Se fue mi amigo Cristóbal Sillero
Las puertas de par en par las
tendrá abiertas, no tendrá que llamar,
porque el Cielo lo tiene ganado. Alegría
les dará a tantos que lo conocieron y que antes que Él partieron y allí lo
esperan, pero a los que aquí nos quedamos una inmensa pena nos embarga, porque
nos quedamos más solos.
Hoy, para más tristeza y por si no tuviera uno bastante, se me va un
amigo. Un hombre cabal de pies a cabeza, un ser entrañable y cariñoso;
sencillo, humilde y con la grandeza y categoría de buena persona. Se va
en silencio, como vino, rodeado del calor de los suyos sin pedir nada y dando,
porque deja mucho, deja un informe completo a todas luces de cómo se puede ser
bueno con poco, sin molestar a nadie y poniendo el listón muy alto porque su
sencillez pegaba gritos en silencio. No lo dirán por la tele, ni en los
periódicos y a lo peor ni se enteraran muchos
¡Bueno está! Tampoco hará falta y
Él ni se molestará porque nunca demandó nada…
pero una flor en mis intenciones y mi eterno agradecimiento no le habrá
de faltar y la memoria de su enternecedora sonrisa la guardaré en lo más hondo
de mí, porque a personas así llega uno a querer como propio y Él ya formaba
parte de “esas cosas bonitas” que a uno le pasa en la vida y eso, eso ya te
pertenece.
Cristóbal, amigo entrañable del que
no me hubiese querido despedir nunca, llévate allá donde vayas el más grande de
los abrazos y agradecimiento por como eras; en mi casa que junto a la tuya
está, como aquella otra donde nací,
estará tu nombre puesto en un rinconcito para leerlo cuando entre, pero tu
presencia en toda ella y en cualquier lugar donde yo esté andarás conmigo.
Montero Bermudo
14 de Marzo de 2,015
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