campiña ecijana

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domingo, 3 de abril de 2016

Jueves Santo en Zamoranos


Jueves Santo en Zamoranos

          Por la esquinita de Zamoranos  esperaba verlo  aparecer,  la Cruz de Guía tiraba de la comitiva y como punta de lanza,  del allá de mi ventana ganaba espacio adentrándose en el barrio, el Cristo ya había cruzado  la  Puerta Palma y el murmullo del gentío que poblaba el recorrido, hasta mi reja donde  esperaba sobrecogido me traía a menudeo noticias de la distancia. Ya era poca, estaba allí y desde la ventanita ensimismado lo vi llegar y hacer la revira; arriaron con sumo cuidado para tomar un respiro y me lo dejaron de frente, fue un momento, enseguida  llamó el capataz que el barrio estaba esperando y volvieron a levantar.

          Ya no sé cuántos Jueves Santos son, perdí la cuenta,  pero el alma se escapa de mi reja como si fuera la primera vez y cruza la calle para abrazarlo; lo vi pasar, le dije adiós con la mirada las palabras no me salían y Él me correspondió…  El eco de los tambores  redoblaban sonidos en la callejuela del Salto y el vecindario  arracimado e inquieto un año más con sus demandas, con sus súplicas y expectantes a verlo pasar, cada cual con su “pellizquito” adaptando el mundo a sus entrañas, cubrían los zócalos de las paredes embelesados mientras yo me acordaba de tantos que ya me faltan…   los de mi casa, mis amigos, los vecinos… 

           Benditas manos de aquel Gaspar que te puso en mi camino y en el de muchos ecijanos tengan la piel que tengan, divina gubia y el destino que eligieron como un sino a ese Convento hace tiempo perdido y que dejó ahí como señal a esta huella indeleble y perenne para los restos y que no es otra que a este Rey  junto a sus hijos.

         De boca en boca hasta aquí les ha traído la tradición y en llegando el Jueves Santo el barrio se engalana: se renuevan puertas y ventanas, se blanquean paredes y requete-aljofifan zaguanes y rebates; gitanas guapas, mantones y flores pueblan rejas y mientras la voz desgarrada de una saeta cruza al viento y en la calleja se entremezcla,  con las manitas juntas y el ramito de azahar al moño rezan las gitanas viejas. 

          Había entrado por Zamoranos y no se escuchaba un alma, solo la voz de un gitano que orgulloso martillo en mano a sus hermanos alentaba. Costaleros de La Sangre que con toda la dignidad llevan cual ofrenda a su barrio al Cristo que más quieren, a ese “Viejo San Agustín”, donde a pesar de los tiempos la raigambre de su gente mantiene vivo el recuerdo.

 Arrastrando las alpargatas y abrazando con el costal un palo, orientando la mirada en el suelo y poniendo “to” las agallas…    con la voz entrecortada tras los faldones se escucha un suspiro que el eco de la callejuela echa fuera el balbuceo  ¡Vamos valiente vamos!  Que lo vean llegar bonito.

          Y se fueron todos, desde mi ventana los vi alejarse hacia un Cielo de purpuras y malvas que daban o quitaban color a la noche, camino de un horizonte que me marcaban Candonga, por donde el sol se había perdido hacía rato. Jueves Santo entre payos y gitanos, ahí no hubo deferencias, entre suspiros y sentidos rezos todos pedimos clemencia, lo vimos, lavamos conciencia, cada uno siguió en lo suyo…   yo, en mi penitencia.

A to los gitanos de Écija, allá donde estén.

Montero Bermudo.                                         

         Abril del 16.

           

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