campiña ecijana

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sábado, 19 de agosto de 2017

Raza, genio y conocimiento


Si algún día entiendo de pintura, lo diré más claro…    o me callaré.

          ¿Goya  o Van Gogh?  Preguntaban en unos de tantos apartados o páginas de las que aparecen por estos medios de internet; otras veces lo han hecho buscando la opinión sobre los diez mejores pintores de la historia y su orden por “categoría”, gustos, preferencias  y “curiosidades” por el estilo. En algunas de estas me entretengo mirando, para matar el tiempo y por el interés que me mueven  mis  afinidades hacia las artes plásticas, pero hay variedad con otras versiones.  Juegos, entretenimientos, experimentos o sondeos de interesados que usan los medios para  “su trabajo”. En lo referido al interés por quien monta estas encuestas, disfrazadas  de juegos para sus indagaciones, tanteos o ensayos…   como el medio es “libre”, cada uno que opine o pase de largo según le venga, ya somos mayorcitos.

        No obstante, como uno es un curioso y lo mira todo, busca sus propias conclusiones a lo que ve, lee  o escucha;  a mí me entretiene leer algunas o muchas (no todas) de las respuestas, aunque procuro no entrar porque, a lo que digas, te responden con sarcasmo en la mejor de las veces.  Muchos se lo toman a pecho y disertan intentando aclarar sus inclinaciones, con explicaciones, bastante peregrinas  y cargadas de ignorancia las más de las veces, cuando no de incongruentes;  los menos,  intentan aclarar algo explicando   con conocimiento…   la “masa” en estos menesteres es un muro insalvable, ponen todo el interés del mundo en explicar lo que no saben y ningún sacrificio en aprender lo que  quisieran enseñar. Causa perdida.

            El que pone en marcha el tema lo hace a sabiendas y con cierta picardía  ¿De qué si no?   Provocando  el que se den disparates en todos los sentidos y bien que lo consigue, pues se hace interminable la lista de respuestas, de las que he de suponer que saca sus beneficios  “informativos”. Él o ellos sabrán, a mí tampoco es que me preocupe.

           Después del ratito de entretenimiento, queda uno pensativo por lo curioseado y cavila o reflexiona.  ¿Goya o Van Gogh?  En esta ocasión es la excusa  (en otras fue la duda de algunos en poner a  Velázquez entre los cinco o seis  “primeros”,  o no  ¡Vaya tela!)  y viendo como tantos se “desgañitan” en la defensa  de la  genialidad  del holandés  (también los hay del  genio de Fundetodos)  no es menos cierto que te empuja  el “asunto”, o bien  a morderte la lengua,  porque no comulgas, pensando quizás como más positivo  mirar algo de futbol por no calentarte,  o te desahogas (como hago) poniendo  a  capricho y antojo sobre un papel (o pantalla)  en blanco, lo que se me ocurre,  sin que nadie me haga borrones mientras escribo, luego allá cada uno con lo que piense.

            No tengo  porqué dudar de lo pintado por  Vincent van Gogh, hasta ahí me llega el poco conocimiento que tenga en pintura,  aunque  para mí no son comparable prácticamente en nada los dos citados. Tenían carácter y personalidad demostrada, pero mientras uno lo era de raza y oficio, el otro fue producto de muchos sentimientos frustrados, por fracasos sentimentales, laborales,  de orden religioso,  estados  depresivos, crisis personales…   y que lo llevaron, a ingresar   en Arlés y Saint-Rémy-de- Provence  en centros de salud, por  problemas psiquiátricos; la misma convivencia con Gauguin  (le hubiese pasado con otro, el problema era él) lo hizo saltar de sus “cabales” por su incontrolable temperamento y lo mismo que se cortó parte de la oreja hubiese hecho cualquier barbaridad, como al final lo hizo dando cuenta de su propia vida,  pegándose un tiro.

          El “producto de su pintura” fue una enorme catarata de sentimientos “taponados”, una explosión de incontinencias e inconvenientes por sus problemas de toda índole, agravados con el de la salud y precisamente de la mental, nada más y nada menos y ese fue  posiblemente el único camino que encontró por donde  verter su personal drama. Consiguiendo personalísimos resultados, en un periodo corto de vida artística, lo que no es de desdeñar. Con sus “maneras o formas  ocurrentes”  de hacer (no  estaba sujeto ni ayudado por conocimientos de oficio notable)   aportó otras vías o ángulos de ver la vida en sentido pictórico, removió un poco más lo ya bastante  movido del momento  y en definitiva fue, o sirvió de base, para que otros tuvieran más  caminos donde elegir, que no está mal la cosa. Lo demás que vino después, ya se encargaron  los que han “manejado” el tema del arte y los franceses, que en  “vender” lo que pasa por su terruño,  ponen todo el interés del mundo,  demostrado está que consiguen cosas.

         Pero  Goya fue otra cosa. El aragonés empezó el oficio por los cimientos y le sacó partido dominando con mucho conocimiento no pocas parcelas del mundo de  la pintura; dibujaba, pintaba,  gravaba y rompió moldes estéticos con su trabajo poniendo  “al día”  la modernidad en la pintura y todo eso antes que llegara el movimiento revolucionario del impresionismo y lo que seguiría.  ¿O no son “modernidad”  los frescos de S. Antonio de la Florida o las Pinturas Negras?  Contó con la suerte, a diferencia del holandés, de vivir una extensa vida y le dio lugar de mucho, pero sin olvidar su dedicación y esfuerzo, que la puso a prueba hasta los últimos momentos, acorralado en Burdeos pintando  “La Lechera”, entre otras “cositas”.

        La grandeza de Goya en la pintura universal, desde el punto de vista del oficio, anda rozando el nivel de los más grandes; retrató como un Van Dick, echándole además de esa finura, una carga de “misterio y mala leche” solo al alcance suyo. Cuando le interesó dibujó con la sapiencia de un Durero y cuando el temperamento le demandó echar de forma magistral  la materia sobre el lienzo, no anduvo lejos de un Rembrant. Fue el más  completo de los españoles desde que pintara Velázquez y abrió las puertas de la modernidad a la pintura que ha llegado a nuestros días.  Los retratos a la familia real, el de Bayeu,  Jovellanos, los duques de Osuna, el de Isabel Porcel, Leocadia Zorrilla, Duquesa de Alba, sus autorretratos…   son buena muestra del mejor oficio y con “pellizco”. Los desastres  de la guerra, los caprichos, la tauromaquia…   junto con los frescos de La Florida o las pinturas negras, dan una clara idea de la grandeza del artista. El conjunto de su obra, por su dominio, conocimiento, capacidad, misterio y duende, entre otras capacidades, no estuvo nunca al alcance del holandés, lo de Van Gogh anduvo por otros derroteros; respetable, digno y muy a considerar, pero desde el punto de vista del oficio de “pintor a lo grande” nada que ver con D. Francisco de Goya.    

Montero Bermudo.

 Verano y caluroso del 2.017 en S. Juan Despi.   

      

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