campiña ecijana

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martes, 14 de abril de 2015

Mi refugio astigitano


Mi patio.


          Si dicen que de la capital del reino al Cielo…   desde mi patio, más allá todavía.

           Tiene mi patio una luz que ni allá donde la fabriquen;  desde el Cielo baja en cascada inundando  hasta el más recóndito rincón de la casa. Por los vuelos  de las tejas, donde pueblan jaramagos y corretean a saltitos juguetones gorriones, volteando las canales y como una “Iguazú” van  cayendo ingentes vertidos de luz convirtiendo ese lindo rinconcito al descubierto que es el claustro de mi casa, en un pequeño Cielo a ras de suelo dentro de este hermoso refugio.

          De moderadas dimensiones ¿Para qué más? Bello, acogedor, sencillo, recoleto, relajante  y tranquilo lugar donde es posible soñar o vivir en paz que es lo mismo. Sentado  en el silloncito de mimbre que sobre la terracita que forma uno de los recodos  del corredor  en la planta de arriba, se puede ver el Cielo a lo grande, lejos o cerca, según el ánimo te acompañe y desde ahí todo tipo de: sueños, pensamientos o sensaciones son posibles; acompaña la tranquilidad y esa  música tan especial que la define,   donde los instrumentos que portan: golondrinas, gorriones o chicharras y grillos como solistas, más un coro que la misma brisa aporta con sonidos diversos y bien llevados a compás…  ahora un lejano abejaruco, una tórtola o zurita, el “crotoreo” de las cigüeñas desde el cercano minarete, las campanitas de la espadaña que llaman a misa en el vecino convento o aquella más grande y pausada que reza en el alto campanario  por el que se ha ido y hasta el ladrido de perros y los pelotazos de niños en patios colindantes, todos ellos,  maestros y profesores  de esta inconmensurable orquesta de la vida y que  dan al ambiente y a la misma existencia un sentido.

         Ojeando a mi alrededor observo a los pájaros como picotean las florecillas de los jaramagos, saltan de una teja en otra y bajan a la canal donde pierdo su visión, pero sus uñitas “taconean” sobre la chapa galvanizada que la compone delatando  su presencia allá donde se desplacen y vuelven a subir y vuelan a la otra orilla del patio; salta un pequeño cigarrón aprovechando no haber sido descubierto ¡Qué inocente!  ¡Poco durará! Ley de vida y una golondrina avisando de un agudo  silbido cual  rayo que se cuela mientras otra queda posada sobre los alambres del tendedero, habrá venido portando algo a su hogar que junto a una viga construyera tiempo atrás, no es el único, tienen más de uno aunque no diferencio de quien es este o aquel.  

          A lo más alto que da la vista, alguien pasa y deja su rastro: un trazado sobre el Cielo, parece como de tiza…  un restregón como una raya que a veces se retuerce por la corriente del aire y se ensancha  y difumina hasta poco a poco desaparecer;  ingenios de la civilización que arreglan unas cosas estropeando otras, pero no me ven, soy muy chico y van de prisa. Mientras advierto como se diluye esa marca contaminante, un respingo  de mi perra me sobresalta, otra vez las golondrinas que silbando y alborotadas  en tropel bajan ahora por lo menos tres…  me incorporo y echándome sobre la baranda me asomo, se escuchan pero no las veo,  Lola andan “discutiendo” ¿Qué dirán?  - Le digo a mi perrita –  ella metiendo el morrito entre los  barrotes, copia mi gesto y mira también, pero solo mueve su rabito.

          ¡Qué suelo más bonito de ladrillos me dejara mi amigo Cristóbal! Típicos ecijanos, con sus marcas de dedos y pequeñas desigualdades…  El pobre se fue para siempre hace poco y como a ese otro inolvidable Juan Antonio, lo veo por todos los rincones… la amistad cuando es de veras es sagrada…   y el pilón de la fuente  ¡Qué bien se quedó!  Y los codos que sostienen el corredor, tan característicos  de estas humildes construcciones y que dándoles un buen apaño, como a toda la casa, me la dejó saneada y en pie por mucho tiempo, como su memoria.

 

           ¡Qué barbaridad! ¡Cuánto desconchones!  Allí uno aquí otro, allá…  pero son bonitos y dan carácter,  como esos cercos de humedad en los bajos que aportan matices en los tonos del blanco y que tan pictóricos son…  si es verdad, en conjunto delatan que esto es casa de pobres, pero habrá que remendar  hasta donde se llegue  que una cosa es ser medio bohemio y otra el abandono y la dejadez.   

Montero Bermudo.
14 de abril de 2.015.

 

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