campiña ecijana

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viernes, 20 de mayo de 2022

Donde caigas, así te irá


 

       Un canasto de caracoles…  hacinados y sin libertad, lo mismo que muchas personas.

      Colgado bajo el brazo de un jubilado, el que en sus ratos libres se ejercía en alguna actividad y de paso mantenía costumbres y tradiciones que le habían sido transmitida en la cultura de nuestro pueblo; un buen porte de caracoles bajaba por el camino del Físico subidos en un canasto. Era primavera ya bien metida en “hervor” … caracoles de “los chicos” (como una de las “remúas” de Confalón) que, asomados los que podían al borde de aquel utensilio de mimbre viajaban a un punto desconocido, en el que se las verían con lo calentito de un agua en la olla y sus respectivos aliños, previo a un buen “flete” por lavado…  bueno, esto ya será más adelante, a lo que vamos. Los que quedaban en el interior, debajo de una inmensa “muchedumbre” que les tapaban cualquier posibilidad de asomar la gaita, calladitos y a ciegas se paseaban hacia el mismo incierto destino, menos algunos quizás con algo de suerte, que al tocarles rondando el perímetro podían extraer el pescuezo por el calado de las varillas, respiraban hondo estirando sus carnecitas en una lucha interminable buscando esa libertad que no existe; el lastre de sus pertenencias algo más voluminoso y siempre pesado no les permitía acceder al espacio abierto (lo mismo que a muchas personas) y vivir en lo suyo al dejarse caer hacia un suelo que veían pasar sin consideración alguna.

      Se habían criado por las cunetas de aquellos caminos, entre: el Físico, La Palmera, La Prensa Vega, Cantarranas…  en la herbácea de un territorio rico en cuyo subsuelo existe un manto de agua que desde las puertas de Cañada del Rosal a Mochales y la Argamasilla nutre del vital elemento los contornos. Las pitas, el ramaje y troncos secos que fueron su aposento quedaban atrás, mientras ellos incrédulos, viajaban haciendo sus cavilaciones:

     ¿Dónde iremos? Se preguntaban algunos estirando la gaita al tiempo que hacían reconocimiento visual en el aire con sus cuernecitos, donde tienen colocado los ojos.

     Tú de momento aprovéchate y disfruta, la vida es un “mataero” y ahora por lo menos te llevan de paseo ¿Qué más te da? Respondía otro, dueño del cúmulo de paciencia más grande del mundo y conformista con lo que fuera. Piensa en esos que van ahí debajo “machacaos” con todos nosotros encima y sin poder moverse…   menos da una piedra, remachaba

      Pues ¿Qué quieres que te diga? Yo tampoco veo esto normal, comentaba otro muy atrevido haciendo filigranas en el mismo filo del canasto y mirando alrededor retorciendo el cuerpo y ojeando un horizonte que le diera pistas.

      Sobre ellos, un puñado de hinojo fresco había puesto este hombre como “distracción” o tapadera, con el “noble” propósito de llevarlos entretenidos y que no se fueran del canasto. La unión hace la fuerza y a base de mucho meneo entre unos y otros levantaban la parva y entremezclándose con las ramitas perfumadas del hinojo salían a flote con facilidad.

       Yo no quiero ser pesimista, pero a mí esto no me huele a nada bueno, ahí en las pitas y todos esos padrones estábamos bien y no sé por qué tengo que trasponer a: sabe Dios dónde, y sin que nadie me dé explicaciones, comentaba uno algo enfadado. Era de esos con mal carácter y se rebelaba enseguida (“pone leyes” les llaman a estos) pero aquí poco se podía hacer, el destino los llevó, o los llevaba, del brazo de aquel que, sobrado de poder había decidido hacer con la vida de aquellos infelices, su distracción y un encuentro o rito gastronómico con la familia reunida.

        Mientras unos y otros escamados y preocupados conversaban y hacían cábalas sobre su futuro inmediato, iban de aquí allá arrastrando sus cuerpecitos y tirando de la concha como podían (lo mismo que muchas personas) los unos sobre los otros y sobre toda la superficie del canasto, hasta llegar a sobre pasarlo y salirse por los bordes…   se les hizo la oscuridad o el eclipse de pronto, una inmensa mano sobrevoló a ras de canasto y en un santiamén: rodando, revueltos, patas arriba y sin miramientos, todos dieron en juntarse nuevamente dentro del mismo.

