campiña ecijana

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domingo, 27 de noviembre de 2016

Recuerdos de mi peña


Fosforito, raza y  duende en el flamenco

          Hoy, como tantas veces, me levanté pensando en mi tierra y en el arte…  para no variar.  Cualquiera de sus facetas, me interesa; de una en otra: pintura, danza, música…    leyendo unas entrevistas, indagaciones y propuestas en La Droguería Music y el blog de Chemi  López, entre otras citas afines,  un pequeño video donde Fosforito habla y entona uno de sus cantes…  

          Mientras lo escuchaba abrí de par en par la ventana de los sueños y cerré los ojos para deleitarme con más nitidez, más echando al vuelo evocaciones pasadas,  las dejé pasar ante mí como delgadas nubes que el viento lentamente iba desplazando, dando y cambiando  formas  a muchas historias de ese peculiar mundillo del flamenco con el que tuve contacto un tiempo en mi vida;  recuerdos de una vida que aunque sigue, en buena medida ya pasó y  fueron desfilando ante la tribuna de   la  imaginación a modo de comitiva o procesión, un batiburrillo de escenas  que entre mezcladas me trasladaban a otra época ya pasada y el contento, el entusiasmo, la ironía y la sonrisa se daban la mano, no tanto por andar juntas, como si, por amparar o disimular  el inevitable empañamiento lagrimal por algo tan bonito como esa vida de juventud que se esfumó en un visto y no visto y que sin solución de continuidad  hoy solo se divisa mirando atrás.

          Recuerdos de D. Antonio Fernández Díaz “Fosforito” en aquella Peña que llevara su nombre en cuyo lugar nos dábamos cita amigos aficionados a este arte; tiempos del que guarda uno memorias y que esta mañana leyendo en el blog  de Chemi  López me han hecho volver  en cierta manera por  aquellas noches de peña, donde el recoleto y humilde escenario, era ocupado por la figura inconfundible de una oronda y brillante calva sobre típicos y festeros lunares abrazando la sonanta; la seriedad y presencia del “Tío Remolinos” guitarra en manos, era como un monolito vibrante en placita de pueblo que hacía los acompañamientos de tantos como por aquel enternecedor escenario transitaron.

          “Quejíos”  y sentimientos flamencos,  entre rasgueos de guitarra y algunas palmas a compás, que arañaban y escarbaban el ambiente de aquel rinconcito aliviando no pocos sentimientos  y que aportarían a la postre  algo de conocimiento para los más jóvenes, como era mi caso y “puesta al día o mantenimiento” para otros tantos que lejos de sus pueblos allá en Andalucía, se negaban a olvidarla.

        Puse en marcha el “aparato de las modernidades”, un lujo este invento del Internet, al que de alguna manera le tiene uno que estar  agradecido y mientras leo y escribo, escucho e inconscientemente jaleo a un Juan Carmona “el habichuela” o a Enrique de Melchor mientras “adornan y alivian los respiros” en sus cantes, de este ilustre ponteño, que ni D. Gonzalo diera más lustre a Puente Genil y que deleitándome con su arte pierde uno toda noción; cantes que abarcan todos los palos y formas y del que Fosforito es quizás algo más que maestro. Su conocimiento, el pellizco y zarandeo de sus “quejíos”, el compás, la medida, el tono de su voz varonil-raza: sustancia, coraje, brío, empuje, carácter, temperamento…  y en definitiva, el duende personificado en una de las voces varoniles más flamencas de las que yo tengo conocimiento.

Montero Bermudo.

S. Juan Despí en tiempos de poda, 2.016

 

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