campiña ecijana

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viernes, 16 de enero de 2015

Tus "costaleros" te levantaremos


¡¡Écija despierta!!


 

La bella Astigi cual Ninfa Oceánica en el lecho de su hermoso valle y junto al río, donde suaves lomas que a modo de almenas de castillo encantado la rodean y custodian. Enclavada sobre el solar donde la “veteranía romana”  labró con piedras  el  vasto camino de la grandeza y la libertad, donde la impronta de una cultura inmensa, refinada  y exquisita subida de África llegó para quedarse y donde  tanta nobleza surgida de lo más hondo del suelo patrio dio alcurnia y abolengo a su existencia.  

La que en estos tiempos de tanto acopio en el intelecto, anda a la brega coleccionando su propio “álbum”, ese que nunca aparece quien lo completa y, repetidos hasta la saciedad aparecen otros  que ya no valen ni para el cambio; defensores de falsas modernidades que no son tales y a los que alguien tendrá que ponerle veto y apartarlos de este “juego a la casita” en el que andamos inmersos.

Reposa casi dormida, como una Princesa  de cuento a la espera de ese beso principesco que la saque del letargo y que como mal de ojo, castigo o maldición, postrada la tiene sin dar tregua a que se exprese como siempre lo hizo y mientras llegue ese Príncipe esperado para salvarla, porque no es posible que tal belleza, rica en historia como ninguna y acaudalada de ilustres hijos, siga por tiempo solo morada por esta ingente ocupación de parásitos que hoy, más que habitarla  la asolan...

El Valle donde se emplazara la Écija y sus anteriores enclaves humanos que llegaron hasta nosotros y que posiblemente ya brotara con raíces hasta en el Cenozoico o Era Terciaria ¡Qué sé yo! enclavada  o asentada sobre ese punto donde el hombre encontró caminos y medios como la agricultura, la ganadería o la pesca para dejar de ser nómadas y establecerse de un modo casi estable, donde el Viejo Síngilis discurriera con sudor y llanto desde unas cumbres blancas tocando el Cielo allá en lo alto del pedestal más hermoso e impresionante que nos dejara la Orogenia Alpina del Mesozoico   en el sur de la Hispania.

Tierra fertilísima regada por Él y que como Cuerno de la Abundancia fuera vertiendo con el oro de sus regadíos  todo cuanto es posible aspirar por una tierra. Aquí dormida anda, porque el designio de su fortuna la dejó hace ya algún tiempo en manos de esa “plaga” que todo lo destruye y no construye, por esa “peste” de desinformados  a voluntad, que en su ignorancia solo buscan el fácil ordeño de una ubre mal nutrida a la que ni  llevan  a pastar.

Écija cuna del sol y de tantos como te engrandecieron, de tierra exuberante que dio a los suyos riqueza infinita, que no regateó en naturales prendas  impartiendo a raudales su “Eterna  Luz”, “Bendecida Agua” e infinitos frutos, te mereces que te quieran y no con moderación, pues quererte como un loco y no caer en la demencia sería hasta más razonable. En ese estado es en el que aquí ando, como otros muchos que repartidos por esos mundos te sueñan, enamoradito hasta las trancas y a la espera en estos días y ahora sí, con el habitual nerviosismo cuando la fecha se aproxima para volvernos a encontrar.

Será en esta, tal vez por las circunstancias algo especial, porque los amigos me citan como a patio de vecinos, en esa corrala  que son hermandades de los cofrades,  a que les cuente algo de lo vivido, de lo que siento, de lo que veo, de lo que sueño…  y por  aquello de la vanidad que junto al hombre anida, innegable, nobleza obliga.

 

Montero Bermudo,  “Costalero de Écija”
16 de enero de 2.015

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