campiña ecijana

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martes, 5 de enero de 2016

En una Noche de Reyes





¿Habrán cogido mi carta?

 

           Una enorme y poblada cabellera caía sobre sus barbas blancas y de entre aquella  plateada nube de ensortijados   bucles  surgía  el brillo de unos ojos grandes, atrayentes y de un azul  profundo y destellante  como un cielo en Trevinca; mar de estrellas de ilusiones, esperanzas y sueños que me miraban, me observaban o contemplaban más una tierna y bondadosa  sonrisa que de boca sonrosada  me ofrecía confianza e invitaba a una plática.  

         Me había quedado  dormido  entre ilusiones y fantasías,   como Morfeo sobre mi cama de madera noble  envuelto en vaho de infusiones de adormideras; me marché  hacia  un mundo perdido,  donde ya no es posible volver con los pies sobre el suelo, pero ¡ay! en los sueños, en ellos existe  y  está  la verdadera libertad,  que no es otra que la de recrearte inmerso en un mundo de ilusiones, tanto como ellas mismas demanden.

           Un gesto casi contagioso emparejaba el semblante de aquella aparición que tan agradablemente me sobresaltó y rodeando toda la imagen, una corona de oro, esmeraldas, rubíes, topacios…  se fundía  la figura en un ambiente  empíreo, enternecedor y entrañable que me permitió siquiera por momentos introducirme en un éxtasis indescriptible de donde no quisiera salir uno nunca.

               ¿Has cogido mi carta?   Me atreví  titubeando  y con una sonrisa intencionadamente pícara y traviesa que me ruborizó…  ¡Por Dios! con la edad que tenemos    ¿Y tú que crees, no ves que la estoy leyendo?  No te de vergüenza y quédate tranquilo... 

           Niñez perdida por un tiempo extraño que nos tocó vivir a los que ahora ya ni canas peinamos y de la que solo es parte recuperable aquella que la ilusión conservada te permite. Vendrán otros con sus modernidades dando lecciones de alegrías e ilusiones ajenas imponiendo sus maneras y criterios a golpe de leyes, aunque sean experimentales, total a ellos que más les da,  aquí de lo que se trata no es del disfrute de los demás, si no del aliviadero de sus carencias. De las de ellos claro, porque su ego e incapacidad no les permitirán nunca otra cosa.

Montero Bermudo.

S. Juan Despi  2.016, en una Noche de Reyes.

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