campiña ecijana

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viernes, 2 de enero de 2015

Esperando a los Reyes


                        Con el pensamiento absorto y ensimismado en el encanto  de una niñez, la que no suma fechas si no ilusiones porque es gratuito y manan corazones a borbotones como en veneros.

            El hombro echado sobre la moldura que a la puerta enmarca y que da a la noche, jubilosa Ella  que rompe marcha y que ya es de Reyes. Engalanada para el evento con sus mejores atuendos porque Ella es, la embajadora, y está preparada para  recibirlos. El día se terminó y la oscuridad adueñada del exterior me intriga como niño que algo espera y miro, observo con dificultad por la balconera  a través de empañados cristales, froto un poco y quito vaho y por  el círculo que se forma arrimando la nariz curioseo, recreo la mirada sobre ese manto azul oscuro en el que se transformó la noche,  intentando adivinar entre las sombras  del  exterior que  ante  mi ocupan el espacio,  algo del misterio de su grandeza, empresa inviable y solo al alcance de la utopía de ese niño que, hasta un poco oculto, anda por siempre detrás del sueño de mi ilusión.

          Salen al paso de mis pesquisas,  dándole luz a esa figuración y a mi fantasía, un gran séquito de estrellas que es comitiva y  que acompañan lo que ya el panorama ha convertido en un espectáculo  y, entre el coloquio de sus centelleos, diviso a una que es un lucero y me hace señas, que parece que me observa y con su brillo me echa un guiño y yo, con un leve gesto y una sonrisa  intento orientar hacia ella a mi perrita, mi fiel compañera, la  que  intentando enterarse de lo que ocurre, aquí pegadita a mí, va echando vaho sobre el cristal y ella sola se hace un lio porque no ve  ¿Qué mira con tanto ahínco?  Se preguntará y dándome con su manita y hasta con el morrito en el pantalón me interroga para averiguarlo.

          Lola, mira aquella estrella allá en el Cielo  – le sugiero en voz bajita  y con una mueca -  no, allí, aquella,  le señalo con el dedo y parece que la viera y abrimos los dos el balcón… ¡Qué frio!   ¡Cierra!  ¡Cierra!  Y salimos del todo fuera y tras de nosotros la puerta como frontera, echo mis brazos sobre la baranda y ella, se apoya con sus manitas sobre el filo de un macetón de geranios que permanece inerte, la estrella sigue mirando y nosotros a ella.

           La luna se ha percatado, pero no quiere inmiscuirse y nos deja, solo interviene de manera  contemplativa, se sonríe y nos alumbra para que estemos mejor ambientados seguramente,  hasta ver la cosa en  qué queda  y nosotros, ensimismados  miramos a la estrella y en sus destellos adivinamos, (damos por  hecho que lo entendemos) que quiere decirnos algo, que desea que estemos por ella y le comento  a mi Lola ¿Te apuestas a que si le pedimos lo de la carta de Reyes  a Ella…?   ¿Y qué le pedimos? ¿Nosotros no somos ya de Canastitos?  Tú eres una perrita y yo, yo soy más viejo que el Rey y no se va a creer  que todavía vivo en esas ilusiones.

             Se lo pediré  y para cuando lleguen Sus Majestades, si llegan, que eso será otra, los espero con la cabeza clavada en el cuello y metida todo lo posible hacia abajo, con la barbilla en el pecho y la solapa levantada para que no me reconozcan, que solo me vean los ojos, que en ellos solo descubrirán el brillo y la ilusión del niño que soy y colará…   

          Y la noche, como la mejor embajadora se engalana con la más hermosa de sus prendas y abalorios para recibirlos y nosotros,  ¡ay nosotros!  Que a lo peor no hemos sido buenos del todo este año y nos la tienen guardada…          “Tráete la perrita para dentroooo,  que  vais a quedaros tiesosssss…    se escucha desde no sé dónde, más unos seguidos golpecitos de nudillos sobre el vidrio que a mis espaldas queda, me hacen bajar de esa nube donde volábamos mi perra y yo, a la realidad que no es otra que el suelo donde pisamos y ahí, mi mujer a través de los cristales (ahora desde dentro) haciendo gestos con los brazos…    ¿Qué hacéis? “ - nos interroga con cara de extrañeza -     ¡Vamos Lola!    Que lo mismo aparecen los Reyes por la puerta de las escaleras. 

           ¿Qué le voy a decir?  ¿Entenderá mi perrita que los Reyes pueden llegar por cualquier lugar y no hay puerta que les impida el paso?  Ellos tienen la llave maestra de la ilusión y esa lo abre todo. Hasta para llegar a mi Lola, y ella, como ha sido buena y confía en mí, seguro que verá llegar a Sus Majestades desde su camita.

Con los pies en el suelo y la mirada en una estrella en una Noche de Reyes.

Montero Bermudo 2.015

 

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