campiña ecijana

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domingo, 10 de abril de 2016

Cosillas con mi perrita


El paseo del domingo

 

           Al final se arregló el día.  Esta mañana temprano cuando salimos al paseíto diario mi perrita y yo, hacía más bien “biruji” o fresquito con algo de humedad y como habían nubes al retortero, sin orden ni concierto, pues no sabe uno al final en qué pueda quedar la cosa.

          Se fueron los nublados y en esta gira pasado el Ángelus de medio-día, ya andaba Lorenzo a pleno rendimiento calentándonos el camino, las plantas y a nosotros. Mi Lola no es muy friolera y más bien le huye parapetándose allá donde los rayos sean más débiles o ande la sombra, no le teme pero lo evita si puede escoger; no me extraña, pues con ese abrigo de pelos rizados que tiene le sobran calorías.

          Buscaba ella, porque conoce el terreno, alguna que otra almáciga  de avena de las que se crían al borde del sendero por donde caminamos, le gusta  comerse las puntitas frescas de eso puñaditos verdes que por lo visto su organismo le demanda. A veces ni echa cuenta, pero otras, como estos días, se vuelve loca masticando deprisa porque le urge o porque le digo que deje eso y aprovechando mi voluntario despiste…    ¡Ya está Lola!  ¡Más no que nos pegan!  Yo creo que lo necesita y con moderación, la mía, dejo que coja aunque en casa nos miran con cierta desconfianza.

         A lo largo del camino, junto al cañaveral que circunda buena parte de él, los setos que demarcan propiedades y bajo los árboles que de tramo en tramo adornan nuestro paseo, echamos nuestro ratito entre charla y jugueteo,  le voy diciendo cosas y ella a su aire va olisqueando y mirando todo cuanto le señalo, es muy lista y como andamos bastante compenetrados nos entendemos de maravillas.

          Hoy festivo, más relajados y con tiempo nos entretenemos allá donde nos parece bien, cogiendo alguna flor o ramita del vallado  o en medio del campo libre que a modo de un cuadro de Rothko la naturaleza nos ofrece. Grandes rectángulos de color que son delimitados por difusas líneas, haciendo el juego a la visión de que todos son uno y la unión de los mismos hacen su realce. Así somos mi Lola y yo en medio de este paisaje  que  hasta de forma religiosa, como entendió su pintura el pintor de Letonia, porque la naturaleza es sagrada.

         Mira Lola – le decía a mi perrita en una de mis parrafadas – ese sol del que te escondes, es el que conocí cuando chico en el melonar, Él me despertaba y daba compaña todos los días cuando mi gente se iban al pueblo a vender los melones y mientras andaba con mis cabras por Benavides o El Segador dibujaba figuritas de colores en el aire y con eso y pocas cosas más me distraía. De Él me hablaba mi abuelo porque ya lo conocía  “el sol es bueno, pero ponte el sombrero “Curriqui”… “   y no te digo más, está puesto en medio de la bandera de Écija como símbolo de su grandeza y la del pueblo claro, en cierta manera somos amigos porque nos conocemos de siempre y cuando nos vayamos, Él se quedará y acompañará a otros como nosotros.

          Es de suponer que mi Lola entenderá algo de las cosas que hablamos, yo sé que soy un poquito raro, pero los perros son inteligentísimos.

Montero Bermudo.                                                           

Primavera del 2.016.

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