Con mi faja y mi costal, sin recoger… por si acaso.
Un recuerdo estupendo de esos
años que tuve la inmensa fortuna de convivir con gente maravillosa, las que al
amparo de unas creencias coexisten en buena harmonía y las que me permitieron
abrir el horizonte de una vida, que solo o poco acompañado y alejado de lo que
a uno le gusta, bien triste sería.
Ellos me permitieron acrecentar el amor por muchas
cosas, que casi perdidas a la fuerza, ahí andaban y sobre todo por lo humano, de lo que en
buena medida andan sobrados.
Me enseñaron mucho de lo que,
aunque intuía, no sabía bien y me dieron tanto que no pagaré porque esas cosas
no tienen valor material y no se pueden saldar
cuentas con los amigos si no es con amor a ellos, cosa que no regatearé
nunca.
Ya no voy con el costal, pero
sigo junto a ellos cumpliendo otros cometidos, también necesarios y reconstituyentes
y a tantos más de los que engrandecieron
la lista con las vivencias y los tiempos transcurridos. Seguiré disfrutando
junto a mis dos hermandades y a las
demás, porque esto al final se convierte en una familia y es imposible
despegarse de ningunos.
No obstante, como un guerrero en
la reserva me mantengo y mi costal junto a la faja andan a la vista y sin
recoger del todo, por si acaso es necesario.
Montero Bermudo.
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