campiña ecijana

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miércoles, 18 de marzo de 2015

Costalero ecijano


De mi Pregón al Costalero.   

     

            A la hora convenida, como un clavo me encontraba con mi faja y mi costal en la preciosa portada que da acceso a esa iglesia  Monumento Artístico,  que es  Santiago, con los arreos de brega  bajo el brazo apoyada la espalda sobre un trozo  de ese aporte que hizo  Estepa  a la historia de tanta fábrica en esta bendita Écija, recorriendo con la mirada la barrera que circunda a esa cruz de Camposanto, otrora en el lugar donde nos fajamos y con la mente puesta en el compromiso y la palabra dada, esperando la llegada de mi primo y de su compañero que me llevarían al nombrado patio  donde fui presentado al “Turronero” como cariñosamente le llamaban al capataz…   bien, bien, muy bien,  haremos algunas chicotaítas” me dijo de manera afectuosa aquel hombre: alegre y animoso que andaba al frente (y sigue) de ese puñado de almas que formaban su cuadrilla.

           Prácticamente no me saldría  en todo el recorrido y  al final del mismo, en la puerta antes de entrar,  donde me tocaba  dejar el sitio a otro,  se escuchó por las trabajaderas de alrededor de la mía: “el  mastín  no se sale, que esto está muy malo y aquí hace falta gente que meta riñones”  así que entró el de remuda y poniéndonos  prácticamente de lado porque no cabíamos bajo  el palo,  entramos por aquella puerta bajo los arcos y cruzando el patio abrazados por la cintura, pegando resoplidos como la válvula de una olla exprés,  mientras alrededor del pilón de la fuente, dejábamos  casi a ras de suelo los setos de los arriates de las flores.

           A veces sucederá que  no encuentras porque se escapa, escurridiza como peces entre manos mojadas, esa fuerza que a ti te sobra y que en ocasiones sin darte cuenta le da un quiebro la picardía al corazón y como jugando al escondite la buscas desesperado sin saber dónde se habrá metido. Una mano fuerte, firme y con decisión te rodeará la cintura y apretando contra sí te llevará en volandas… ¡¡Vamos parriba!! ¡Questo no es na!    Es tu amigo, tu hermano, tu compañero de fatigas y de trabajadera que te siente y no consiente que te quedes atrás; ahora te ha tocado a ti, posiblemente ya repuesto y animado, alguna  “chicotá” más adelante lo harás tú con  el del otro lado.

           El corazón de esta gente joven hace de vez en cuando estas  jugarretas, no entiende de ahorros ni reservas, se entrega sin contemplaciones y a manos llenas, todo lo que da le parece poco…  irán aprendiendo con el paso del tiempo y sabrán regular guardando siempre ese restito o “cartuchito” de energía  que le será demandado en las últimas “chicotás”, en las dificultades de la puerta al final del recorrido o quizás por ese novato, hecho todo corazón al que habrá que socorrer.

 

    … Cuando aquel día  bajamos el paso en su sitio  ya dentro de Santiago, después de tan sorpresiva y tremenda experiencia en aquel lugar de encantamiento, como flotando en un  mundo irreal  donde  soñando y despierto andaba la quimera,  extasiado y falto de resuello quedé un instante de rodillas, con los brazos estirados y sin soltar la trabajadera buscando el aire necesario siquiera para seguir vivo y con una idea ya concebida y muy concreta: mientras me dejen y las fuerzas me lo permitan, yo no me separo de este sitio ni de esta gente; le di las gracias a la Virgen que arriba estaba y me salí como pude y hacen los novatos: rodando y casi arrastrándome por el suelo; la miré intensamente satisfecho y agradecido, pretendiendo con ello transmitirle muy en serio mis deseos para el año siguiente, yo en esto no gasto bromas y le “robé” una flor como recuerdo para mi señora que esperaba impaciente a ver en qué quedaba todo aquello.

          Metido en ese mundo ahí debajo, se ven imágenes que cada uno sabrá guardar en su alma como reliquia para los restos, imágenes que enseñan, que transmiten humanidad y compañerismo, que marcan y que quedará en la memoria del que sepa verlas como enseñanza…           

          …He visto cómo y con qué entrega se ayuda en el esfuerzo al compañero, con el cariño que se le arregla el costal al que no sabe por dónde meterle manos, cómo se llora por el que desgraciadamente se ha ido, cómo se reza, cómo se aprietan los dientes y se clavan las uñas de rabia en la trabajadera donde te agarras para explotar si hiciese falta, porque esta “levantá” va por la madre o el padre de uno de los nuestros  que este año ya no está, y a ti, que ya te faltan también los tuyos, no te importará partirte en dos si fuese necesario acordándote de ellos y la cara chorreando de lágrimas de ese padre que da el costal como testigo colocándoselo al hijo y reír, reír a carcajadas sujetándose las quijadas con una mano y los mocos de un sorbetón mientras el más capaz de contenerse intenta ponerse serio y con un aviso por su parte mitiga por momentos el descoloque:

 

“Señoreeees, por favor, que se escucha todo desde fuera.”

 

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