campiña ecijana

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domingo, 24 de abril de 2016

Para nobleza, el perro


La nobleza de los perros

          Siempre ha tenido uno perros por casa y no hay día sin que te sigan sorprendiendo con   su comportamiento. Con ellos, el tan mal aplicado “privilegio”  de  nobleza,  con  raíces tan injustas y dudosas  para el sentido que pueda o deba dársele entre personas, con el perro queda bien patente tomando carácter y verdadero sentido,  ellos sí  son nobles, nobles de alma justa y con sabiduría  y  además  fieles, porque te quieren y de ¡Qué manera! Porque te esperan y te acompañan, porque hacen la “vista gorda” cuando  despreciando su  pesadez  en el  “acoso” porque no te dejan y le riñes o empujas con gesto de “hartura”…   ellos pacientes  aguardan  a que acampe el “temporal” para seguir mirándote y lamerte si pueden;  porque a su manera, que no es otra que la de verdad a secas, te quieren y   te defienden a muerte llegado el caso y esto lo pueden corroborar todo aquel que se haya encontrado en la “prueba” y porque la palabra nobleza, tan poco edificante cuando se refiere a los principios donde nace  tal “distinción” y que no es otra que   la falsa superioridad de unos humanos sobre otros, en ellos, es donde coge grandeza y razón de ser  el verdadero significado de la palabra.  

          Digo yo, y poniéndole un poquito de imaginación al “tema”, si nosotros nos comportáramos lo mismo que los perros, aunque sin necesidad de ladrar ni de hacer ciertas cosas a la vista de todos, el cambio me refiero exclusivamente al comportamiento como individuo dentro de una familia o colectivo…   en nuestros trabajos y ocupaciones  diarias tal como lo hacemos, habría, no digo algunos, si no  muchos o muchísimos con la marca de un bocado en el culo andando por la calle, pero todo quedaría en eso como aviso de hasta dónde  tiene derecho los unos a meterse en la vida de los otros.  Nos sorprenden con sus maneras casi a diario dándonos muestra de cuanto tendríamos que aprender de ellos; su forma de respetarnos, sin inmiscuirse en nuestra libertad para nada, se ciñen en pedir la suya, limitándose a esperar que se les dé  y con ello se conforman sin más.

          Iríamos al trabajo y en cuanto ganásemos el pan necesario para el sustento de los que nos esperan, dejaríamos el tajo para el próximo día; saldríamos de distracción y nos mezclaríamos sin condiciones los unos con los otros sin mirar quien tiene más o menos, solo nos dejaríamos llevar por las afinidades, edad, sexo…  cuando alguien extraño al grupo llegase a dar “lecciones” de ética, moral o imponerse obligando a ceder a sus creencias, caprichos o voluntades, todos saldríamos en defensa y se repartirían unos cuantos de bocados y arreglado el tema. Los parásitos como políticos y falsos  “vendedores de Cielo”  arregla todo  por amor al arte   que solo buscan sus conveniencias, no tendrían cabida, porque cada uno sabría su política y a qué atenerse y en manteniendo a raya a esta escoria que es lastre pesado y fatigoso del que constantemente hay que tirar, quedaríamos desembarazados y ligeros de hato con el ventajoso modo de poder vivir de forma más libre y desenvuelto.

          Mi perrita Lola y su hermano Selu, a los que de vez en cuando tengo juntos, son perros  pastores y para más señas en su pedigrí: de agua español. Este tipo de perro, unos más “limpios”  de raza y otros menos, son los que siempre vi por  casa de mis abuelos maternos, con los que conviví la mayor parte de mi infancia allá en el pueblo. Allí era y es frecuente verlos  guardando todo tipo de ganado: cabras, ovejas, vacas…   he incluso para la caza, sobre todo en zona a orillas del rio, lagunas o terrenos pantanosos donde parece ser encuentran buena parte de su hábitat, ahora también en estos tiempos de tantas modernidades como perros de compañía, se ven de paseo con sus dueños por cualquier lugar aunque no sea campo. Son muy dóciles y serviciales, “bien mandados” y eficientes, algo desconfiados y temerosos en general, aunque con un poquito de paciencia y sin estridencias lo sobrellevan y superan, siempre que el miedo no venga por otras circunstancias que las de “origen”.

          Cada animal, al igual que las personas, tiene sus “maneras” y aunque los seres humanos son portadores de otro tipo de capacidad de entendimiento y comprensión, de ello los mejores científicos del mundo son hombres o mujeres y no perros y como tal hay que aceptarlo, ya que somos nosotros los que hemos sacado al perro de “su libertad” para sacarle el fruto de su trabajo (ahora compañía) que digo yo  ¿Ya que había forma de entendernos y convivir  desde tiempo inmemorial, si no nos hubiera ido mejor siendo nosotros los que nos agrupáramos con ellos en sus guaridas y cacerías en grupo y de paso habernos librado  de todo lo mucho que  padecemos en nuestra sociedad… ?

            Está visto que decidimos esto que hacemos por nuestra voluntad y siempre, imponiendo nuestro criterio y pensando en nuestro favor. No nos quejaremos pues.

Montero Bermudo.

24 de Abril de 2.016

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