campiña ecijana

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domingo, 16 de julio de 2017

Por los niños TODO


En los niños está el futuro, son lo más sagrado.


          Venía con mi perrita de dar el paseíto por el campo y me senté en uno de los bancos que hay al principio del paseo…    Lolita ven aquí que te quite cuatro hierbecitas secas y espiguitas de cebada que llevas pegadas a las patitas y en la barriga, que cuando lleguemos a casa no me peguen a mí.

           Mientras la iba “espulgando”,  en otro banco no muy lejos del nuestro, tres o cuatro chavales de no menos de  diecisiete  o dieciocho años andaban en sus cosas. Botella de ginebra (me pareció ver) en el suelo, junto a unas cuantas de latas de refrescos, unos vasos de plásticos, bolsas de papas fritas y ganchitos o pirujos de esos…   se iban pasando una colilla del uno al otro y entre chupetones y exhalaciones mirando al cielo,  “disertaban” sobre “futurismos”; un móvil panza arriba en una esquina del asiento  amenizaba el particular ambigú o “botellón” con música de la que ellos entenderán. No presté demasiada  atención a la charla, aunque es imposible  tan cerca, no escuchar  algunas de las pamplinas que iban soltando  ¡Bien está!   Ni me va ni  viene, allá cada uno con su vida.

           ¡Vamos Lolita!   Y justo cuando me incorporo para salir andando… 

            “Yo de todas maneras  - le decía uno de ellos a los demás - ahora con esta calor ni muerto voy a buscar trabajo   ¿Para qué, para que  te exploten  y se aprovechen de ti?  ¿Y ahora con todo el mundo  de  vacaciones,  voy a ser yo el “pringao”?...  te mueves te pones hecho un asco y no paras de sudar  ¡Venga hombre!  Cuando llegue septiembre me  moveré y si hay suerte empezaré   en lo que salga…”

          Miré de reojo al menda, mientras me incorporaba  y  salía andando…  

          El niñato poniendo pegas para empezar a trabajar, después de los casi veinte años que lleva colgado de lo que el padre con muchos sacrificios  pueda sacar en alguna obra, o donde pille y la madre apañe con la aljofifa;   con un cuerpo lo mismo que un quiosco de cupones, unos  pies  como mesitas de noche; con más pelos en las piernas que un perro de agua; un tío  que  se comerá  todos los días  la barra entera llena de chope como  bocadillo o tente en pie; las latas de refresco que pille, el chocolate, las galletas, los donuts, el yogur…   un niñato que “limpia” la nevera como si la fuera a pintar por dentro, que  se fuma el paquetito de cigarros, más el “chupete de yerbas” o lo que caiga…   ¿Y tiene calor si va ahora, a mirar algo que le habían dicho de trabajo?  ¿Para “pedir el aguinaldo al compás de la música”, seguro que a diario, no se acalora? ¿La vergüenza que se debe sentir viendo salir a los padres a “buscar pan” mientras andas tirado en el sofá, hecho polvo de una noche de fiesta, no da calor y bochorno? ¡Por Dios qué futuro!  ¡Cuánto abuso de una parte de la juventud, que siendo  tan listos para unas cosas, qué  torpes para otras!  ¡Cuánto malo hemos  hecho dándole las llaves de la casa y del “frigo” por la cara!  Menudo futuro nos espera.

        Mezclado  lo escuchado,  con todo aquello que me venía a la memoria de cuando uno tenía muchos años menos que estos “prendas”,  venía haciendo comparaciones  ¿Quién ha dicho que son odiosas? Todo en la vida se mueve en una pura comparación  ¿De dónde sacamos lo feo  y lo bonito, lo bueno y lo malo, lo negro y lo blanco…?

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         Sobre finales de aquellos últimos veranos que me pillaron en Écija, yo tendría 8, 9, 10 años, cuando todavía hacía calor en Écija  “pa pegarle fuego al agua”, metía mi abuelo la paja de las bestias para el año. Por la tarde a última hora del día acordado,  ayudaba a mis tíos a dar viajes desde el  carro en la puerta, al pajar;  metiendo paja con un angarillón, una sábana, un esportón o lo que pillara cada uno y cuando al cuarto le iba llegando la paja a la misma puerta, se cerraba y por un agujero en el techo  (cuatro o cinco tejas que había quitado mi abuelo con antelación) se continuaba echando hasta dejarlo repleto. ¡Venga un esportón!  Y otro, otro, otro…   vamos  que esto pica…    Curriqui aprieta hasta el rincón…   el niño, que era más chico y cabía mejor por las estrechuras, o sea yo, me metía por el agujero y pataleando y dándome coscorrones contra las vigas y las alfangías del techo, hasta ir llenado desde el fondo a la abertura lo mejor posible, siempre había más paja que sitio y se tenía que apretar que el año era largo. No creo que fuera menos de una hora y media bregando, más el rato dentro, enterrado en paja y a oscuras…  salía como un higo chumbo, lleno de espinitas, desolladuras, arañazos…  y rascándome como los monos, empapadito de sudor. Me echaban en el corral un par de cubos de agua del pozo por encima y listo, ya estaba el “tío puesto”

          Aquello era el otro extremo en comparación con estos que planeaban su futuro en los bancos del paseo, pero con lástima de solo pensarlo, por lo mucho que perdí  de mi  niñez  con  aquellas obligaciones laborales, creo que fue menos malo y más constructivo que lo de ahora. En todo caso, un mar de dudas me ahoga los razonamientos y ya no sé “pa qué lao volcarme”.

           Los niños son sagrados, vienen limpios y son el futuro, nadie  tiene derecho ni queda exento o libre de obligarse para con ellos. Los del “porrito” que me tropecé en mi paseo, ya son algo más que niños y a estos, o quizás a los padres, habría que leerles la cartilla.

 Montero Bermudo.

Recordando cosillas de mis veranos en Écija, pero aquí en S. Juan D.  Julio de 2.017  

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