La vida es un soplo que el viento se
lleva
Solo
orgulloso y agradecido no, más, mucho más anda uno en estos momentos
cuando tantos de los tuyos, porque así los consideras, se arriman a ti no en
demanda de nada y si en halagos, porque
ello se desprende del cariño y del buen trato que te obsequian, porque te
quieren y cuentan contigo ¿De qué si
no?.
El mundo en una oración, tu vida en
puñado que se va entre los dedos y no aprietas porque asientes, sabes que es
ley y solo quieres sentirte allá donde se quiere, porque es algo que se sabe,
porque los años enseñan y aclaran cosas y porque aquí no hay nadie que sepa más
de lo tuyo propio que tus años te enseñaron,
por viejo o cercano a ello y porque el lustre de lo pasado te ha dado
esa pátina que da forma y color a ti mismo, nadie es igual, cada persona es un
mundo y mientras dure ese amor que ahí
te lleva y conlleva porque es donde encuentras parte de lo que necesitas ¿Para qué más bienes? Si no
hay riqueza más grande en el mundo que aquella que te permite ser feliz
siquiera por momentos.
Ya que la vida es un soplo que el
viento se lleva, trance en el que la consciencia no da abastos al
discernimiento de todo cuanto por ella discurre ¡Vívela! Acéptala tal como se te presenta y degusta
los pequeños sorbos de belleza que te
lleguen al alma. Uno siempre va tarde y a toro pasado luego todo parecería más fácil
¡Ah! Pero el momento marchó y cuando las páginas de tu historia se
muevan con el devenir de nuevos horizontes, donde quizás ni a otros el tiempo
de su existencia les permita perderlos
en lecturas ajenas, todo quedará olvidado en ese pozo de profundidades oscuras
y de difíciles miras.
Agridulce felicidad que a cuenta
gotas llega, casi la mayor de las ocasiones, junto a sin sabores que pretenden
deformarla, pero no, no a de privarse uno del néctar sabroso del amor a lo tuyo aunque envuelto
en “tropezones” aparezca y como la buena
manteca untada en mollete que ha de servir de alimento nutricional que cubra la
tasa metabólica diaria, sirva además para el reconforte del ánimo, que al alma
también hay que arrimarle pan aunque sea durillo, porque siendo para ello sabrá
a gloria y que las contrariedades y el
qué dirán que la vida aporta no te
priven que a dos manos y chorreando la pringue pecho abajo degustes ese manjar cual niño glotón y ensimismado en su momento,
sin importarle el qué dirán, porque el “mollete” es tuyo, que de corazón te lo
dan y a ti te pertenece por derecho
propio.
Montero Bermudo, 7 de Febrero de 2.014
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