Con el pensamiento absorto y ensimismado en el encanto de una niñez, la que no suma fechas si no ilusiones porque es gratuito y manan corazones a borbotones como en veneros.
El hombro echado sobre
la moldura que a la puerta enmarca y que da a la noche, jubilosa Ella que rompe marcha y que ya es de Reyes. Engalanada para el evento con sus
mejores atuendos porque Ella es, la embajadora, y está preparada para recibirlos. El día se terminó y la oscuridad
adueñada del exterior me intriga como niño que algo espera y miro, observo con
dificultad por la balconera a través de
empañados cristales, froto un poco y quito vaho y por el círculo que se forma arrimando la nariz
curioseo, recreo la mirada sobre ese manto azul oscuro en el que se transformó
la noche, intentando adivinar entre las
sombras del exterior que ante mi
ocupan el espacio, algo del misterio de
su grandeza, empresa inviable y solo al alcance de la utopía de ese niño que,
hasta un poco oculto, anda por siempre detrás del sueño de mi ilusión.
Salen al paso de mis pesquisas,
dándole luz a esa figuración y a mi fantasía, un gran séquito de estrellas que es comitiva y que acompañan lo que ya el panorama ha
convertido en un espectáculo y, entre el
coloquio de sus centelleos, diviso a una que es un lucero y me hace señas, que parece que me observa y con su brillo me echa un
guiño y yo, con un leve gesto y una sonrisa
intento orientar hacia ella a mi perrita, mi fiel compañera, la que
intentando enterarse de lo que ocurre, aquí pegadita a mí, va echando
vaho sobre el cristal y ella sola se hace un lio porque no ve ¿Qué mira con tanto ahínco? Se preguntará y dándome con su manita y hasta
con el morrito en el pantalón me interroga para averiguarlo.
Lola, mira aquella estrella allá en el Cielo – le sugiero en
voz bajita y con una mueca - no, allí, aquella, le señalo con el dedo y parece que la viera y
abrimos los dos el balcón… ¡Qué frio! ¡Cierra!
¡Cierra!
Y salimos del todo fuera y tras de nosotros la puerta como frontera,
echo mis brazos sobre la baranda y ella, se apoya con sus manitas sobre el filo
de un macetón de geranios que permanece inerte, la estrella sigue mirando y nosotros a ella.
La luna se ha percatado, pero no
quiere inmiscuirse y nos deja, solo interviene de manera contemplativa, se sonríe y nos alumbra para
que estemos mejor ambientados seguramente, hasta ver la cosa en qué queda y nosotros, ensimismados miramos a la estrella y en sus destellos adivinamos, (damos por
hecho que lo entendemos) que quiere decirnos algo, que desea que estemos
por ella y le comento a mi Lola ¿Te
apuestas a que si le pedimos lo de la carta de Reyes a Ella…? ¿Y qué le pedimos? ¿Nosotros no somos ya de
Canastitos? Tú eres una perrita y yo, yo
soy más viejo que el Rey y no se va a
creer que todavía vivo en esas ilusiones.
Se lo pediré y para cuando lleguen Sus Majestades, si llegan, que eso
será otra, los espero con la cabeza clavada en el cuello y metida todo lo
posible hacia abajo, con la barbilla en el pecho y la solapa levantada para que
no me reconozcan, que solo me vean los ojos, que en ellos solo descubrirán el
brillo y la ilusión del niño que soy y colará…
Y la noche, como la mejor embajadora se engalana con la más hermosa de sus
prendas y abalorios para recibirlos y nosotros,
¡ay nosotros! Que a lo peor no
hemos sido buenos del todo este año y nos la tienen guardada… “Tráete
la perrita para dentroooo, que vais a
quedaros tiesosssss… “ se escucha desde no sé dónde, más unos
seguidos golpecitos de nudillos sobre el vidrio que a mis espaldas queda, me
hacen bajar de esa nube donde volábamos mi perra y yo, a la realidad que no es
otra que el suelo donde pisamos y ahí, mi mujer a través de los cristales
(ahora desde dentro) haciendo gestos con los brazos… “¿Qué
hacéis? “ - nos interroga con cara de extrañeza - ¡Vamos Lola! Que lo mismo aparecen los Reyes por la puerta de las escaleras.
¿Qué le voy a decir? ¿Entenderá mi perrita que los Reyes pueden llegar por cualquier lugar y
no hay puerta que les impida el paso? Ellos tienen la llave maestra de la ilusión y
esa lo abre todo. Hasta para llegar a mi Lola, y ella, como ha sido buena y
confía en mí, seguro que verá llegar a Sus Majestades desde su camita.
Con los pies
en el suelo y la mirada en una estrella en una Noche de Reyes.
Montero
Bermudo 2.015
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