campiña ecijana

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jueves, 1 de noviembre de 2018

Panellets, buñuelos y boniatos


 El pan como debe ser
          Evocaciones de un tiempo que dicen pasado, romántico y más puro; una miradita echada atrás en el recuerdo o un pensamiento puesto en lo sublime. Imágenes que nos transportan al lugar ideal de nuestras vidas, cuando uno piensa que era más feliz, cuando todo o casi todo sonaba a normal, a cotidiano y real e insustituible; cuando no pensabas que las “cosas de comer” cambiarían nunca ni deberían, pero que la misma evolución fue poquito a poco limando, desgastando, transformando y cambiando…  pero no se perdió todo, ni mucho menos. El ser humano nace y renace y en lo más insólito de lo que se dio por perdido, pone sus manos trayéndolo a lo cotidiano y a lo normal de siempre y nos lo presenta como actual… no se fue, está aquí tal como lo conocimos, pero los vaivenes de la sociedad parece que juega a provocarnos.
         Desaparecieron costumbres o se alteraron y las panaderías en los barrios, bajarían en sus ventas hasta el punto de dejarlo en una moda que se fue. Sería un espejismo o trampantojo haciéndole un guiño a lo “progre”, porque la costumbre parece que no se había marchado…  no se fue nunca, tomó solamente un respiro y aquí anda y para más aliciente con mejores y mucho más serias intenciones que últimamente; una muestra de ello bien podría darse en la panadería de mi barrio.
          En estos días cuando salgo con mi perrita (cambié un poquito la ruta) y paso por la panadería de mi vecino Emilio: Forn Luna, miro y observo y me doy cuenta de la peregrinación constante de personal que desde cualquier callejuela convocan al vecindario a ese punto donde la tahona. Buenísimo, con sabor de siempre ¿Para qué cambiarlo? Con un muestrario variadísimo y un punto de cocción ideal: más blanquito para unos y tostadito al que lo pide; lugar que ya he comentado alguna vez, donde se da lo correcto, lo que no debe perderse porque el pan es tan necesario como el agua (el que no come se muere) posiblemente uno de los más antiguos de los alimentos y universalmente consumido por todas las culturas.
         La panadería de Emilio Ojeda, poquito a poco, ha ido colocando con su mimado trabajo, un “material” con distinción, con sello propio, con sabor a siempre y pareciéndonos normal, que no lo es, porque “las costumbres hacen leyes” y aquí se descuidaron muchos ingiriendo más que degustando. Este pan es el producto de una plena dedicación, con mimo y cariño al trabajo y la tradición; un “bicho raro” este hombre, que nos está acostumbrando a lo mejor y no me extraña de estas colas, de este alboroto en la puerta del obrador, de este trajín y de este “a dos manos” salir el personal con su pan y risueños por “lo conseguido” inconscientemente, pero que muchos ya andamos con las orejas tiesas comprendiendo de la fortuna del regreso de esto que pareciendo que se marchó, mi panadero lo pone a diario.
         Él ha conseguido juntar un equipo, una familia laboriosa que se supera, investiga, escudriña e indaga en las posibilidades de las harinas y sus moliendas; fermentos o levaduras y masas madre. Con ello, muchos sudores y pocas horas de sueño, nos ponen sobre sus mostradores a diario el mejor de los surtidos: tentador, afrodisiaco y estimulante que nos colocan el organismo en marcha y a punto para un comienzo ideal, correcto e inmejorable de la jornada.
          En esta fecha y hoy muy especialmente siguiendo la costumbre y el rito, panellets y buñuelos en infinidad de variaciones y gustos y, hasta boniatos, que chorrean su miel recién salidos del fuego sagrado de las tradiciones, porque aquí en este bendito lugar se dan esas cosas y más.
Montero Bermudo
Oliendo a “pan de otoño” en S. Juan Despi, 2.018

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