campiña ecijana

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miércoles, 29 de septiembre de 2021

La sombra sobre el camino


 

La sombra de aquella infancia

       Según van pasando los años, tal como voy alejándome de la infancia y mientras más larga se hace la distancia entre aquel comienzo y el presente, se acrecientan y acumulan los recuerdos y una memoria más viva y renovada me acerca a ellos. No dejo de escudriñar en aquella época tan especial de mi vida, en la que hubo tal vez una profunda falta o necesidad de donde derivan defectos en muchísimas cosas y a las que constantemente doy vueltas.

        Me crie en buena medida y en esos precisos años, cuando el ser humano es una limpia esponja: a campo abierto, en pleno contacto con la soledad hermosa y reveladora de la naturaleza, entre algunos animales y a ratos, rodeado de mayores…   siempre mayores y falto de andar entre aquellos contra los que debía contrastar mi momento. Los niños no deben faltar a la cita de los niños, la infancia es un “lugar” donde se aprende en comprobaciones con aquellos que “hablan y piensan” en tu propio idioma. Es imprescindible “pulsear”, medirte y llevar a cabo rivalidades y comparaciones con quienes se acercan a tus medidas; los mayores te vencen de forma facilona, arrolladora y con ventajas o te regalan el “triunfo” y ello no es válido para una justa y verdadera comprobación ni aprendizaje… vivirás engañado. Siempre eché en falta, las peleas y juegos callejeros con aquellos a los que debía medirme y para más infortunio me faltó colegio donde educarme y aprender en el inicio o encauzamiento a unos valores, de los que siempre noté “mi cojera”; yo me valgo para mucho y me veo capaz hasta cierta resistencia viéndomelas solo, pero esto me valdría para muy poco en extremos de situaciones anormales y además de dudarlo, sería una fortuna salir bien parado.

      Cierta añoranza de una niñez que se nos muestra en los sueños hasta con boqueras como los gorriones, señal de incipiente brote a la vida y que a ese niño que llevamos dentro nos retrotrae a un tiempo en el que la felicidad apuntaba eterna. Símbolo de un inicio limpio e impoluto y como folio en blanco al que se irá apuntando los renglones del transcurrir de una vida, dando inicio con el agasajo o fiesta de recibimiento en forma de bautizo, del que sería más justo sin aquel significado maligno e intencionado de una “carga material” por un “pecado original” inventado, achacado y tan retorcido como mentiroso por la propia maldad de algunos hombres, sobrados también de lo antaño y entendido como sapiencia…  ¡Bendito sea el Señor!  y que fuera inculcado tan malignamente con la intención de dominar voluntades hasta en los no iniciados (prevención de “justicia” a través del miedo) culpabilidad extraída de una confesión imposible y achacable solo a ese “inventor de miedos”, que con su amenaza eterna a inocentes solo da luz a su clara perversidad. Grito, porque no puedo ni debo contenerme, por la verdadera justicia y señal de partida, ruego por una prudencia y un cuidado maternal inviolable y merecedor por una inocencia blanca, blanca…  total, e inmaculada.

         Recuerdos de niñez que remueven consciencia y que claman a un volver ilusorio, a una utopía solo posible planteada desde los sueños; a ese principio donde rectificar iniciando de nuevo con la noble intención de hacerlo mejor…   ya no será, el camino andado es distancia y ruptura material donde ya nada existe y la lejanía separa o se antepone a cualquier posibilidad; tanto más se aleja, cuando uno se aplica involuntario el “oficio” de recrear, buscando quizás el momento y con ello la proximidad en la inercia del tiempo empleado, porque pensar es vivir y vivir es pasar.

       La niñez de otros tiempos que se vive en los sueños y por repetidas recreaciones, no es aquella que queremos acariciar porque no existe, es distinta, atrayente, recreadora y hermosa, pero engañosa, no real y doliente. Hay obligación de agarrarse al suelo y no despegar los pies, por mucho que duela. Posibilita eso sí, alimentar o nutrir esa parte del subconsciente, herida tal vez por la realidad de la vida y que permite moverte con toda libertad en un cuento donde: las hadas, príncipes, reinas y hasta la bruja, el lobo o los monstruos, son colocados en lugar escogido, desde donde administrar historias acordes a deseos y anhelos, para una “reconstrucción al gusto” de aquello ocurrido, pero visto de la mejor forma y valedero tal vez para una mejor concepción de lo futuro, pero nada más. No conviene en ningún caso perder de vista la realidad, porque ésta, es tan inexistente, cuanto más lo es la propia necesidad de soñar en ella.

      A todo ello ahora, cuando al caminar observo la sombra proyectada sobre la verdadera realidad de la vida, fiel reflejo de una mirada constante hacia la naturaleza y lo más bondadoso de ella, lleva uno un tiempo mezclando añoranzas al pasar “revista” y comprobar tanto descontento por tropiezos contra los que choco continuamente y los que a la postre me hacen “recoger velas”, encerrándome en un mundo solitario de donde a su vez, sueño con salir.

                                                                                          Montero Bermudo.

 

Mi arcángel Rafael en su día, eche un cable al descontento en este 2021


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