campiña ecijana

campiña ecijana

domingo, 30 de noviembre de 2014

Desayuno después del paseo







El Otoño y un paseo.

 

          Extendida bajo mis pies como una alfombra a lo Gustav  Klimt, las hojas caídas de los árboles cubren el suelo de este precioso camino  por donde discurre el paseo mañanero de un domingo de otoño, el de hoy, y del que junto a mi inseparable Lola voy disfrutando del paisaje en esta fresca, que no fría mañana, entre verdes alimonados, ocres, tostados, rojizos, amarillos viejos y oxidados oros.

          Mientras los pajarillos cantan por los alrededores de donde discurrimos, mi perra juega y al sorteo va cogiendo hojas con su boquita y las levanta para que yo las vea, va contenta olfateando y saltando  y se fija allá donde le suenan ruidos imperceptibles para mí, pero no a su portentosa capacidad auditiva (se entera de todo) persiguiendo a la carrera inesperada toda aquella que el suave viento de algún recodo en el camino mueve y desplaza y yo me río complaciente y cómplice con ella, le amplío el territorio de juego  dándole con una ramita que a modo de “garrote cabrero”  llevo  ¡Ay! Lo gravado de chico que surge sin pretenderlo, la cabra tira al monte se dice en estos casos, aunque habría que decir el cabrero en esta ocasión y se las levanto con la rama y con el pie y ella me las trae y se las lleva en cuanto pretendo cogerla…

          Bajo el precioso dosel de unos “tintineantes” árboles discurre nuestra ida, la imagen de “El beso” aquel portentoso cuadro que pintara  el simbolista austriaco me acompaña y el peculiar tono de su paleta en mis mezcladas cavilaciones, se confunde con los colores y los matices que dividen el paisaje en infinidad de luminosos destellos, con las “risas” y saltitos de mi Lola que satisfecha de la aventura me contagia y hace soñar.

          En su mayoría a medio poblar, las ramas de los árboles me ofrecen un precioso abanico  de colores otoñales con sus  hojas, aunque alguno de la parte adentro de propiedades, andan pelados como quintos por la poda que les dieron y me descubren  a la vista  un cielo de finísimo gris plata y hasta algo azulón y la suave bruma, cual velo de novia en altar, entre los troncos que al fondo queda, me permite ver a través algo más allá por su delgadez y envuelto en esa atmósfera reconstituyente y sanadora, alumbrada de indescifrable claridad discurre para nosotros este suspiro de vida natural que no por cotidiano  deja de sorprendernos y mi Lola, sabedora ella de mi satisfacción se relaja y restriega por el pantalón como buscando ofrecer de manera más cercana y notoria información sobre su contento.

          Andado  más o menos lo previsto, cumplidas las necesidades fisiológicas y de esparcimiento de mi perrita, tomamos el camino a la inversa acompañado, ahora sí, de unas pequeñísimas gotitas que nos vuelven a alegrar y nos arrean, que no molestan, porque son una bendición y bautizo al momento vivido…   ¡Qué nos mojamos Lolita!  ¡Vamos a por el café que es hora!  

 
                                                                                                                                                              Montero Bermudo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario