“Galicia docemente”.
“Galicia é o que vemos: a terra, o mar, o vento; mais hai
otra Galiza que vai no sentimento…”.
Del salpicadero del coche,
donde “embutido” entre lucecitas y adornos de plásticos se encontraba el
aparato de radio, surgía una música agradable, un poco melancólica y a ritmo o
cadencia como de ir columpiándose, suavemente… una fusión o mezcla entre bolero
y guajira que los componentes del grupo “Son do Sil” compusieran para cantar esa
bella letra: “Galicia”, del poeta lucense Manuel María. Nosotros volvíamos
hacia A Veiga desde el Barco y la Rua; algo cansados ya de tanto trajín,
emocionados, satisfechos y más que contentos por la mañana tan completa de:
turismo, ocio y esparcimiento y que sumara ya otras tantas jornadas por las
Tierras Altas de Galicia, la que diera en su ida con visita a Las Ermitas para
empezar el día, lugar emblemático por la zona y bellísimo rincón en un paraje
de naturaleza que abraza y no te suelta y que sería seguido por otros tantos
rincones desconocidos por nosotros, donde pudimos disfrutar de una mañana
preciosa.
Una curva a izquierda, otra a derecha, una
subidita, algo de rellano seguido de algo más de subida (bajada ya ninguna);
hacia un lado el terreno bien alto y con vegetación exuberante, chorros de agua
y pequeñas cascadas repartidas a voleo; al otro: barranco, precipicio o gran
desnivel, panorámica, vista espaciosa, troncos inmensos de viejos castaños al
pie de carreterita donde a duras penas cabían dos coches y debajo de aquel, más
cercano cielo ya, por donde íbamos: O
Barco, A Rua y el inmenso valle junto al río;
algo más al fondo el Bibey entregando sus aguas al Sil, las nubes y, envuelto entre la propia bruma y
color de esa luz que ofrecía el día sobre el valle, el horizonte montañoso en
la lejanía, más allá de las tierras de Valdeorras… del aparato donde Marconi pusiera tanto
empeño y aportaciones, seguían fluyendo las dulces notas de aquella preciosa
música que amenizaba el ambiente reducido, pero comodísimo, donde íbamos
extasiados deletreando el poema a Galicia, quizás como si ninguna otra música hubiese
sido más acertada en aquel momento; precioso arreglo e interpretación de unos
músicos portentosos, los que en apariencia podrían ser otros “copleros”
cualquiera, pero que a poco que uno fije el oído, denotan conocimiento y
excelente gusto. Mi José sonreía al volante al compás de las curvitas, pero
atento al trazado del camino, el que conoce perfectamente, como la música que
nos puso, mi hermano es un lince y sus poros son una fuente por donde mana la
sensibilidad más exquisita …
“Galicia é unha nai, vellina, soñadora: na voz da gaita
rise, na voz da gaita chora…”
Seguía sonando la música y la ruta también
con el sol de aquella mañana preciosa del mes de enero, entrando como invitado
de lujo por las ventanillas, cuando la orientación del camino ofrecía vía libre
mirándolo a la cara.
Buen final y comienzo de año en tierra tan
principal y a la que he llegado a cogerle tal cariño, que no me importaría
“perderme” por ella, en el primer momento que la ocasión me brinde oportunidad.
Mientras tanto, seguiré recordando: lugares de encanto; paisajes de cuentos;
pueblos y ciudades maravillosas; gente sencilla, simpática, recia, hospitalaria
y sabia… piedras, agua, naturaleza y el
sonido de gaitas señalando al cielo donde luminosas estrellas alumbran al
peregrino, al mar, a las montañas y a los poetas…
“Galicia
docemente está ollando o mar: ten vales e montañas e terras pra labrar… “
Montero Bermudo.
En el “Día de las letras galegas” memorando los albores de este 2.019
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