campiña ecijana

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domingo, 28 de junio de 2015

Ritmillos y musiquillas de Verbenas


Allá por los sesenta no todo fue música “Yeyé”

 
          En estas fechas veraniegas, de recuerdos verbeneros y de guateques esporádicos y eventuales en terrazas de áticos con farolillos en tendederos; de petardos, cohetes, truenos, de “cubatas” o cervecitas hasta las tantas; de amaneceres con la guitarra y el sombrero al amanecer por cualquier playa, de risas y bailes en fiestas con los amigos y “persecuciones” infructuosas tras la primera minifalda que se “pusiese a tiro”…  hay que ver lo que hace la juventud, que con su inercia te trasladaba hasta donde ni pensabas, porque el “gas” de esos años mozos te sobraba  y había  que darle salida.
           Hoy, cuando ya pasaron un buen puñado de “Sanjuanes, Sanpedros, Sanjaimes y sus verbenas” queda de todo menos “gas” y por tanto administra uno con más tranquilidad (y por obligación) donde va,  puede o debe ir. Nada de copichuelas, playas a media noche, guitarreos y rondas inoportunas y de minifaldas… ¿Para qué? Hay que medir porque que el que busca la “verdad” corre el peligro de encontrarse con ella.
      Aquellos años sesentas, tan “movidos, cambiantes he inquietos” y donde todo o casi todo dio comienzo a un relevo de lo hecho hasta entonces y que servirían para dejar mucho de lo establecido hasta las fechas y que paulatinamente dejarían de ser  a partir de ahí y a un ritmo más acelerado que de costumbre.  
          En cualquier reunión o guateque  donde hubiese juventud se terminaba bailando la Yenca, se escuchaba a los Sirex buscando una escoba,  a los Brincos brindando con una copita de champán y a los Bravos acompañando a coro la petición de una moto por parte de Mike  Kennedy, a Los Relámpagos y Los Pekenikes con sus guitarras a mucho  vatio…   todo esto amén de  los Beatles y Rolling Stones que ya andaban dominando el panorama internacional. En cuanto a la música entendida desde estos criterios, es lo que había. 
          Ambiente normalizado donde la mayoría de muchachos y muchachas que vivieran aquellos años se encontrarían en su salsa, pero no  todos, los había como es mi caso (siempre fui raro) que nada o casi nada de esto le importaba mucho, simplemente me sonaba a hueco todo aquello que no fue  más que: un conjunto de facilones soniquetes  y ritmillos comerciales, excluido eso sí, como en toda regla, una pequeña parte que quiso estudiar y experimentar por los caminos o vericuetos de estos ensayos de música,  utilizados además como banderín de enganche de lo snob, de la abertura hacia un tipo de renovación y de libertades (dentro de ello el movimiento Hippie) que quizás traía las raíces puestas en las terminaciones (aunque no superadas) de esas guerras que asolaron Europa no muchos años atrás  incluida las de los americanos que además seguían y que a la postre distrajo a muchos que por edad y poco conocimiento (ni lo pretendía) no dieron en  preocuparse de más allá. Cada uno es lo que es y a los muchos   que son  “extraños” y desentonan, muchas veces lo pasaran mal y  hasta llegan a molestar llegado el caso cuando opinan y este sería mi caso.
           Al mismo tiempo una música atrayente y misteriosa, sobre todo para esas minorías interesadas y dispuestas a investigar en los ancestros, para hacerla viva y degustando  en lo tradicional y cultural de cada pueblo, etnia o raza. Con un pellizco,  un embrujo y las raíces puestas en “muchas guerras” atrás, me hacía las veces de todo esto que no aceptaba, otra música más trascendente y que forma buena parte de la idiosincrasia  y hasta con genes de una cuna que lo es y hasta propia.
          Por soleá cantaba Fernanda en Nueva York y la Bernarda la acompañaba por seguiriyas, bulerías y cantes por fiestas, las otras “Niñas” de los Peines y de La Puebla hacían lo propio y el más completo repertorio de todo cante flamenco se escuchaba en Sud América y hasta en Asia, porque de ello se encargaba esa enciclopedia viva que ya era Antonio Fernández Díaz “Fosforito” y hasta “El gran Bambino” hacía sus fiestas por las tierras de Montoya que eran la misma y Juana Reina la mejor copla.  Siempre fue para una minoría, pero esta música llegó para quedarse o más bien dicho ya estaba aquí porque forma parte de nosotros aun sin  que muchos se hayan dado cuenta. Claro está que no es solo eso en cuanto a música se trate, pero en el flamenco y lo que deriva de Él hay algo de nuestras raíces, de la forma de ser y de entender nuestro pasado y de nuestra tierra y en ello significo los ancestros musicales algo más allá de la Vieja Astigi ¿Cómo no?  Porque buena parte del sur de la península  y  más arriba también, está impregnada de todo ello.
           En un mundo global, o globalización como término en el que ahora dicen estamos inmersos, aunque esto no es nuevo, ni mucho menos, porque la propia evolución ya lo trae consigo desde que el hombre puesto en pie tomó conciencia de que era alguien arrimándose  a otros hombres donde encontraría compaña para avanzar,  aunque sea ahora cuando algunos se expresan de esta guisa, porque las modas traen eso, modos nuevos o ya olvidados de llamar las cosas.
Montero  Bermudo.
Para mis amigos Salva López y José Naranjo.  Verano del 15

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