campiña ecijana

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martes, 8 de diciembre de 2015

Esto ya no es la Navidad


La Fiesta de la hipocresía

 

          Sin llegar al final de la calle  llevo una semana por lo menos, no me atrevo, no me viene de gusto, he oído comentar que la Navidad está a la vuelta de la esquina y me da cierta pereza encontrarme con ella; tanta hipocresía me molesta. La Fiesta quizás más bonita y enternecedora de la sociedad que me tocó vivir  hasta hace algún tiempo, desde hace unos pocos de años se ha ido convirtiendo en algo tan materialista, vano e insustancial que la apatía se adueña de uno en cuanto llegan estas fechas.

          Al amparo de la festividad; como tradición, creencia, ceremonial o rito, las familias se reunían y en ese entorno la convivencia derivaba en conservar las tradiciones, intercambiar o dar lo que se tenía, que era prácticamente todo lo bueno o mejor de cada uno. Borrón y cuenta nueva, si llegado el caso la situación lo requería  y en un ambiente festivo y de cordialidad se enfrascaba la sociedad en unas fechas inolvidables, donde se “promocionaba” y rememoraban las tradiciones de cada casa. Era una forma de estar bien con los presentes y de respeto y recuerdo por los que  faltaban y a los que se hacía referencia intentando imitar cuanto nos enseñaron. Todo lo bueno se transmitía de mayores a más jóvenes y  se remataba la “jugada” con la ilusión puesta en regalos el Día de Reyes  para los últimos llegados al clan.

        Todos  guardamos en algún rinconcito de nuestro más hondo interior   los recuerdos personales y de familia  que  en llegando estos días la memoria (el que la tiene porque la ejercita) se encarga de ponerte delante. La música y el soniquete de los alegres villancicos que cada uno cantaba; el olor de las comidas y sus aliños: el bacalao y las arenques, la habichuelas con cardos de arrecifes y con hinojos, con chorizo del mejorcito y una pava bien condimentada cuando la cosa daba de sí; aquellas gachas y el arroz con leche, los pestiños y polvorones, la fruta glaseada o en almíbar; el olor del buen aguardiente de Rute o Zalamea;  la alhucema sobre el picón del brasero…    la alegría de los vecinos que a través de la parra del patio llegaba, contagiando el ambiente aún más y el deseo de compartir lo que obligaba a salir a sus puertas a  y brindar por los mejores deseos.

         Hoy se ha convertido todo en una pantomima de aquello, pero en malo; hasta imitando lo hacemos mal. Se da un paquete de azúcar, una botella de aceite del corrientito, arroz o garbanzos en la puerta del “Súper” para “cumplir” con el que lo necesite y con la conciencia y lo celebramos por todo lo alto, lo más alto posible, a donde no llegue nadie, que somos “poderosos”.

         Lo de comer y reunirnos con la familia…  lo dejamos, que tenemos tantas cenas con los demás que no nos da tiempo, ya lo hacemos durante el año. Las puertas de las tiendas a tente bonete; luces a racimos colgadas de las fachadas, en los balcones y puertas de comercios;  molestosos y cansinos  ruidos imitando música por cualquier rincón, “Papás Noeles” (esto es muy nuestro…)  hasta en la sopa  y el móvil que no pare, hay que llamar a todo el que este lejos, mientras más lejos mejor, aunque solo nos hallamos  visto una vez en cualquier ocasión en un viaje o en el camping en verano….   ahora, al vecino de la escalera ni mirarlo a la cara, que desde que se prejubiló y le dieron tantos dineros y se compró el cochazo nuevo…   es un mala sombra.

         Fiestas para “intercambio de fechorías” a ver quien la hace más gorda y los villancicos como son cosas viejas los cantamos en inglés, aunque nadie nos entienda total…    a los niños les compramos los juguetes a porrillo, pero esperar al día de Reyes ¿Para qué? Menuda tontería, se los doy una semana antes de Pascuas si hace falta y así los tengo entretenidos todas las fiestas mientras yo me suelto el pelo, ellos que lo aprovechen y a mí que me den menos la lata…    esto ya no es lo que era, aquí lo que cuenta es la fachada, aparentar, “quemar y hundir” llevarse hacia adelante lo que se pille y “aprovechar” que son dos días. 

          ¿Cómo es posible que teniendo esta visión de la Navidad no me asuste el llegar al final de la calle si dicen que a la vuelta de la esquina la tenemos?

 

Montero Bermudo,  temiéndome la Navidad del 2.015

 

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