campiña ecijana

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sábado, 12 de mayo de 2018

El canto de los pajarillos

El canto de los pájaros
...Fuera, en el capitel de la columna, tenía mi padre sujeta por una puntilla una jaula con un canario, al que le daba libertad todos los mediodías cuando venía del trabajo, luego, él solito se venía a dormir a su sitio y hasta el día siguiente. Y junto a la basa de la misma un par de macetas de mi madre.
 Teníamos también un gato que vivía con nosotros, pero  cuando nos fuimos de la casa  no aceptó la mudanza y sin decir ni adiós se volvió a  Cañatos, desistiendo mi padre de obligarlo nuevamente por respeto y por lo muy suyos que son ellos en sus cosas... “
Así contaba en una de tantas en las que apunto con el “boli” (ahora generalmente en el teclado) cosas o pasajes de mi vida. Me enseñaron desde chiquito el respeto debido por todo, incluido los animales, las plantas...
A lo que iba. Desde hace una temporadita, un vecino con el que linda su balcón y el mío, ha colocado unas cuantas de jaulas con jilgueros y algún canario, de ahí el comienzo de estas lineas y que el momento me lo recuerda. Cada mañana, anticipándose al despertador, lo hacen ellos con sus cantos y me avisan que viene el día y que el otro está a punto de fastidiarme el oído; es algo agradable y bello “amortiguar” con esa anticipación el chirriante, molestoso y mecánico sonar del aparato sobre la mesita, por muy “dulce” que selecciones el tono del susodicho. Andan cerca, pues tengo la cabecera junto a la ventana y de ahí a donde están colgaditos ellos no hay más de un metro; poco a poco van elevando el tono y multiplicando las notas al mismo ritmo que yo me despierto y los voy escuchando con más nitidez.
Buscando la poquita luz que se proyecta a través de algún que otro agujerillo de la persiana sobre el techo de mi dormitorio; con las sábanas sujetas en dos puñaditos al filo de la nariz y asomado al mundo mientras aparece de nuevo, me recreo pensativo contemplando el auditorio en el que se va convirtiendo mi cuarto, donde ni acomodador falta, que para eso anda mi perrita dando rodeos a la cama, entrando y saliendo una y otra vez... y presto atención al discurso, conversaciones o cantos y que lejos de entenderlo, me conmueven y hasta me emocionan mientras escucho. He comprobado cierta alegría en muchos momentos sobre lo que me comunican, pero hay otros que quizás deduzca cierta queja, melancolía y hasta protesta ¿Se lamentaran de la ausencia de libertad donde se encuentran? ¿Se puede vivir “alegremente” en un habitáculo de esas dimensiones? Yo pienso que no es el lugar ideal ni por mucho alpiste que te proporcione quien te somete a ese encierro, es como si a uno viniera el “telepizza” con la moto todos los días a traerte el “pienso pagado”, o la “sopa boba”, quitándote la preocupación de buscarlo, pero te obligaran a permanecer toda tu existencia en un recinto no más grande que una furgoneta y el caso es que además, éste, como tantos de los que se dicen gustosos de los pájaros, envuelven dichas jaulas con un trapito para que no se vean con los de las otras jaulas... ¿Dónde andan tantos defensores de la naturaleza que no arremeten contra esto también?
A mi me gusta escucharlos por las mañanas o a cualquier hora, pero quizás si se posaran sobre la baranda o hurgaran sobre los tiestos de las macetas mientras cantan, su canto sería más parecido a las golondrinas y demás pajarillos que me despiertan en Écija cuando voy, allí se mueven por los tejados y los tendederos del patio a plena libertad.
Nos conformaremos y no lo diremos muy alto, no sea que se haga de un perrito, que ya lo hizo una temporada y me lo dejaba amarrado con una cadenita dentro de una caseta de plástico y se pasaba las horas entrando y saliendo arrastrando el atadero metálico toda la noche, lo mismo que un penitente de los de antes.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, matando el tiempo por no escuchar las pamplinas de los políticos que andan por la tele... 12 de Mayo de 2.018

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