, un nuevo campo de batalla, donde la
reconciliación con el sueño y el descanso sería poco menos que una quimera.
Del allá de los confines del Viso y el Cerro Perea, sonaban clarines del ocaso dando el aviso de que la noche ya andaba cerca y el Sol, en su innegable afanar por las ascuas, sin tregua ni pausa dejaba semblanzas y cual cometa encendido camino
de Lora, lamiendo horizontes dejaba
deberes su fuego de cola.
De buena mañana llegó dando aviso
sujetando voluntades, fuerzas y ganas; no habría perezas en los armarios que no
salieran y todo brazo quedó caído sin
fuerza alguna para moverse y en el momento de la siesta, “hora sexta” post-salmorejo
y porrón a mano, donde a “tente bonete” dejaría el ambiente llegando hasta el
cenit de aquel verano.
A través de la celosía de aquella ventana que es la gracia cañatera, donde
pueblan geranios y malvas chinas marcando la linde como un fielato, “pájaros
fritos” de algún tejado los pobrecitos todo asfixiados se vieron bajar y
sobre el empedrado que eran “Parrillas de un San Lorenzo”, dieron la
muestra más que evidente de la “tragedia” y el descontento; pararon relojes marcando el tiempo y en su desdicha solo el momento quedó fijado de aquella
asfixia.
Con el meneo del abanico, cruje la vieja silla con culo de enea,
restregones de salmorejo por los hocicos…
risas de niños, canto de grillos mientras el gato ronronea y en la cal
de la vieja pared, allí pegadito a las tejas, el farol deposita su luz que es
“tienda de pan” donde buscan sustento
salamanquesas. Perfumes de azucena, de jazmín, dama de noche y hierbabuena, se entre mezclan con el olor del
albero que se regó por la puerta de la taberna y en los labios, la sal de las
papas fritas y el amargor de la espuma blanca de una buena cervecita.
Por todo lo alto del firmamento, de seda en blanco pidiendo paso entre
luceros llegó la Luna y en su abaniqueo
de luces llena, larga cambiada de aquellos brazos con torería quitando penas,
más a una mano con gallardía lanzó a los vientos y fue vertiendo con alegría
luz a raudales, a la presidencia, la debida
pleitesía. Con su peina por montera pasó orgullosa, mil luceros la seguían; por el
albero niños que no dormían, “picaores” que eran mosquitos hacían aquel
paseíllo y hasta el “Loco del amoto, pa rompé la güena harmonía” que a gorrazos
monosabios silenciaban hasta donde podían; desfilaron todos juntos dando cuenta
ante la Fuente del calor tan insistente que
en Cañatos hacía.
El silencio de La noche se fue
estirando y el calor ¡Ay el calor! Medio
cansado y casi dormido, que no perdido, quedó a la espera de un “Nuevo
Sol”
Montero Bermudo, cañatero por la gracia
de Dios. 2.016
Andaluz eres un artista, sin estar en tu pueblo me trasladas a él.Eres muy grande.
ResponderEliminarAndaluz eres un artista, sin estar en tu pueblo me trasladas a él.Eres muy grande.
ResponderEliminarGracias por tus consideraciones. Siento mucho que tú no seas de Cañatos... sería completo.
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