campiña ecijana

campiña ecijana

domingo, 30 de mayo de 2021

Recordando a mi abuelo

 

Haciendo picón.

      Entre la bruma de una inminente mañana y cuando la noche recogiendo trastos se despedía, volaban serpenteando a toda prisa “aleluyas” aún candentes, desde un fuego a tierra que a llamaradas las levantaba hacia un cielo que apuntaba cierto azul reconocible…  ¡”Húrrio de aquí”! Parecía escucharse en la pelea de un ramón ardiendo a todo meter, mientras crujía inmerso entre tiritos de ciquitraque en pleno fuego allá en el medio del corral y salían las hojitas de olivo como disparos en llamas cual cohete rociero, dejando tras de sí un hilito de humo blanco que de inmediato desaparecía mientras buscaba las alturas al tiempo que se retorcían y eran devoradas hasta convertirse en pequeñas partículas de ceniza, para enseguida tomar el camino de vuelta e ir bajando “haciendo la barca”, si no es que se volatilizaran allá en lo alto finiquitando su recorrido. 

       Hacía mi abuelo muchos días su poquito de picón, aprovechaba las taramas que restaban del ramón que se comían las cabras durante la noche. Lo tenía todo estudiado: “este queso para este pan y este pan…” eran otros tiempos y se vivía más cerca de la naturaleza, aprovechando los recursos y beneficios que siempre nos ofrece. Hoy somos “más listos” y nos calentamos con aquello que nos mandan por cables o por tubitos hasta la casa sin mancharnos de negro…  andamos haciendo la carrera de inútiles y más pronto que tarde terminaremos todos como peritos; otra cosa será: enterarnos de que el camino es corto y vamos de prisa.

      Con mucho orgullo, aunque con cierta pena, porque hace mucho que ya no está, recuerdo la silueta de mi abuelo cual centinela junto a la candela, proyectando su alargada sombra sobre un empedrado suelo del corral, sembrado de boñigas por toda una noche de ramoneo y vueltas de aquella piara de cabras, que era bastión donde se ocultaba alguna parte de las necesidades de la casa. Con rectitud y elegancia que denotaba cierto gracejo fruto de un porte masculino cuidador de su figura, por presumido sí, pero con masculinidad gallardía y presencia de hombre serio… cabal a todas luces, que también lo fue; apoyado sobre las piernas algo abiertas, las manos unidas sobre la baja espalda y dando la misma al fuego, con aquellos ojos limpios y azules bajo la visera de la gorra miraba mi abuelo al frente desafiante y seguro de su control, no había nada que temer y yo…  yo que nunca llegaría en la vida a esas cotas de grandeza, imitaba su compostura en mi inocencia, queriendo seguir el ejemplo y las enseñanzas de quien más confiaba, al tiempo que nada temía tampoco. Muchas veces me llegué a preguntar, si esa actitud o planta se debía al interés por calentarse, que también, pero en él, esos “aires” no eran más que sus maneras o formas de ser y ante la vida se comportó siempre de esta guisa.

       ¡Curriqui un poquito de agua que ya está! Y rociaba agua con gracia y justo reparto mientras volvía con la horca la candela para echarle otro espurreado y otro más… así hasta que lo apagaba dejando las ascuas enteras y en su punto. Luego esperaba el enfríe mientras dábamos cuenta de un tazón de café migado y al saco que ya estaba listo.

        Si me está viendo, se alegrará del recuerdo que guardo de sus amaneceres haciendo picón, como de otras tantas cosas bonitas que supo inculcarme.

Montero Bermudo.

En primavera 2021


No hay comentarios:

Publicar un comentario