Me parió mi madre en Cañatos
A modo de “avión de feria” apuntando
su alargado pico y estiradas las patas entre plumas blancas, tanteaba en su
vuelo una bella cigüeña; dio dos vueltas y con dominio, tacto y seguridad en el
gesto, depositó en mitad de aquella casa de vecinos, centro neurálgico de
Cañatos, aquello que en el pico prendido traería desde: váyase usted a saber
dónde, lo incierto será por siempre un
sueño… del jardín del Edén fueron expulsados por egoísmo “nuestros primeros
padres” … el origen del mundo sigue siendo una incógnita, pero el destino… ¡Ay Cañatos! Que saldría la bolita premiada
antes del sorteo y cuando cantaran los de San Ildefonso yo ya estaba en este
mundo y junto a tu fuente.
… Por eso no olvido aquella mañana en Cañatos…
Llegué una mañana fría de invierno, envuelto en pañales y junto al
brocal del pozo, en medio del patio me dejó la cigüeña, ella cuidó de
brusquedades al depositarme y casi ni me enteré, se marchó mientras me
desperezaba restregándome los puños sobre los ojos pegados de legañas y cuando
conseguí abrirlos a la luz del nuevo día, entre risas y expresiones de caras
bonitas la vi a ella, era mi madre… ahí
estaba el encargo.
Muchas veces en mis juegos alrededor de aquel pozo situado en medio del
patio, miraba al cielo en cuanto volaban cigüeñas camino de torres o
espadañas… ¿Esa, será esa, no esa, o aquella…?
Con asombro me preguntaba boquiabierto y cara al cielo, mientras estiradas sus
largas patitas y un pico cual “sable anaranjado a la carga”, señalaban al
frente señoras y dueñas de un cielo que atraía. Miraban y jugaban lo mismo que
yo a la aventura del descubrimiento y al escondite, entre brisas se perdían
luego del vuelo de las tejas que vertían agua de lluvia sobre mi patio.
De Mochales a Santiago, de La Argamasilla a La Victoria o al Barrero
cargando provisiones: Torres, espadañas y miradores como tabernas de reunión, paradas
o puntos de partida; nidos resueltos en “carajos de velas” por donde nadie
subiría a escudriñar horizontes ni a mirar sus secretos. La danza de bastones
de un crotoreo alegre y jaleoso por el júbilo de un encuentro, esparce su
propia música por encima del caserío mientras el deleite de poder observarlas
allá en lo alto, se convierte en singular espectáculo.
… Por
eso lo recuerdo hasta con asombrosa fidelidad…
¿Cuántos de aquellos momentos tergiversaran los recuerdos, presentando
tal vez algo de distinción por mor de los muchos años transcurridos? ¿Qué
quedará de aquello en mi mente que me atrae al pensamiento con solo nombrarte?
Una vida hecha lejana de aquel principio, que no me retira ni aleja en los
sentimientos, porque la distancia, aunque suene a mucha, por andar ya casi en
los setenta, no suma la fuerza necesaria para borrar del pensamiento nada de
aquello…
… Por eso a diario pienso en mi
madre… por eso.
Montero Bermudo.
Otoños de añoranzas y lejanía de
aquel punto de partida: este de 2021
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