campiña ecijana

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viernes, 10 de abril de 2015

¡Viva el Cristo de Confalón!


¡¡VIVA  EL  CONFALÓN!!


 

          Jueves Santo anochecido y en una concurrida esquinita, entre tantos, expectante, algo inquieto y con la mirada puesta en el final de una callejuela, allí, hasta algo nervioso esperaba verlo aparecer. Había gente por todas partes, niños correteando de aquí para allá, juventud hasta en pandilla, hombres, mujeres y carritos…   dos hileras de “revotos” que como rio humano serpenteaba abriéndose paso  entre la masiva concurrencia, salvando obstáculos e intentando, no sin dificultad, llevar a cabo su cometido. La estación de penitencia que por mor de los modernos enfoques de una sociedad, que anda más dispuesta en lo folclórico, lo jocoso y en las banalidades que en un comportamiento acorde con la meditación y la ética de lo que se celebra y que convierte algunas veces este rito cristiano en algo más cercano a una gincana  que  a una procesión de penitentes.

          El personal se contagia y cada uno lleva el momento según le permita la compañía y las mismas circunstancias que se crean al paso de la hermandad que procesiona.

          La comitiva sigue su curso y un bosque de capirotes como puntiagudas lanzas apuntan a un Cielo ya casi negro ¡qué sé yo! si con la intención de abrirlo de nuevo a la luz. Manojos de cirios como hachones encendidos proyectan un bamboleo de luces y destellos por todo cuanto en la cercanía me rodean, caritas infantiles formando bellos cuadros teatrales ensimismados ante el rendido cirio que vierte cera a choreoncitos sobre una “bola” que va creciendo con la insistencia de la demanda y la voluntad del nazareno que colabora, jugando éste tal vez con la memoria y con el recuerdo de cuando otros hicieron con él lo mismo e incluso por el aburrimiento en la lentitud de la marcha.

          Entre la muchedumbre que puebla la noche se da cita un fantasmagórico espectáculo de luces que sobre blancas paredes van proyectando escenas de Semana Santa, historias narradas al gusto o al sentimiento de todo aquel que asista a este gran teatro de nuestras creencias y hasta de nuestras costumbres ¿Por qué no?

          El murmullo delata el acercamiento ya, de lo más esperado y el canto a coro  de unas hermosas voces que apiñados bajo un puñado de rojos claveles y el tintineo de centelleantes cristalitos va dando vivas a un crucificado que llevan en andas…   Confalón, el Cristo moreno, el más bonito de todos los Cristos, el Rey de La Victoria…  la “remua” de los chicos y de los grandes que entre incansables vivas y al compás de una dulce mecida van orgullosos y emocionados paseando al mejor de todos los Cristos para que Écija entera lo vea.

          Confalón ¿Qué tendrá este Confalón que tan arraigado en ancestrales costumbres ecijanas mantiene a sus costaleros tan fieles en sus animosos vivas?  Uno se contagia y no es para menos, porque la escena es de una belleza indescifrable; la música que estos incansables “confaloneros” esparcen con sus vivas, se entremezclan con el perfume del azahar y del incienso, elevando el espíritu y las interiores emociones a una altura que se escapa a lo más elevado  que los sentimientos puedan subir, confundido con viejas historias y recuerdos que a uno le embargan y transportan por momentos a un Cielo con el que se sueña.

          Confalón, Rey de ese convento donde gente sencilla, humilde y de la huerta pusieron sus miras ¡Qué bonito! ¡Qué estampa! ¡Cuánta belleza en la imagen de este sencillo “paso”! Que no te alteren, que no te cambien ni una tulipa de tu alumbrado, que el rojo de ese puñado de claveles sea por siempre tu “monte”, que no amaine la fuerza de esos corazones que crean tus “vivas”  y que se mantengan fieles tus hermanos a esa bendita costumbre de hacer pública su fe.

          Ensimismado, boquiabierto y con la emoción contenida por la voluntad de mantener la compostura lo veo pasar… la mirada puesta en lo más bello y sublime que el momento me ofrece y repasando como un buril las líneas que componen tan bella forma, grabando toda imagen y con la mayor nitidez posible, porque se va, se lo llevan, va avanzando entre el gentío y poco a poco en el recuadro de mis dominios por las líneas de fuga hacia el punto del horizonte el conjunto va perdiendo su medida, al tiempo que en mi alma se engrandece, porque no lo quiero perder, porque quiero seguir viéndolo…  el alboroto de los chiquillos y la cháchara que me rodea va apagando el sonido del restregar de las alpargatas, los cristalitos y los animosos vivas de estos infatigables costaleros, pero los sigo viendo y por encima de un sembrado de figuras que componen esta caterva todavía se divisa la original pirámide que se forma entre costaleros, candelabros y Cristo en su cruz.

          Confalón otro año más, otra vez que te veo, otra cita prevista que queda aquí comprometida o en cualquier calleja de esta Vieja Astigi para el año que viene y en el que si Tú quieres no habré de faltar.

          Gracias confaloneros, gracias a toda esa gente de La Victoria que con tanto orgullo mantiene esta estampa tan ecijana, tan cristiana y tan nuestra, uno de los pocos reductos que quedan en este viejo lugar con sello propio.

          Aroma y sabor, ética y amor, fe y creencias tan digna y tan honrosa como en toda hermandad, pero que aquí con orgullo, contra viento y marea mantiene y defiende lo autóctono, lo nuestro porque ellos, los confaloneros, son así.

           ¡¡Viva el Cristo de Confalón!!  ¡Viva la dignidad del Convento de La Victoria!  Y vivan los corazones de todo aquel que con tanto sentimiento viste capillo en esta hermandad.

Montero Bermudo.
Abril de 2.015

 

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