            “Quilloooooo…   un poquito de cuidao humío” que nos vas a matar, protestó uno de aquellos moluscos preocupado por la descomposición de su figura. Era presumido y coqueto, tenía una concha rubia de nácar con su espiral blanca y un finísimo hilo de un tono café subido que lo hacía digno de cualquier protesta; al ser muchos de familia compartían el pelaje, pero este por finura destacaba….

        ¡Vaya tela nene! A ti los modales se ven que nadie te los enseñó… ¿Estos son formas? Protestaba otro y gesticulaba enfadado patas arriba y enterrado en babas de los demás, mientras luchaba por incorporarse. Cada uno expresaba su descontento mostrando su incomodidad con el trato, que ya sumaba al hecho en sí, de encontrarse en aquella situación a la que no veían justificación. Los caracoles, como cualquier ser vivo, en cuanto se ponen a cavilar se dan cuenta de que alguien por encima, que siempre los hay, te lleva a su terreno por obligación y cuando lo decide. La fuerza, la situación, el poder… el sino y las ventajas que tú no tienes, la utilizan ellos para esclavizarte, donde te sacaran el fruto del trabajo, tu libertad, tus ideas y la misma vida llegado el momento…   (lo mismo que a cualquier persona).

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         Tres días largos colgados en una galería a la sombrita todos juntos llevaban ya, ahora en una bolsa de red y en ayunas. Quien disponía y tenía el mando, había previsto así para que se purgaran y expulsaran cuanto tuvieran dentro de sus cuerpecitos. En el trasiego del canasto a esa especie de saco calado los hubo que en su mala suerte caerían nuevamente en medio del montón, otros repetirían lugares de “privilegio” y aún dentro de su incomodidad, disfrutaban de aire y de luz…   como les pasa a muchas personas.

        ¿Y éste, que nos quitó los hinojos y no se acuerda de poner nada de papeo …? Se lamentaba otro entre tantos.

        ¿Tú no has escuchado algo de: no sé qué de ayuno? Le respondería otro de esos que siempre andan atento, desde la otra orilla de la bolsa

          ¿Qué estás diciendo chaval? ¿No irán a hacernos ningún análisis? A mí no me pinchan ni muerto…  lo que faltaba, sin comer y aquí sujeto para después sacarte sangre…  será de la que tengo ¡Cuánto abuso por Dios!

        Pasado el ayuno, una mañana cayeron sin esperarlo en una especie de pila y detrás: agua a todo meter, vueltas y vueltas y más agua… fuera el agua y de nuevo otro viaje de agua…

         ¡Hale, hale! dale sin miedo que a ti no te molesta, decían algunos mareados con tanto trajín. Y cuando se dieron tres o cuatro cambios de agua, otra vez, pero ahora con varios puñados de sal y más agua y más sal…  hasta un chorrete de vinagre, con tal de que expulsaran todas las babas.

         Puaffffffffff…”, tosían y dando arcadas escupían al tiempo que se acordaban de toda la familia de aquel hombre y de cuantos alrededor esperaban a no sé qué… 

            ¿Qué pasa? Preguntaban con dificultad en el extremo de su paciencia, mientras daban tumbos y zambullidas.  Quillooo déjate de cachondeo humío y ponte la sal allí, que esto está mu esaborío…  apostillaban viendo que nadie les atendía ¡Eso, eso, vinagre también…!  mecagonlalessssshe que nos matasssss…  y una larga lista de improperios, a los que nadie parecía importarles (lo mismo que les pasa a muchas personas).

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      Poco más se puede contar de la experiencia, aquello fue llegando a su fin y al siguiente cambio entrarían en una enorme olla puesta a fuego moderado y al tiempo de perderse señales de unos, mientras dejaban la gaita fuera (aquí ya daba igual andar en medio del montón o por encima… total) por aquello de servir hasta el último resuello al “afortunado” (como les pasa a muchas personas) aparecieron las alegrías de otros que ya veían cercano el ágape.

        Una pelota o muñequilla de gasa hecha con: pimienta negra, guindilla, matalahúva, cilandro, comino… machacado y apretadito, un manojo hermoso de yerbabuena y sal, caería sobre los desdichados y se dejaría hervir hasta ponerlos tiernos. De esto, como nos pasa a muchas personas, ya no se enterarían.

Montero Bermudo, 20 de mayo de 2022


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