¡¡VIVA EL
CONFALÓN!!
Jueves Santo anochecido y en una
concurrida esquinita, entre tantos, expectante, algo inquieto y con la mirada
puesta en el final de una callejuela, allí, hasta algo nervioso esperaba verlo
aparecer. Había gente por todas partes, niños correteando de aquí para allá,
juventud hasta en pandilla, hombres, mujeres y carritos… dos hileras de “revotos” que como rio humano
serpenteaba abriéndose paso entre la
masiva concurrencia, salvando obstáculos e intentando, no sin dificultad,
llevar a cabo su cometido. La estación de penitencia que por mor de los
modernos enfoques de una sociedad, que anda más dispuesta en lo folclórico, lo
jocoso y en las banalidades que en un comportamiento acorde con la meditación y
la ética de lo que se celebra y que convierte algunas veces este rito cristiano
en algo más cercano a una gincana que a una procesión de penitentes.
El personal se contagia y cada uno
lleva el momento según le permita la compañía y las mismas circunstancias que
se crean al paso de la hermandad que procesiona.
La comitiva sigue su curso y un
bosque de capirotes como puntiagudas lanzas apuntan a un Cielo ya casi negro
¡qué sé yo! si con la intención de abrirlo de nuevo a la luz. Manojos de cirios
como hachones encendidos proyectan un bamboleo de luces y destellos por todo
cuanto en la cercanía me rodean, caritas infantiles formando bellos cuadros
teatrales ensimismados ante el rendido cirio que vierte cera a choreoncitos
sobre una “bola” que va creciendo con la insistencia de la demanda y la
voluntad del nazareno que colabora, jugando éste tal vez con la memoria y con
el recuerdo de cuando otros hicieron con él lo mismo e incluso por el
aburrimiento en la lentitud de la marcha.
Entre la muchedumbre que puebla la
noche se da cita un fantasmagórico espectáculo de luces que sobre blancas
paredes van proyectando escenas de Semana Santa, historias narradas al gusto o
al sentimiento de todo aquel que asista a este gran teatro de nuestras
creencias y hasta de nuestras costumbres ¿Por qué no?
El murmullo delata el acercamiento
ya, de lo más esperado y el canto a coro de unas hermosas voces que apiñados bajo un
puñado de rojos claveles y el tintineo de centelleantes cristalitos va dando
vivas a un crucificado que llevan en andas…
Confalón, el Cristo moreno, el más bonito de todos los Cristos, el Rey
de La Victoria… la “remua” de los chicos
y de los grandes que entre incansables vivas y al compás de una dulce mecida
van orgullosos y emocionados paseando al mejor de todos los Cristos para que
Écija entera lo vea.
Confalón ¿Qué tendrá este Confalón
que tan arraigado en ancestrales costumbres ecijanas mantiene a sus costaleros
tan fieles en sus animosos vivas? Uno se
contagia y no es para menos, porque la escena es de una belleza indescifrable;
la música que estos incansables “confaloneros” esparcen con sus vivas, se
entremezclan con el perfume del azahar y del incienso, elevando el espíritu y
las interiores emociones a una altura que se escapa a lo más elevado que los sentimientos puedan subir, confundido con
viejas historias y recuerdos que a uno le embargan y transportan por momentos a
un Cielo con el que se sueña.
Confalón, Rey de ese convento donde
gente sencilla, humilde y de la huerta pusieron sus miras ¡Qué bonito! ¡Qué
estampa! ¡Cuánta belleza en la imagen de este sencillo “paso”! Que no te
alteren, que no te cambien ni una tulipa de tu alumbrado, que el rojo de ese
puñado de claveles sea por siempre tu “monte”, que no amaine la fuerza de esos
corazones que crean tus “vivas” y que se
mantengan fieles tus hermanos a esa bendita costumbre de hacer pública su fe.
Ensimismado, boquiabierto y con la
emoción contenida por la voluntad de mantener la compostura lo veo pasar… la
mirada puesta en lo más bello y sublime que el momento me ofrece y repasando
como un buril las líneas que componen tan bella forma, grabando toda imagen y
con la mayor nitidez posible, porque se va, se lo llevan, va avanzando entre el
gentío y poco a poco en el recuadro de mis dominios por las líneas de fuga
hacia el punto del horizonte el conjunto va perdiendo su medida, al tiempo que
en mi alma se engrandece, porque no lo quiero perder, porque quiero seguir
viéndolo… el alboroto de los chiquillos
y la cháchara que me rodea va apagando el sonido del restregar de las
alpargatas, los cristalitos y los animosos vivas de estos infatigables
costaleros, pero los sigo viendo y por encima de un sembrado
de figuras que componen esta caterva todavía se divisa la original pirámide que
se forma entre costaleros, candelabros y Cristo en su cruz.
Confalón otro año más, otra vez que
te veo, otra cita prevista que queda aquí comprometida o en cualquier calleja
de esta Vieja Astigi para el año que viene y en el que si Tú quieres no habré
de faltar.
Gracias confaloneros, gracias a toda
esa gente de La Victoria que con tanto orgullo mantiene esta estampa tan
ecijana, tan cristiana y tan nuestra, uno de los pocos reductos que quedan en
este viejo lugar con sello propio.
Aroma y sabor, ética y amor, fe y
creencias tan digna y tan honrosa como en toda hermandad, pero que aquí con
orgullo, contra viento y marea mantiene y defiende lo autóctono, lo nuestro porque
ellos, los confaloneros, son así.
¡¡Viva el Cristo de Confalón!! ¡Viva la dignidad del Convento de La Victoria!
Y vivan los corazones de todo aquel que
con tanto sentimiento viste capillo en esta hermandad.
Montero Bermudo.
Abril de 2.015
Abril de 2.015
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