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El
mejor regalo de Reyes.
Con la mente puesta en ilusiones lejanas me fui a dormir y aunque tardé,
al final una franja de luz en el horizonte, recortando ilustre figuras a lomos
de camellos, me despidieron con una sonrisa y como un niño me recogió Morfeo…
… Y soñando la vi sonreír, no me lo creía y
entre el desconcierto y la fascinación se me escapó un suspiro hondo, un
sollozo y un deseo de abrazarla; rompí en el llanto, llegó y se puso a mi vera
y entre sus manos me cogió la cara y
dándome un beso en la frente me dijo que no llorara; estas igual - le dije casi sin atreverme y con la voz
entrecortada - es más, yo diría que
hasta más joven y mucho más guapa. No las tenía todas conmigo y me sonaba como
a sueño todo aquello que estaba viendo y
para que no se desbaratara no quería arriesgarme a pedirle sus manos, ni siquiera que
me abrazara, ni a preguntarle qué tal le iba, ni mucho menos que conmigo se
viniera, pues desde el día que se marchó
hay un vacío en mi vida, un pozo muy hondo y oscuro donde se ahoga mi alma y una pena tan amarga que ya se me hace eterno
el tiempo de espera por verla. Nos miramos de madre a hijo y yo a Ella, porque
es mi madre y mientras Ella sonreía impotente la observaba y entretanto
suspiraba mirando de contenerme, me había dicho que no llorara y con sus dedos
por mis sienes suavemente me iba frotando y me decía que me calmara que solo
había venido a verme que aquí no pasaba nada, pero indigente de su cariño no
había quien me consolara.
No tengas pena ninguna, a ti
siempre habrá quien te quiera, tu sigue con el convencimiento de hacer lo mejor
que puedas con todo aquel que te pida lo que en tus manos tengas, yo no te veo
tan solo, te quiere quien te rodea y debes de sacar fuerzas de flaqueza de allá
donde las tengas para aprender a conformarte que no es poco lo que te queda. Yo
siempre miro por ti y no quiero que tengas penas, ni tan siquiera quiero que
digas que a ti los Reyes no llegan.
Terminó de consolarme y
diciéndome esas cosillas me dio otro beso de madre y las manos me acariciaba y con aquel
cosquilleo tal como llegó se difuminó en la penumbra. Estos sueños que
dejan a uno en el sobresalto y atónito, me trajeron el
despertar, recorrí la mirada entre la oscuridad en la que andaba inmerso y
encendí la luz para ver; sobre la almohada un charquito de lágrimas y el brazo
caído hasta el suelo y junto a él mi perrita lamiendo y desesperada por
levantarme. Me seguía mirando y
lamiéndome las manos porque algo nuevo notaba ella… no, Lola no, las manos no… me salió del alma. ¿Qué sabría la pobrecita
lo que en ella estaba lamiendo? ¡Venga,
venga! Todo el mundo a la calle, que
andará llena de “guindillas” cada uno con su juguete. La chaqueta en el hombro
colgando y a medio poner el collar, con la cabeza “descompuesta” y huyendo de
esa otra realidad, salimos escaleras
abajo como si nos hubiesen dado un tiro de sal en el culo.
Montero
Bermudo.
S. Juan
Despí Día de Reyes de 2.015
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