La
nobleza de los perros
Siempre ha tenido uno perros por casa y no
hay día sin que te sigan sorprendiendo con su
comportamiento. Con ellos, el tan mal aplicado “privilegio” de nobleza, con raíces tan injustas y dudosas para el sentido que pueda o deba dársele entre
personas, con el perro queda bien patente tomando carácter y verdadero sentido, ellos sí son nobles, nobles de alma justa y con
sabiduría y además fieles, porque te quieren y de ¡Qué manera!
Porque te esperan y te acompañan, porque hacen la “vista gorda” cuando despreciando su pesadez
en el “acoso” porque no te dejan y
le riñes o empujas con gesto de “hartura”…
ellos pacientes aguardan a que acampe el “temporal” para seguir
mirándote y lamerte si pueden; porque a
su manera, que no es otra que la de verdad a secas, te quieren y te defienden
a muerte llegado el caso y esto lo pueden corroborar todo aquel que se haya
encontrado en la “prueba” y porque la palabra nobleza, tan poco edificante
cuando se refiere a los principios donde nace tal “distinción” y que no es otra que la falsa
superioridad de unos humanos sobre otros, en ellos, es donde coge grandeza y
razón de ser el verdadero significado de
la palabra.
Digo yo, y poniéndole un poquito de imaginación al “tema”, si nosotros nos
comportáramos lo mismo que los perros, aunque sin necesidad de ladrar ni de
hacer ciertas cosas a la vista de todos, el cambio me refiero exclusivamente al
comportamiento como individuo dentro de una familia o colectivo… en
nuestros trabajos y ocupaciones diarias
tal como lo hacemos, habría, no digo algunos, si no muchos o muchísimos con la marca de un bocado en
el culo andando por la calle, pero todo quedaría en eso como aviso de hasta
dónde tiene derecho los unos a meterse
en la vida de los otros. Nos sorprenden con
sus maneras casi a diario dándonos muestra de cuanto tendríamos que aprender de
ellos; su forma de respetarnos, sin inmiscuirse en nuestra libertad para nada,
se ciñen en pedir la suya, limitándose a esperar que se les dé y con ello se conforman sin más.
Iríamos al trabajo y en cuanto ganásemos el pan necesario para el
sustento de los que nos esperan, dejaríamos el tajo para el próximo día;
saldríamos de distracción y nos mezclaríamos sin condiciones los unos con los
otros sin mirar quien tiene más o menos, solo nos dejaríamos llevar por las
afinidades, edad, sexo… cuando alguien
extraño al grupo llegase a dar “lecciones” de ética, moral o imponerse
obligando a ceder a sus creencias, caprichos o voluntades, todos saldríamos en
defensa y se repartirían unos cuantos de bocados y arreglado el tema. Los
parásitos como políticos y falsos “vendedores
de Cielo” arregla todo por amor al arte que
solo buscan sus conveniencias, no tendrían cabida, porque cada uno sabría su
política y a qué atenerse y en manteniendo a raya a esta escoria que es lastre
pesado y fatigoso del que constantemente hay que tirar, quedaríamos
desembarazados y ligeros de hato con el ventajoso modo de poder vivir de forma
más libre y desenvuelto.
Mi perrita Lola y su hermano Selu, a los que de vez en cuando tengo
juntos, son perros pastores y para más
señas en su pedigrí: de agua español.
Este tipo de perro, unos más “limpios”
de raza y otros menos, son los que siempre vi por casa de mis abuelos maternos, con los que conviví
la mayor parte de mi infancia allá en el pueblo. Allí era y es frecuente
verlos guardando todo tipo de ganado:
cabras, ovejas, vacas… he incluso para
la caza, sobre todo en zona a orillas del rio, lagunas o terrenos pantanosos
donde parece ser encuentran buena parte de su hábitat, ahora también en estos
tiempos de tantas modernidades como perros de compañía, se ven de paseo con sus
dueños por cualquier lugar aunque no sea campo. Son muy dóciles y serviciales,
“bien mandados” y eficientes, algo desconfiados y temerosos en general, aunque
con un poquito de paciencia y sin estridencias lo sobrellevan y superan,
siempre que el miedo no venga por otras circunstancias que las de “origen”.
Cada animal, al igual que las personas, tiene sus “maneras” y aunque los
seres humanos son portadores de otro tipo de capacidad de entendimiento y
comprensión, de ello los mejores científicos del mundo son hombres o mujeres y
no perros y como tal hay que aceptarlo, ya que somos nosotros los que hemos
sacado al perro de “su libertad” para sacarle el fruto de su trabajo (ahora
compañía) que digo yo ¿Ya que había
forma de entendernos y convivir desde
tiempo inmemorial, si no nos hubiera ido mejor siendo nosotros los que nos agrupáramos
con ellos en sus guaridas y cacerías en grupo y de paso habernos librado de todo lo mucho que padecemos en nuestra sociedad… ?
Está visto que decidimos esto que
hacemos por nuestra voluntad y siempre, imponiendo nuestro criterio y pensando
en nuestro favor. No nos quejaremos pues.
Montero Bermudo.
24 de Abril de 2.016
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