La Fiesta de la
hipocresía
Sin llegar al final de la calle llevo una semana por lo menos, no me atrevo,
no me viene de gusto, he oído comentar que la Navidad está a la vuelta de la
esquina y me da cierta pereza encontrarme con ella; tanta hipocresía me
molesta. La Fiesta quizás más bonita y enternecedora de la sociedad que me tocó
vivir hasta hace algún tiempo, desde
hace unos pocos de años se ha ido convirtiendo en algo tan materialista, vano e
insustancial que la apatía se adueña de uno en cuanto llegan estas fechas.
Al amparo de la festividad; como
tradición, creencia, ceremonial o rito, las familias se reunían y en ese
entorno la convivencia derivaba en conservar las tradiciones, intercambiar o
dar lo que se tenía, que era prácticamente todo lo bueno o mejor de cada uno.
Borrón y cuenta nueva, si llegado el caso la situación lo requería y en un ambiente festivo y de cordialidad se
enfrascaba la sociedad en unas fechas inolvidables, donde se “promocionaba” y
rememoraban las tradiciones de cada casa. Era una forma de estar bien con los
presentes y de respeto y recuerdo por los que faltaban y a los que se hacía referencia
intentando imitar cuanto nos enseñaron. Todo lo bueno se transmitía de mayores
a más jóvenes y se remataba la “jugada”
con la ilusión puesta en regalos el Día de Reyes para los últimos llegados al clan.
Todos guardamos en algún rinconcito de nuestro más
hondo interior los recuerdos personales
y de familia que en llegando estos días la memoria (el que la
tiene porque la ejercita) se encarga de ponerte delante. La música y el
soniquete de los alegres villancicos que cada uno cantaba; el olor de las
comidas y sus aliños: el bacalao y las arenques, la habichuelas con cardos de arrecifes
y con hinojos, con chorizo del mejorcito y una pava bien condimentada cuando la
cosa daba de sí; aquellas gachas y el arroz con leche, los pestiños y
polvorones, la fruta glaseada o en almíbar; el olor del buen aguardiente de
Rute o Zalamea; la alhucema sobre el
picón del brasero… la alegría de los
vecinos que a través de la parra del patio llegaba, contagiando el ambiente aún
más y el deseo de compartir lo que obligaba a salir a sus puertas a y brindar por los mejores deseos.
Hoy se ha convertido todo en una
pantomima de aquello, pero en malo; hasta imitando lo hacemos mal. Se da un
paquete de azúcar, una botella de aceite del corrientito, arroz o garbanzos en
la puerta del “Súper” para “cumplir” con el que lo necesite y con la conciencia
y lo celebramos por todo lo alto, lo más alto posible, a donde no llegue nadie,
que somos “poderosos”.
Lo de comer y reunirnos con la
familia… lo dejamos, que tenemos tantas
cenas con los demás que no nos da tiempo, ya lo hacemos durante el año. Las
puertas de las tiendas a tente bonete; luces a racimos colgadas de las
fachadas, en los balcones y puertas de comercios; molestosos y cansinos ruidos imitando música por cualquier rincón, “Papás
Noeles” (esto es muy nuestro…) hasta en
la sopa y el móvil que no pare, hay que
llamar a todo el que este lejos, mientras más lejos mejor, aunque solo nos
hallamos visto una vez en cualquier
ocasión en un viaje o en el camping en verano….
ahora, al vecino de la escalera
ni mirarlo a la cara, que desde que se prejubiló y le dieron tantos dineros y
se compró el cochazo nuevo… es un mala sombra.
Fiestas para “intercambio de
fechorías” a ver quien la hace más gorda y los villancicos como son cosas
viejas los cantamos en inglés, aunque nadie nos entienda total… a los niños les compramos los juguetes a
porrillo, pero esperar al día de Reyes ¿Para qué? Menuda tontería, se los doy
una semana antes de Pascuas si hace falta y así los tengo entretenidos todas
las fiestas mientras yo me suelto el pelo, ellos que lo aprovechen y a mí que
me den menos la lata… esto ya no es lo
que era, aquí lo que cuenta es la fachada, aparentar, “quemar y hundir”
llevarse hacia adelante lo que se pille y “aprovechar” que son dos días.
¿Cómo es posible que teniendo esta
visión de la Navidad no me asuste el llegar al final de la calle si dicen que a
la vuelta de la esquina la tenemos?
Montero
Bermudo, temiéndome la Navidad del 2.015
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