Aquellos tiempos tan malitos del “virus”
… Me acuerdo yo por aquellos tiempos del virus, cuando sin falta, la
gente a diario por ventanas y balcones salían todas las tardes a las ocho,
haciendo palmas y cantando o tocando instrumentos de música… era un clamor aquel repertorio de canciones,
vítores y risotadas. Un miedo colectivo mal disimulado, incontenido y
contagiado que emanaba petición de ayuda y lo hacía en forma de “chantaje
musical” a quienes nunca nos habían abandonado… se nos veía el plumero… los “imposibles” a Santa Rita y a estos
ángeles anónimos, menos palmas y más reconocimientos o medios, que de ellos si
andaban en falta. ¡Si se puede, si se puede! Decían algunos agregando al
momento más énfasis y para más señas y, todos a una, agradeciendo a tantos y
tantos médicos, gente de enfermerías, policías, militares… (para estos últimos algunos
se reservaban… por aquello del qué
dirán ¡ Bendito Dios ¡ qué capacidad de
selección) que se estaban entregando en piel y alma por la defensa y en ayuda
de la salud de todo el país… los pobrecitos que ciegos en su dedicación y con
los medios justitos, cuando no faltos y que además veían sobre la marcha cómo
iban cayendo cada dos por tres compañeros de fatiga y asustados, preocupados,
pero de forma abnegada continuaban en sus trincheras apuntando armas a un
enemigo traidor que no se dejaba ver a las claras…
… En aquellos tiempos, cuando gobernantes que no dieron la talla (pocas
veces la dan, ellos van detrás del personal) cuando todo político, sindicalista
y demás palmeros de esos que siempre esperan sacar algo personal de provecho,
intentaban capear el temporal con historias revueltas en falsedades, echando
tierra sobre el fuego para enterrar lo que les iba a quemar más pronto que
tarde y antes el desespero de ver que la plebe, el pueblo bruto al que siempre
manipularon con falsas promesas y que todo ello dentro de una espiral confusa,
en la que unos corren detrás del otro perdiendo la cuenta de que al final, lo
mismo iban detrás que delante… ¡Qué barbaridad! ¡Cuánto de atraso! Siempre hubo
de plagas, epidemias, desastres naturales y malas rachas que dieron quebraderos
de cabeza y dejaron huellas dolorosas a nivel general y en particular en los
más débiles (estos nunca se libran) pero esa vez, vinieron los males con
determinaciones “más justas” aquí caía cualquiera; empezaron diciendo que los
más viejos… si, algo de eso también,
pero saltó barreras y se llevó a jóvenes, ricos, poderosos y menesterosos; ahí
quizás estuvo la diferencia que marcó esta pandemia como algo “novedosa”, algo
igualatoria o “democrática”, pareciéndose en cierta manera a las pestes de
tiempos muy pasados y casi olvidados. Este había venido para aclararnos que seguíamos
siendo tan ignorantes como casi siempre y que el ego personal del que más tiene
o se cree que es, junto al materialismo del que se hacía y se hace uso, no es
más que una muestra de lo poco que somos y si por las buenas nunca lo queremos entender,
la naturaleza y nuestros propios errores, ponían y sigue poniendo sobre la
mesa, el aditivo o la salsa para el menú con el que tan opíparamente nos
degustamos, hasta que llega “el coco” y como decía Samaniego “A un panal de
rica miel… “ y del mismo empacho éramos
y somos presa. Avisados quedábamos, no había más…
Los que encabezaban las responsabilidades, no dieron una, se vieron
pillados por su propia avaricia y desconocimiento en todo cuanto tocaban; habían
llegado donde andaban apoltronados, a través de triquiñuelas “legalizadas por
todos juntos” y por mor de la poca valía de aquellos a los que voltearon dejándolos
en oposición… total poco se podía esperar y amparándose en la ignorancia
colectiva de muchísimos estómagos agradecidos, engañados fácilmente y
defensores a la postre de quienes solo estaban allí para engordar su propia
barriga. No habían arribado al mando por sus capacidades ¡Qué va! No valían un
duro, pero así era la vida y es, buscaban culpables allá donde fuera, creaban
bulos, se disputaban medallas y se señalaban los unos a los otros, negando
cualquier atisbo de haber errado… los
demás, los otros eran quienes fallaban; el ventilador en marcha puesto de continuo,
con el fin de esparcir mierda a diestro y siniestro, cuando no, las intentonas
de frenar con “tapabocas” a modo de prohibiciones mal disimuladas y pensando
que en ese “tótum revolútum” perseguido andaría su salvación. Las miserias
humanas dieron también la cara en el populacho y los mismos que se destrozaban
las manos en palmas por los balcones… los del “resistiré” y otras pamplinas del
mismo calibre, aquellos que vociferando con los brazos abiertos sobre barandas
y pretiles al grito de: ¡¡Hola Don Pepito, hola don José…!! en el “bonito
espectáculo” de agradecimiento a quienes les curarían, defendían su pellejo no
obstante y “por lo bajini”, tal cual los hipócritas y cobardes o traidores y
por supuesto en el anonimato, como es norma en estos casos, en el supuesto de
que algunos de aquellos “samaritanos” fuesen convecinos y volvieran arrastrando
plásticos y mascarillas en su retorno a casa para un respiro… rechazaban, mal miraban o cual apestados
expulsaban… ¡Al lado mío ni
mijita! ¡Hasta ahí podíamos
llegar!... lástima de miserias humanas que todos llevamos
a cuesta y en cuanto se hacen exámenes serios, no damos el nivel y por supuesto
no aprobamos…
… Cuento estas cosas porque no se me va de la cabeza, aún después del
tiempo transcurrido y cuando veo a estos, los de ahora, más los que quedamos de
aquel entonces, que seguimos tres cuartos de lo mismo, aquí no aprendemos… y el hecho es, que lo pasamos mal, muy
mal y ahora que todos estos nuevos anda en marcha sin saber de dónde vienen, ni
lo que nos costó a muchos traerlos hasta aquí, se lastima uno pensando en
aquellos tiempos en los que ni siquiera supimos nunca cuántos de nosotros
quedaron aparcados para siempre en el recuerdo colectivo, unos por aquello de: “El
muerto al hoyo y el vivo al bollo” y otros porque nunca pudieron o no quisieron
enterarse de quienes y cuántos fueron.
El tiempo vuela y a estas alturas, cuando todo pasó hace tanto, la
memoria nos traiciona a los endebles y no nos deja tranquila la consciencia
¿Haríamos de verdad cuanto pudimos? ¿Nos merecimos la claudicación y el
trágala? ¿Cuántas “pestes” más habrán de
pasar, para ponernos de parte de la sabia naturaleza, aceptando que solo somos
parte de ella y no sus dueños?
Montero Bermudo
Reflexionando en mis asustados
sueños. Mayo de aquel 2.020 de mi memoria.
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