En el libro de los aprobados
¡¡Entre sin llamar, está usted en su casa!!
- Rezaba un simpático cartelito colocado en
la misma puerta y cogiendo del pomo de la misma, me dispuse con toda
“formalidad” y empujando un poquito, con un: ¿Se puedeee…? Introduje medio
cuerpo seguido de la cabeza y una sonrisa echada por delante como tarjeta de presentación.
-
- Pase, pase, por favor, está usted en su
propia casa – respondió un señor de agradable aspecto y mejores modales, al que
acompañaba una señora con otra sonrisa, cargada de bondad y que, en su actitud
de ayudarme en abrir, ofrecía el mayor de los respetos.
-
Siéntese si lo desea - me indicaron los dos - ¿Qué edad tiene usted… si
no le importa?
- No, al contrario – les dije sonriendo –
Setenta, en estos momentos doy comienzo en cumplir. Vine al mundo como “el
gordo de Navidad”, agregué poniéndole al momento un poquito de ese sentido del
humor que llevo conmigo.
- Muy bien - respondió ella devolviendo la
sonrisa a mi atrevimiento, mientras apuntaba en un bello libro donde iban
quedando registrados los “aprobados”, según me dijeron luego.
- Reúne usted el principal requisito para
el ingreso en este “Apartado de la vida”, podríamos decir, donde todo el que
accede puede considerarse en ese lugar donde los “sabios” residen. A partir de
ahora las responsabilidades normales con las que ya venía acudiendo a sus
actos, se verán incrementadas, un poquito más. Todos nos miran y esperan de nosotros,
de los que deducen pocos errores, y ello conlleva una responsabilidad adosada,
que de no responder como deberíamos (o esperan) no solo los defraudaremos, sino
que tiraríamos por tierra cuanto de experiencia en la vida portamos.
No es este un lugar, donde se requiera
otra cosa que la veteranía y la experiencia de los años, aunque es obvio que
todo aquel que tenga en su haber, un justificante demostrando su paso por
universidades o escuelas, donde pudo extraer con voluntad y dedicación más
conocimientos, será valorado en su medida y tomado con agrado, respeto y
consideración. Sin mermar, claro está, la inmensa consideración por todo aquel
que, cargado de la mejor voluntad y entrega, solo puede responder a su edad.
Sin títulos ni certificados que avalen otras cuestiones. Aquí somos eso:
mayores con experiencias. “Sabios”, como nos catalogan los benevolentes que con
todo orgullo y respeto nos valoran. -
Hombres y mujeres, todos los que al paso
me iba encontrando en mi paseo por el reconocimiento del lugar, me saludaban
con especial respeto y agrado – esto impone, la cuestión va en serio – me decía
a mí mismo – Aquí el cachondeíto, la guasa y el tirarse las cosas serias por
las espaldas, queda reservado para carnavales o las horas de las bromas y la
distensión acordada. Cualquier cosa que hagas no la puedes presentar envuelta
en “Papel fantasma” ni en aquel del teatro que desfigura la formalidad del
hecho.
De entrada,
me di cuenta que, salvo algún despistado, todos ofrecían un “usted”, como inicio
a cualquier coloquio o saludo y cuando se dirigían lo hacían de esta forma,
utilizando un protocolo bonito,agradable, distinguido y de respeto. El “tú”,
seguiría luego de forma cordial y hasta más adecuado, una vez extendida la
alfombra del recibimiento con educación, para una equidad o igualdad bien
entendida entre todos, lo cortés no quita lo valiente. Me pareció bien. Las
cosas hechas con naturalidad y respeto siempre son un acierto. En todo suena
mejor esa especie de respeto-consideración por el prójimo, donde solo una
actitud de esta “insignificancia” declara capacidad. Hablábamos de valores,
modales y educación.
Aquí
podrá permanecer, con todos su derechos y sin que nada ni nadie le pueda
reprochar o significar con menosprecio alguno (esto no es la “carta magna”, que
nos cita como iguales, a sabiendas de que unos andan siempre por encima de
otros) y será considerado, no solo por los demás, que eso es un hecho, sino por
usted mismo, que ha de ser el mejor garante de tal consideración y lo será,
hasta ese momento en que por las cuestiones que deriven de la edad, la salud o
cualquier otra cuestión que le prive del comportamiento normal considerado a
todos los efectos. A partir de falta de raciocinio, chocheo, incapacidad de
discernir con normalidad, entrada en cuentos de batallas y pirujos propio de
quien no sabe ni lo que cuenta y pérdida de credibilidad para con los propios
del lugar, pasará usted a la otra parte, donde están los reservas que cuentan
poco, aunque estén. El “Pelotón de los torpes” que diríamos en la mili,
aquellos que la hicimos ¿Queda entendido no? - Remató el diálogo aquel hombre
sensato, que informaba con naturalidad la dureza y seriedad del lugar –
- Totalmente de acuerdo – dispuse como
respuesta.
Y
aquí anda uno, cruzado el protocolo del momento y con toda la tranquilidad del
mundo a velocidad crucero viviendo lo que reste, que no será poco. Me miro en
el espejo y sigo viendo al niño que corría detrás de las cabras para que no se
metieran en el trigo…
Montero Bermudo, 22 de diciembre de 2022
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