Por las tierras altas de Galicia: Trevinca
Con un día “favorable” en cuanto a temperaturas, clarísimo a más no
poder y con un sol radiante que iluminaba hasta cuanto la vista tenía acceso,
que no era poco en aquellas alturas donde Galicia tiene puesto su nivel más
cercano al cielo y quiero referirme con ello a lo tangible, lo material de la
misma tierra u orografía. Trevinca y sus alrededores es un pedestal rozando las
nubes o por encima de ellas cuando las hay; alto, alto, alto como ningún otro
punto en estas tierras en las que si habláramos de elevaciones… de sentimientos
es posible encontrar quizás hasta más altura y en cualquier rincón de esta
esquinita Ibérica que se tercie; la sensibilidad, espiritualidad, sentimiento,
religiosidad y hasta el misticismo y la idiosincrasia de esta gente, por
no decir: cierta flema, aplomo y
sensatez como resultado de esa mezcla, en los que habitan estas tierras y que desborda
cualquier medida dando muestras de su aparición donde haga falta y sin previo
aviso; Galicia es tan especial como original y tan suya como aquello que ofrece
con tanta generosidad y hospitalidad a cuantos hemos llegado a descubrir atisbos
de lo que encierra.
Allí en aquellos llanos, altiplanicie en las faldas del pico Trevinca
(2.127 m.) en el “Miradoiro das estrelas” en el límite del Consello de A Veiga,
donde pasamos buena parte de una mañana de los primeros días de este 2.019 que
estrenamos, con la mirada y el ánimo
puesto sobre el impresionante horizonte donde destaca entre otros muchos, la silueta de esa “pirámide” majestuosa y
granítica reina de todos estos contornos y dominando cuanto rodea, incluido esa
preciosidad de paisaje y perteneciente ya a la provincia de Zamora, como son A
Tablilla das Lagoas; hasta allí subimos desde A Veiga, entre esos bosques donde
es posible cruzarse en un visto y no visto con algún corzo, jabalí y hasta lobo
por las inmediaciones; tierras cargadas de historias, de lloradas ausencias y
retornos con “doctorado”, de dureza, coraje, trabajo y que a poco que uno se
fije o escuche es bien palpable
¿Qué no tendrá el lugar y su gente que dieron
se cita por estos contornos junto a “bandoleros” o “maquis” por mor de una
resistencia a la claudicación, no consintiendo la ofensa ni el avasallo de
nadie… ?
¿Se escucharía desde estos altos el griterío
de una Galicia en pie y sacho o cuanto tuviese en mano, jaleando a sus
convecinos en la lucha de aquel Ponte Sampaio, para expulsar a tantos que junto
a Napoleón quisieron usurpar lo que siempre fue suyo, echándolos antes que
nadie (como en Cádiz) fuera de Galicia?...
Interminables historias y luchas contra el medio de donde han sabido extraer
y crear un modo de vida… y aquí estamos,
observando y aprendiendo cuanto nos rodea, entre pontes, muiños, refugios,
lindes o casas trabajadas en grandes y pesadas piedras a base de mucho
conocimiento y dominio de canteros anónimos en su mayoría y que es posible
encontrar por cualquier rincón. La aldea de Ponte, que tiene unas muestras
extraordinarias de este tipo de construcciones, donde es posible apreciar un
arte y oficio, anónimo en la mayoría de los casos (aunque existen marcas de
cantero…) digno de estudiar con detenimiento pues esto no debería ser “normal” dejarlo
como “curiosidades” que uno ve por los pueblos o aldeas de cuando viaja; esto
es de un valor y una sapiencia del que se aprende. Luego pude apreciar otras
muestras bellísimas en muchos lugares, como en El Bolo o Carracedo, donde quedé
sorprendido por la misma cuestión y según iba abriendo el radio de visitas y
observaciones, fueron muchas sorpresas deliciosas que han hecho un viaje
entrañable y extraordinario que como los anteriores, no olvidaré. Xares, Corzo,
Valdín, Baños, Requeixo, Edreira, Meixide, Lamalonga, Espiño, Curra, Prado, San
Lorenzo, Casdenodres. A Veiga, Castromao, el Alto de Penouta… y otro ramillete por la ladera de frente a
donde pernoctamos, como son: Carracedo… otra vez sí, precioso rincón del que
salí encandilado; Pradolongo, Cobelo, El Bolo, As Ermidas, Viana… enormes “flores de piedras” que quizás
perdieran sus pétalos con la erosión y que son los bolos originales de estos
encantadores paisajes; agua, regueiros, riachuelos, charcas, mucha agua; vacas
en prados que nos miran al pasar con enormes ojos de bondad y nobles mastines
que las guardan; castaños, robles, avellanos; sembrados de chimeneas “fumando”
sobre el negro de la pizarra y paro de contar porque son tantas “estampas” de
lujo que anda uno desbordado y serían incontables.
Montero Bermudo, empezando 2.019
con ánimos viajeros
No hay comentarios:
Publicar un comentario