Dichosas Pascuas de
Navidad
Según lo que comenta
todo el mundo que me rodea y los que, aun andando algo más separados o lejos,
me bombardean para que me entere por todo medio de comunicación ¡Llega la
Navidad! Las Pascuas como siempre
escuché en casa. Ampliada información que he podido recoger al acercarme al centro de la capital por
cuestiones de trabajo y que ya anda la cosa impregnada de fiesta. Gente a dos manos comprando bolsas
llenas de no sé qué, musiquilla cansina y ñoña que invade todo territorio, luminosos
anuncios y carteles, carcas y manidos en su mayoría, todo se trata en aumentar
voltios y vatios, en esto la “cosa” no ha ido a mejor, en todo caso si a más, pero juntándolo todo
ello, a malo, por repetitivo y por poco creativo; aquí de lo que se trata es de
vender y enseñar al prójimo lo “guapo” que me voy a poner, lo que tengo y la
celebración que le voy a dar a las fechas comiendo y bebiendo “sin
conocimiento” con estos, aquellos y los de más allá, dándose la paradoja de que
a muchos no les quedará tiempo ni para hacerlo con la familia.
Para algunos, como es mi
caso, estas fechas han llegado a convertirse en unos días muy señalados, donde
te recuerdan a los muchos que te faltan, a los “tiempos buenos” de la vida
donde además de menos años y ganas de todo, los tenías a ellos, los que faltan.
Ya sé que no a todo el
mundo le pasa lo mismo, aunque si a muchos, porque lo escucho. Los más jóvenes,
los que aún no han pasado por el “examen” al que me refiero arriba, con ganas
de fiestas y dispuestos a apuntarse a un bombardeo si hace falta, les viene
bien cualquier fiesta con tal de salir escuchando todo tipo de ruidos,
celebraciones y jaranas… otros hicimos algo parecido cuando nos tocó,
bendita juventud y época.
Hemos llegado a
convertir todo lo navideño en algo demasiado materialista y ello junto a lo
“vivido perdido” es quizás lo que más molesta; antes eran días
de unión e ilusión, pero con más sentimientos, algo muy esperado entre familia;
en general la celebración empezaba por la propia casa, seguida del vecindario y
ampliada a continuación por los demás, hoy creo que la “cosa” se ha invertido.
Es mi punto de vista y posiblemente visto con el color del cristal de las gafas
que la vida me ha ido colocando.
Los recuerdos de aquel
olor a picón del brasero y el pellizquito de alhucema que invadían mi casa, el
casi sentido nerviosismo desde días antes a la espera de las gachas que hacía mi madre, con su
matalahúva, coscurritos de pan frito y la canela; el riquísimo arroz con leche
de cabra recién ordeñada, con su canela y la piel de limón; los polvorones y
alfajores y que en años buenos los llegó a traer mi padre de “La Colchona”,
nada menos y las acostumbradas
habichuelas para la Noche Buena, con sus penquitas de cardos arrecifes …
“niñaaa - Decía mi abuela desde el zaguán en épocas
más apretadillas - toma este chorisito que te comprao an ca “el vizco” pa la habichuela” ¡Ay mi mumá Carmela! Que le transmitió a mi madre lo más valioso
del mundo: la humanidad y los buenos sentimientos… sentados en la mesita con la
ropa estufa echada sobre las piernas y ese recordatorio de vez en cuando… ¡Deja ya la paleta hombre que se gasta el
picón! Mientras poblada la mesa de
papelillos de colores recortábamos el cartón de la caja de zapatos que
guardábamos desde la Feria, haciendo los canastitos… me invaden y al mismo
tiempo zarandean, como avisándome de que los tiempos cambian y poniendo de mi
parte lo que es posible o soy capaz, soporto con voluntad lo que menos me guste
y me limito a centrarme en los que me rodean y quieren, en “mis habichuelas”,
que salgan buenas este año también, en montar el nacimiento, algún canastito
que otro y hasta en el concierto de Año Nuevo que esto cada vez me gusta más.
Es lo que hay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario