¡Gracias Najarro!
Como un latigazo de amor a la tierra, corrió
el calambrazo de un cante y un baile bajo la “envoltura” del cuerpo cuál es su pellejo,
en la noche rambleña de un Liceo entre galas por una despedida, un hasta pronto,
al último maestro que ha sabido colocar el Ballet Español al nivel de las “modernidades”
que luchan por aberturas y libertades.
Gracias a D. Antonio Najarro, te lo
debemos.
La patria de tantos que lloran en demasía
cuando piensan, por sus aparentes desajustes, pero que a lo mejor ni lo son,
porque hay maneras de ser y explicarse, que llevan implícito la quimera, las
dudas y el “restregar de orgullo” cada cual con lo suyo ¡Eso somos! Y así nos
presentamos sin remedio, ni lo necesitamos.
El Cante y su “baile”, el baile y su “cante”
quedó perfectamente reflejado y expresado en ese amoroso, vibrante y sensible “ratito”
que nos ofreció en Gran Teatre del Liceu barcelonés y bien que lo disfrutamos.
Entre bambalinas se paseó Lorca y hasta Béquer, cuando no, D. Tomás Pavón y “La
Niña de los peines”; la gracia de una bata de cola o de un mantón movida con
garbo y flamenquería a lo grande, dibujaba en fino buril los pensamientos y nos
traía a Lola, la “Flores” del genio y la raza; la “baronía”, sapiencia,
genialidad y el “oficio” de un arte sin parangón expresado con soltura
profesionalidad y chispa… pellizco y
duende que nos hizo recordar al gran Antonio y al otro, al Gades, que dejaron
simiente de lo patrio y español con orgullo, expresado, ahora sí, por unos
artistas que supieron y saben estar a la altura de los tiempos, sin descuido de
raíces y formas, que siguen y seguirán brotando de ese venero inagotable de lo
nuestro.
Montero Bermudo.
S.
Juan Despí 4 de agosto de 2.019
No hay comentarios:
Publicar un comentario