Allá
por los sesenta no todo fue música “Yeyé”
En estas fechas veraniegas, de recuerdos
verbeneros y de guateques esporádicos y eventuales en terrazas de áticos con
farolillos en tendederos; de petardos, cohetes, truenos, de “cubatas” o cervecitas
hasta las tantas; de amaneceres con la guitarra y el sombrero al amanecer por
cualquier playa, de risas y bailes en fiestas con los amigos y “persecuciones”
infructuosas tras la primera minifalda que se “pusiese a tiro”… hay que ver lo que hace la juventud, que con
su inercia te trasladaba hasta donde ni pensabas, porque el “gas” de esos años
mozos te sobraba y había que darle salida.
Hoy, cuando ya pasaron un buen
puñado de “Sanjuanes, Sanpedros, Sanjaimes y sus verbenas” queda de todo menos
“gas” y por tanto administra uno con más tranquilidad (y por obligación) donde
va, puede o debe ir. Nada de
copichuelas, playas a media noche, guitarreos y rondas inoportunas y de
minifaldas… ¿Para qué? Hay que medir porque que el que busca la “verdad” corre
el peligro de encontrarse con ella.
Aquellos años sesentas, tan “movidos,
cambiantes he inquietos” y donde todo o casi todo dio comienzo a un relevo de
lo hecho hasta entonces y que servirían para dejar mucho de lo establecido
hasta las fechas y que paulatinamente dejarían de ser a partir de ahí y a un ritmo más acelerado
que de costumbre.
En cualquier reunión o guateque donde hubiese juventud se terminaba bailando
la Yenca, se escuchaba a los Sirex buscando una escoba, a los Brincos brindando con una copita de
champán y a los Bravos acompañando a coro la petición de una moto por parte de
Mike Kennedy, a Los Relámpagos y Los
Pekenikes con sus guitarras a mucho vatio… todo esto amén de los Beatles y Rolling Stones que ya andaban
dominando el panorama internacional. En cuanto a la música entendida desde
estos criterios, es lo que había.
Ambiente normalizado donde la mayoría
de muchachos y muchachas que vivieran aquellos años se encontrarían en su salsa,
pero no todos, los había como es mi caso
(siempre fui raro) que nada o casi nada de esto le importaba mucho, simplemente
me sonaba a hueco todo aquello que no fue
más que: un conjunto de facilones soniquetes y ritmillos comerciales, excluido eso sí, como
en toda regla, una pequeña parte que quiso estudiar y experimentar por los caminos
o vericuetos de estos ensayos de música, utilizados además como banderín de enganche de
lo snob, de la abertura hacia un tipo de renovación y de libertades (dentro de
ello el movimiento Hippie) que quizás traía las raíces puestas en las
terminaciones (aunque no superadas) de esas guerras que asolaron Europa no
muchos años atrás incluida las de los
americanos que además seguían y que a la postre distrajo a muchos que por edad
y poco conocimiento (ni lo pretendía) no dieron en preocuparse de más allá. Cada uno es lo que es
y a los muchos que son “extraños” y desentonan, muchas veces lo pasaran
mal y hasta llegan a molestar llegado el
caso cuando opinan y este sería mi caso.
Al mismo tiempo una música atrayente y misteriosa, sobre todo para
esas minorías interesadas y dispuestas a investigar en los ancestros, para
hacerla viva y degustando en lo
tradicional y cultural de cada pueblo, etnia o raza. Con un pellizco, un embrujo y las raíces puestas en “muchas
guerras” atrás, me hacía las veces de todo esto que no aceptaba, otra música
más trascendente y que forma buena parte de la idiosincrasia y hasta con genes de una cuna que lo es y
hasta propia.
Por soleá cantaba Fernanda en Nueva
York y la Bernarda la acompañaba por seguiriyas, bulerías y cantes por fiestas,
las otras “Niñas” de los Peines y de La Puebla hacían lo propio y el más
completo repertorio de todo cante flamenco se escuchaba en Sud América y hasta
en Asia, porque de ello se encargaba esa enciclopedia viva que ya era Antonio
Fernández Díaz “Fosforito” y hasta “El gran Bambino” hacía sus fiestas por las
tierras de Montoya que eran la misma y Juana Reina la mejor copla. Siempre fue para una minoría, pero esta música
llegó para quedarse o más bien dicho ya estaba aquí porque forma parte de
nosotros aun sin que muchos se hayan
dado cuenta. Claro está que no es solo eso en cuanto a música se trate, pero en
el flamenco y lo que deriva de Él hay algo de nuestras raíces, de la forma de
ser y de entender nuestro pasado y de nuestra tierra y en ello significo los
ancestros musicales algo más allá de la Vieja Astigi ¿Cómo no? Porque buena parte del sur de la
península y más arriba también, está impregnada de todo
ello.
En un mundo global, o globalización
como término en el que ahora dicen estamos inmersos, aunque esto no es nuevo,
ni mucho menos, porque la propia evolución ya lo trae consigo desde que el
hombre puesto en pie tomó conciencia de que era alguien arrimándose a otros hombres donde encontraría compaña
para avanzar, aunque sea ahora cuando
algunos se expresan de esta guisa, porque las modas traen eso, modos nuevos o
ya olvidados de llamar las cosas.
Montero
Bermudo.
Para
mis amigos Salva López y José Naranjo. Verano del 15
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