Día de cobro para los jubilados
¡Buenos días!
Saludé al llegar a las puertas del banco, donde ya a esas horas, estando
cerrado, había personal esperando, era pronto, pero hoy día de pago de
pensiones… me contestaron al saludo y me avisaron del orden o tanda y ahí me
quedé repasando con disimulo las caras de tantos que ni conozco; yo no
acostumbro en acercarme a cobrar el día que dicen del ingreso, lo voy gastando
de la cuenta y estirando, estirando, aguanto hasta el próximo 25, pero este mes
ya no podía esperar, la vida la están poniendo que aquí, más pronto que tarde,
empezaremos el día 26 debiendo, como en aquellos tiempos en los que mi madre
dejaba apuntado “an ca la Pastori”… “apunta humía que cuando venga mi marío
de Fransia pagaremos” y la “niña de la Resalá”, la Pastori, apuntaba
convencida del cobro llegado el momento. Había hambre y necesidad, pero existía
la “palabra” que era el trato a cumplir y se cumplía.
“Hasta
prisa tenemos muchos por ingresar” – dijo uno con sorna y una sonrisa que
contagió a otros pocos “¿para qué queremos tantos dineros en la casa y que
luego venga alguien y te los quite?” –
añadió otro, aumentando el cachondeíto que ya se estaba formando en la cola… abrieron las puertas y de manera civilizada
se fue entrando por orden, todos no, que éramos mucho y en estos lugares no
admiten “avalancha”. Con esto del COVID han aprovechado para quitarse gente de “la
cara” y con una buena excusa, más el despotismo que dispone todo aquel que se
siente superior…
Llegó mi turno
y con el mismo semblante o postura que mantenía en la mili, cuando hablé alguna
vez con el capitán en su despacho, recogí lo mío y lo conté al lado de la
ventanilla (de frente al hueco ni me atrevía) y justo en el momento de darme la
vuelta para dirigirme a la puerta, allí estaba, allí tenía al que dijeron
después que me correspondía. La mitad, me informaron ¡dale la mitad! …
¿Hombre y eso
cómo va a ser? Reclamé ya cansado de tanto pago y gastos; más de cincuenta años
y “lo que cuelga”, cotizando de lo que me ganaba encima de un andamio, subido
en una escalera desde donde no se veía el suelo, rascando techos, respirando
vapores venenosos… para que al final me dieran una pensión que no me llega a
final de mes y encima, el día que cobro: esto.
“Por lo
menos comes tío” – dijo uno de tantos entendidos y “modernos” que siempre
los hay y, al mirarlo, otro de más allá, añadió: “la democracia se paga o
quieres seguir como en tiempos de antes, cuando no podíamos vivir” … así
que esto es normal, respondí con desgana y una mala leche contenida… que seguro me notaron ¿y a mi quien me paga
después de toda la vida trabajando como un minero? Agregué conteniéndome la
rabia, porque aquel que tan descarado y seguro de lo justo me interpelaba,
mientras con la mano puesta esperaba la mitad de mi paga, era conocido y nunca
en su vida había dado un palo al agua. “Y lo que yo corrí delante de “los
grises” y luché por esto que tenemos ¡Qué! ¿también lo hablamos? …Le di la
mitad y salí por la puerta con un mal cuerpo que ni pa qué. Detrás de mí,
quedaron otros muchos por pagar y unos cuantos también con la mano puesta, los
mismos que disconformes con las quejas mías y de alguno más, agregaban
comentarios de información general (como los piquetes en las huelgas) cargados
de “razones” … “alguien tendrá que pagar
para que el país progrese y salgamos adelante poniéndolo a la altura que le
corresponda… ¡somos Europa hombre!
Repasando en
mi cabeza todo esto sucedido andaba, cuando de pronto escuché un trueno,
seguido de un zarandeo de mi mujer que me hizo saltar de la cama y salir de
aquella pesadilla en la que andaba metido “niño la puerta del balcón que
está lloviendo… ciérrala corre” Y aquí sentado mirando como llueve llevo un
ratito, sin saber cómo es posible que las cabezas nos lleven a estos malos
ratos.
Montero Bermudo
Al fresquito de la
brisa y el olorcito a tierra mojada que entra por el balcón. 2022
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