Después del desayuno.
Relajado y “perdido” en plena lectura, disfrutando de
la distensión y la fresquita de la hora, una vez terminado el tempranero
desayuno…
El canto de los pájaros se cuela libremente por mis ventanas, las que
abiertas de par en par intercambian espacios con el exterior sin traba alguna y
ponen música de ambiente creando el hábitat adecuado y aportando al estado de
ánimo la medida justa e ideal para encontrarte en plena “Gloria”. Los “armoniosos”
y bien profundos ronquidos de un respirar acompasado eran esparcidos por
alrededor… mi perrita Lola, dormida a mis pies junto al sillón, reponía su
organismo al tiempo que disfrutaba de un momento de calma y tranquilidad junto
a sus compañeros que somos quienes andamos cerca. No digo dueños porque ofende
mi espíritu y hasta mi dignidad catalogarme con esa denominación. Yo no soy nada,
por encima de nadie de quien me rodea, solo tengo la responsabilidad, junto a
mi compañera, de velar por aquello que necesite y le venga bien a su
existencia; la decisión de hacer de su hábitat este lugar donde vivimos, no la
tomó ella, pero se conformó sintiéndose feliz y el “pago” a nuestras decisiones,
deben cubrir las necesidades de su vida ¿Qué menos?
Aquí tendida en modo “a lo egipcio”, dibujando su silueta bien definida
y a todo lo largo, estirado el morrito y con el punto de mira encarando al
ventanal por donde se cuela silenciosa y agradable una brisa deliciosa; sus
patitas traseras juntas y las manos hacia delante con una de ellas recogida…
dan para estudiar anatomía canina observándola, pero más, para degustar y
disfrutar “viéndola vivir” y escuchándola roncar en pleno sueño y confiada. Hay
momentos que aprieta y el recorrido del aire aspirado suena largo, profundo y
más elevado de tono, estirado y hasta con deleite por llegar hasta el último
rinconcito de sus pulmones y una sonrisa de manera espontánea y controlada, se
me escapa dibujando en mi semblante el contento y la satisfacción, porque yo
también disfruto escuchándola.
Los pájaros recluidos en ese “campo de concentración” que es el balcón
del vecino, un enamorado de estas aves que disfruta teniéndolas presas en sus
jaulas y que, por grupos, parejas o qué se yo, las tapa con unas fundas de
tejido para que canten (me pareció alguna vez escuchar) cantan y cantan,
reclamando libertad de manera innegable… seguro y con ello se acercan otros pajarillos
que posándose sobre los pasamanos de las barandas y el vierte aguas del suelo vienen
a la búsqueda de un contacto y picotean cuanto esparcen mientras dialogan entre
ellos. Un mirlo negro, una tórtola y otra más, van y vienen y corretean una
especie de lavanderas que balanceando su colita se turnan con los palomos… los
gorriones van a menos y es un misterio, porque siempre venían en bandadas. Sabe
Dios si esa “plaga de cotorras invasoras” existente, no habrán hecho un acopio
de espacios desahuciando a estos amigos que nos acompañaron siempre. Un
silencio musical en el ambiente hace de este ratito en la mañana una delicia y
mi Lola, sin inmutarse ronca, ronca y de vez en cuando corta la respiración y
una sacudida en el resuello hace de estribillo para seguir a compás mientras
vuelvo a sonreír.
Griterío y risas de niños chicos que de lejos se aproximan y los
ladridos de otros perritos en balcones al fondo de los patios de luces que
demandan atenciones o contactos con los demás, completan el ambiente de un
ratito en el que la lectura, al final es lo de menos, la naturaleza anda por
encima de todo y, nosotros, sentados cada uno en un sillón, atendemos a
“reclamos” del móvil que rompe el “áurea” del ambiente y nos hace a los tres
mover el tipo y caminar en pro de cambios de postura, e iniciar alguna
actividad porque la mañana avanza. Mi Lola, removido el ambiente, volverá en la
búsqueda de otro acomodo y no será difícil que dentro de nada se escuche
“silbar” desde el sillón, que ahora sí, habrá venido a cubrir el hueco libre y
con ello recrearse al olor o rastro nuestro.
Montero Bermudo
Tomando nota “del tiempo”, como un
“Medina” de andar por casa; verano de 2022
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