campiña ecijana

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lunes, 12 de junio de 2017

Adaptando posturas como el camaleón.


         La vida, ese  “Tren de la bruja”

            Subido en “El tren de la bruja”  en esa llamativa  e  intrigante atracción de  feria en la que está compuesta la vida, ahí  anda uno encaramado  viendo cómo se entra en el túnel; dando vueltas, se vuelve a salir a la luz, la alegría, el sobresalto…   de la risa se pasa a la oscuridad y entre la emoción y los escobazos de nuevo aparece el colorido ambiente festivo – ruidoso,  donde  el entorno  es de risa y jolgorio para la mayoría (en apariencias) salvo algún que otro que dentro de su mundo aguanta estoico su drama y aunque ande en el mismo recinto feriado (la inercia de la propia existencia ahí lo transporta) no concurre de lleno; no participa, ni en realidad su situación anímica personal le permite hacerlo más, quienes le rodean,  andan tan distraídos e interesados en su particular disfrute que tampoco  les resta tiempo por la molestia de repartir diversiones; cada uno que se apañe y coja lo que pueda   ¡esto es la vida!  O la misma jungla, que lo mismo es,  da igual, total...  

          Introducido  en su particular burbuja o problema dándose cuenta, si, de que a otros, ese mundo festivo les causa  alborozo y suficientes alegrías, las mismas que  les proporcionan entretenimientos en buena medida, como para olvidar otros trances que, apartados del momentos existen y les incumben; pero tienen fuerzas y ánimos para sobrellevarlos. El ser humano dispone de unas capacidades infinitas  y resuelve situaciones imposibles adaptando posturas camaleónicas,  a veces de forma inconsciente, pero que les ofrece  la oportunidad de no “ser visto” y pasar desapercibido  ¡Lástima de esos otros! De los que no disponiendo de esa capacidad “pigmentaria”, se les ve.

           Así es la vida y a más de uno, situado en la linde de las vías de ese “Carrusel del terror”, donde aun estando, ni participa  ni se ausenta y que en momentos les pueda asaltar el deseo  de  pasar a la acción  y convertirse como uno más, dentro del “juego”, pero haciendo de bruja y con ello, soltar todo tipo de escobazos y desahogarse, si no riendo, si descargando contrariedades acumuladas y pensamientos impuros.  

          ¿Quién tiene la culpa?    “La calle del Infierno”  la pone la sociedad, como un “respiro” entre Carnaval y Carnaval, para hacer de uno mismo componente no aislado y aunque  la fuerza de los escobazos  y el “cachondeíto” de la concurrencia  no consiga del todo, darle a la boca forma de luna al pie de Inmaculada, por lo menos que sirva de lucha hacia esa utopía que la fiesta nos pinta, porque en realidad la alegría también existe.    

Montero Bermudo.

Casi al final de esta primavera del 2.017. 

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