A Veiga
Viaje a un lugar donde soñar aún es
posible
A Miguel Mancebo “Fillo do Bailarín”, por lo
mucho que nos une y porque Él es de la tierra.
Andaba Dios en “su faena”, colocando cosas en nuestro mundo y
luego de poner el Cielo con sus nubes, los mares y las montañas, el aire, las
plantas y los ríos… como en un circuito
cerrado dejó manar fuentes y veneros para que vertieran en el mar y en su recorrido
anegaran y regaran las tierras y dieran frutos, luego el Sol con la luz de su
energía daría calor durante el día transformando o terminando de dar forma a
toda planta o ser vivo; por la noche,
la Luna vigilante regularía en cierta
manera el proceso, encargándose de hacer
entrega nuevamente de todo aquello al
amanecer.
Con ello el agua se evaporaba y en forma
de nubes el aire las desplazaba, unas
más abajo otras por todo lo alto, corrientes de aire frío, “enfrentamientos y
choques” producirían tormentas con sus
rayos, truenos y relámpagos aportando un beneficio junto con el agua
imprescindible y necesario para la vida… fue dando forma a esto tan simple pero
en el fondo complicadísimo donde los humanos fuimos otra de la aportación al
“invento” y creó el Edén para colocarnos en el mejor de los lugares, más en un
momento de inspiración, entusiasmado de cómo iba saliendo todo, se entretuvo en
el disfrute y rizó el rizo, haciendo “una cosita” diminuta en el cosmos, pero
bella, hermosa y coqueta como ninguna,
lo hizo como placer y entretenimiento haciendo uso de sus muchos “conocimientos”, se lució porque
podía y era el único capaz de aquel prodigio y creó A Veiga y la puso en todo lo
alto de un hermoso y despejado pedestal,
entre “bolos” de rocas plutónicas, robles achaparrados, avellanos, castaños,
brezales y enebros, sobre un poco de tierra parda y rodeándola de Serra do Eixe,
Serra Calva y Montes de Ramilo, para que la custodiaran y junto a Ella, como mástil que enarbolara la
bandera de su belleza y enclave, Peña
Trevinca, en lo más alto que Galicia pueda dar de sus tierras y para que de
forma cotidiana se rozara con Dios sin dificultad, porque aquí se toca el Cielo
y Galicia no es para menos.
Las aguas del Xares como regalo
divino bañan y riegan sus campos y la hermosean aún más si es posible con su
presencia, porque el agua es vida y a diario pasa parsimoniosa, sin prisas, aquí
la paz y la armonía se consigue con este especial sosiego, degustando su
andadura junto a su caserío cumplimentando la dicha de verse ambas allí y se
mira orgullosa en el espejo de ese “pequeño mar” denominado Encoro de Prada,
como yo me he mirado lleno de asombro en estos días en los que repetí viaje,
luego de un puñado de años.
Salir por la “Playa de los franceses”
dejando atrás: Castromao, Carracedo, Pradolongo, Alto de Covelo… entre uno de los paisajes más hermosos y singulares
de los que mi retina hayan visto en la vida, camino de La Rua, El Barco… causa
tal sensación que no es posible, olvidarse de todo esto y aunque uno no es de
la zona, si es amante de la belleza y sensible a estas realidades. Volveré a
degustar de esta paz y quietud lo antes que pueda y a llenarme plenamente los
pulmones de estos aires tan refrescantes y limpios. Hasta entonces, soñaré con
lo vivido.
Montero Bermudo. S. Juan
Despí, Mayo de 2.015
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