La sombra de aquella infancia
Según van pasando los años, tal como voy alejándome de la infancia y
mientras más larga se hace la distancia entre aquel comienzo y el presente, se
acrecientan y acumulan los recuerdos y una memoria más viva y renovada me
acerca a ellos. No dejo de escudriñar en aquella época tan especial de mi vida,
en la que hubo tal vez una profunda falta o necesidad de donde derivan defectos
en muchísimas cosas y a las que constantemente doy vueltas.
Me crie en buena medida y en esos precisos años, cuando el ser humano es
una limpia esponja: a campo abierto, en pleno contacto con la soledad hermosa y
reveladora de la naturaleza, entre algunos animales y a ratos, rodeado de
mayores… siempre mayores y falto de
andar entre aquellos contra los que debía contrastar mi momento. Los niños no
deben faltar a la cita de los niños, la infancia es un “lugar” donde se aprende
en comprobaciones con aquellos que “hablan y piensan” en tu propio idioma. Es
imprescindible “pulsear”, medirte y llevar a cabo rivalidades y comparaciones con
quienes se acercan a tus medidas; los mayores te vencen de forma facilona, arrolladora
y con ventajas o te regalan el “triunfo” y ello no es válido para una justa y
verdadera comprobación ni aprendizaje… vivirás engañado. Siempre eché en falta,
las peleas y juegos callejeros con aquellos a los que debía medirme y para más
infortunio me faltó colegio donde educarme y aprender en el inicio o
encauzamiento a unos valores, de los que siempre noté “mi cojera”; yo me valgo
para mucho y me veo capaz hasta cierta resistencia viéndomelas solo, pero esto
me valdría para muy poco en extremos de situaciones anormales y además de
dudarlo, sería una fortuna salir bien parado.
Cierta añoranza de una niñez que se nos
muestra en los sueños hasta con boqueras como los gorriones, señal de
incipiente brote a la vida y que a ese niño que llevamos dentro nos retrotrae a
un tiempo en el que la felicidad apuntaba eterna. Símbolo de un inicio limpio e
impoluto y como folio en blanco al que se irá apuntando los renglones del
transcurrir de una vida, dando inicio con el agasajo o fiesta de recibimiento
en forma de bautizo, del que sería más justo sin aquel significado maligno e
intencionado de una “carga material” por un “pecado original” inventado,
achacado y tan retorcido como mentiroso por la propia maldad de algunos
hombres, sobrados también de lo antaño y entendido como sapiencia… ¡Bendito sea el Señor! y que fuera inculcado tan malignamente con la
intención de dominar voluntades hasta en los no iniciados (prevención de
“justicia” a través del miedo) culpabilidad extraída de una confesión imposible
y achacable solo a ese “inventor de miedos”, que con su amenaza eterna a
inocentes solo da luz a su clara perversidad. Grito, porque no puedo ni debo
contenerme, por la verdadera justicia y señal de partida, ruego por una
prudencia y un cuidado maternal inviolable y merecedor por una inocencia blanca,
blanca… total, e inmaculada.
Recuerdos de niñez que remueven consciencia y que claman a un volver
ilusorio, a una utopía solo posible planteada desde los sueños; a ese principio
donde rectificar iniciando de nuevo con la noble intención de hacerlo
mejor… ya no será, el camino andado es
distancia y ruptura material donde ya nada existe y la lejanía separa o se
antepone a cualquier posibilidad; tanto más se aleja, cuando uno se aplica
involuntario el “oficio” de recrear, buscando quizás el momento y con ello la
proximidad en la inercia del tiempo empleado, porque pensar es vivir y vivir es
pasar.
La niñez de otros tiempos que se vive en los sueños y por repetidas
recreaciones, no es aquella que queremos acariciar porque no existe, es distinta,
atrayente, recreadora y hermosa, pero engañosa, no real y doliente. Hay
obligación de agarrarse al suelo y no despegar los pies, por mucho que duela.
Posibilita eso sí, alimentar o nutrir esa parte del subconsciente, herida tal
vez por la realidad de la vida y que permite moverte con toda libertad en un
cuento donde: las hadas, príncipes, reinas y hasta la bruja, el lobo o los
monstruos, son colocados en lugar escogido, desde donde administrar historias
acordes a deseos y anhelos, para una “reconstrucción al gusto” de aquello
ocurrido, pero visto de la mejor forma y valedero tal vez para una mejor
concepción de lo futuro, pero nada más. No conviene en ningún caso perder de
vista la realidad, porque ésta, es tan inexistente, cuanto más lo es la propia
necesidad de soñar en ella.
A todo ello ahora, cuando al caminar observo la sombra proyectada sobre
la verdadera realidad de la vida, fiel reflejo de una mirada constante hacia la
naturaleza y lo más bondadoso de ella, lleva uno un tiempo mezclando añoranzas al
pasar “revista” y comprobar tanto descontento por tropiezos contra los que
choco continuamente y los que a la postre me hacen “recoger velas”,
encerrándome en un mundo solitario de donde a su vez, sueño con salir.
Montero Bermudo.
Mi arcángel Rafael en su día, eche
un cable al descontento en este 2021
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