¡¡Qué diíta de caló!!
Sentado al final del paisaje sobre lomos del último cerro y echando “la jhumaíta” como dicen en mi pueblo: en todos los trabajos
se fuma; allí muerto de risa y viendo
cómo nos dejaba después de un día bien, pero bien apretadito de calores.
Ahora, al final de la jornada sacando
el pescuezo a través de ventanas y balcones
y el que no, como yo, tirado por la calle saludando muy efusivo a todo
el que te encuentras lo mismo que si volvieras de un tiempo perdido y no
pudiendo contener la alegría o satisfacción por
haberlo superado o como aquel que busca calle arriba y abajo algo sin
saber qué o va de compras ligerito y tarde
a sabiendas de que no lleva ni dineros. Como digo, con una sonrisita maliciosa
y traviesa nos andaba esperando.
Habíamos salido mi Lola y yo a dar el
último paseíto del día, una vez pasado los sofocos y hasta la asfixia de una
jornada de aúpa y que en este mes de julio
parece que van a ser históricas.
Camino adelante resguardándonos de los últimos fogonazos, ya algo
débiles por la hora y a la sombra estiradísima
que sobre nosotros proyectaba el
cañaveral que bordea la senda por donde
a diario damos nuestros garbeos, aparecimos por los arrabales junto a los
huertos que limitan la población entre la autopista y el río ¡Míralo
Lola! ¡Ahí está!
– le dije a mi perrita - Como
decía la canción “viendo pasar el tiempo”;
cuatro brinzas de nubes al retortero se aliaban con Él y rodeado de una
bruma de naranjas casi en zumo y de unos malvas algo calientes y tropicales aún
sonreía un Sol con mayúsculas ¡¡Qué tío!! ¡La que has liado hoy! Treinta y no sé
cuántos, más la humedad… este verano te
has propuesto freírnos y eso por aquí casi en el norte ¿Qué será por Écija?
Dios mío qué pechá caló, tú te has propuesto derretirnos y al paso que vamos ¿Qué harás en agosto? Afloja algo que somos de
carne y hueso… mientras hablaba le iba
echando miraditas con el rabillo del ojo y cogía unas florecillas del jazmín
que voltea un viejo muro de piedras y que en el bolsillito junto al pecho me
gusta guardar, por aquello de la costumbre y el recuerdo de mi casa, con mi
abuela… y claro, porque me encanta su
olor.
Mi Lola buscaba y masticaba unos retoños
de yerba recién brotados, pero me observaba y al Sol, porque se daba cuenta que
mis comentarios iban en aquella dirección, pero seguía en lo suyo y yo, viendo
cómo se reía y se agachaba tras de la loma diciendo adiós con un gesto hasta
jocoso y una irónica frasecita que se le escapó, justo al tiempo de zambullirse
en el horizonte: “Ahí os dejo con la fresca…”
¿Looola, tú has escuchado como
yo? Me di la vuelta en redondo extrañado
y con cara de gilipuertas y sin ver a nadie sonreí también… se mete uno tanto
en el “papel” que hay momentos en los que andas más “pallá que pacá”. ¡Vámonos
Lolita! Y no comas más yerba que luego la barriga verás. Dimos comienzo a la
inversa el camino hecho y mientras respiraba profundo levantando de un puñado
el bolsillo del pecho por lo del jazmín, sobre las cañas y la arboleda vi a una
creciente luna que a media escondida nos miraba… Mecagonlalesssshe con el Sol que se ha
quedado conmigo ¿Ésta es la fresca no?
Montero
Bermudo.
Casi finales de un caluroso y asfixiante Julio.
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