campiña ecijana

campiña ecijana

viernes, 30 de octubre de 2015

Siempre mirándote


Astigitano, ecijano y cañatero, mi divisa.

(A todo ecijano que la quiera, allá donde se encuentre)

 

              Con el pensamiento puesto allá donde nací, no hay día que no recuerde ni visualice entre sueños tus callejas y rincones, tus barreras y plazoletas, tus fuentes, jardines y paseos, tu aroma, color y perfume, tu piedra, ladrillo, la cal y el propio salitre que emerge de ese hermoso grado de humedad aportado por el río, tu gracia y tu luz, tu sol, tu gente…  hasta tus almorrones plagados de jaramagos, malvas o margaritas y que tantos recuerdos me traen. 

             Tú que en medio de esa privilegiada campiña enseñoreas todo el valle con tu presencia y sobre ese gran pedestal que es tu propia historia, haces de punto de fuga en el horizonte, donde la reflexión de tantos como queremos seguir observando con el corazón las líneas que convergen en lo más bello que nos dio la vida: Écija

                     Manojo de torres barrocas con sus campanas, con su historia, con su belleza y gallardía; singulares construcciones o fábricas a base de ladrillos magistralmente trabajados por no menos ingeniosas manos y que con reminiscencia de una rica y finísima cultura empapada de otro interior doctrinal, llenaron de arte la Ciudad desde aquellos tiempos en los que dieron llamarse de “Oro”. Todas apuntan un Cielo como lanzas defensoras de una estirpe, repartidas a capricho, porque eso es Écija: fantasía, ilusión, entelequia y hasta utopía…  cada una en su lugar es minarete o torre vigía desde el que se avisa y divisa al caserío de esta impresionante  urbe, lugar primoroso donde se asentaran los más pudientes de otros  tiempos por el privilegio de elegir a lo mejorcito de las Españas, como pago a “su labor” y aquí  hicieron asiento y morada construyendo inmensos y bellos palacios y casas solariegas  de las que la población presume.

               Bellísimo renglón de ese prólogo en la historia  del sur, ese sur incondicional donde España entera se confiesa aunque lo niegue o lo ignore. De  mucho abolengo y gallardía de sobra más que demostrado y que de un tiempo a esta parte, abatida anda en el olvido, en la ignorancia hasta de los suyos, por la desidia propia de sus moradores y por la inducción interesada de tantos que siempre quisieron que esto fuese así para su mejor provecho.

                Pero han de saber los que interesados estén, en lo uno como en lo otro, que no caerá Ella en el olvido por tantos como la soñamos, ni decaerá el amor que se le profesa desde allá donde nos encontremos y continuaremos cual hormiguitas juntando y acopiando amores en pro de su labranza.  Palabra de cañatero.

Montero Bermudo. Otoño de 2.015.

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