A Cántara da Moura, cobijada o
resguardada en un rinconcito boscoso a las afueras de A Veiga, lugar de encanto
y embrujo, donde es posible soñar aislado del mundo, de ese planeta en prisas
de locos; materialismo, ambición y codicia con la ITV al corriente; aquí se
siente la tierra pegada al pie y el agua se recrea alrededor ofreciéndote una
música, bellamente compuesta con las notas que marcan los “trastes del
diapasón” y que aquí son saltos en las piedras y el zigzagueo del regueiro, que
no es otro que el Corzos que baja al encuentro del Xares . La arboleda, en
estas fechas de invierno, me las encontré casi desnuda de hojas, solo el liquen
de plata y azul-verdoso que a modo de “abriguito peludo” cubría los troncos y
parte del ramaje arropándolos del frio y dando muestras del limpísimo aire que
recorre el lugar. El suelo, como una “parva de era”, alfombraba el camino de
hojas, cumpliendo ahora ya, su última función y el relajante paseo, rodeando
raíces que brotan reventonas, junto a bolos, peñascos y los mismos troncos, se
hace más bello y reconfortante… mi perrita emocionada y contagiada, saltaba
arroyando cuanto se ponía delante y las hojas a tropel; corría de un lado a
otro sin control, no podía, me miraba y seguía y mientras avanzaba por la senda
a lo más hondo de aquel paraje, encogía el pescuezo escondiéndome del exceso de
frescor que me iba enfriando el cuerpo.
A Cántara da Moura, desde aquellas fechas en que anduve por estos lares
la primera vez, más de treinta años pasaron y sigo viendo ese encantador
rinconcito (ahora algo más arreglado) como un pequeño escape, dentro de la gran
libertad que se percibe por estas montañas, donde recrearse y disfrutar de una
exuberante naturaleza, que por su originalidad trastoca los sentidos obligando
a pensar o meditar si es necesario, tanto como derrochamos en simplezas
materiales. Aquí el agua, que es vida, fluye y corretea, ofrece frescor, aroma
y música; hace crecer la vegetación y nos aporta colorido y oxígeno… misterio que ofrece el lugar y la tierra que
rodea tanto paraje, donde es posible hasta darse de frente con el fuego azul de
una queimada, reunión de amigos de la que un día disfruté y que recuerdo, la
que quizás no sea necesaria, pero si es…
se disfruta en ese intercambio alegre donde la amistad se funde en un
abrazo con todos, incluidos… mouchos, coruxas, sapos e bruxas, demos, trasgos e
diaños, espritos das nevoadas veigas. Corvos, pintigas e meigas… a quien guste de la vida, aquí anda la mesa
puesta.
Montero Bermudo, primeros de año
2.019
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