Mi pasión por Velázquez
Como un río de refrescantes virtudes
pictóricas, mientras cruza el soberbio ropaje, zigzagueante cae adaptándose a
los pliegues bellamente construidos y bajo el bastón de mando de general de
todas las guerras, queda proyectado ese reguero carmín traslúcido donde la
atmósfera quedó prendida y, mientras envuelta en el aire existente, donde el
que observa se recrea anonadado, florece con más fuerza y luminosidad, ese rosa
violáceo con reminiscencias venecianas de un tiempo en aprendizaje, donde
Tiziano y su mundo, dio color y forma a carmines y azulados que eran escuela de
aquellas lagunas. Entronques de una raza, donde bisontes rojizos en profundas
oquedades y que fueron y son reliquias de un mundo lleno de hispanismos, más
luego de tantos siglos transcurridos parecen que son hermanados aquí, con los
más puros conocimientos estéticos y coloristas, de una Venecia de mar y luz
como ninguna.
Entre el virtuosismo de magistrales
pinceladas, donde la elaboración en un cálido rosa, crea pliegues con maestría
por unas manos y conocimientos difíciles de calibrar, la sensación del que
observa (yo) queda hasta paralizada, por no irme quizás, por atrapar el momento
de éxtasis al que uno cree llegar, por no perder la oportunidad del disfrute de
tanto misterio, para no olvidar por un tiempo (el más posible) lo descubierto
aquí y no es casual que ante el artista más grande que dio la pintura
universal, se sigan descubriendo “rincones” cada vez que te acercas a su obra.
La mano del personaje retratado en
cuestión, queda tapada como un misterio a resolver, por ese gran pliegue de
primer término, la misma que sujeta poderosa ese bastón de general de la
guerra, el mismo que en decaimiento circunstancial y pensativo posa sentado al
filo del lecho, donde quizás fuese sorprendido… ¿Andaría cerca aún Venus? Esa diosa con la
que tuvo amores reconocidos y descubiertos…
¿Sería Vulcano en venganza quien aportara el desánimo con su correctivo
al “destape” del asunto en cuestión?
La magistral “mancha” de sombra a la que
aludo en mis observaciones, queda al margen de historias y alusiones
mitológicas que, si bien fueron perfecto motivo con el que acometer la
representación pictórica, como a mí también, nos preocupan menos y aquí lo que
nos mueve son los propios intereses de una técnica insuperable a la que supo
llegar Velázquez, entre otros, en este Dios Marte que he vuelto a ver esta
mañana en Caixa Fórum de Barcelona. Montero Bermudo. Noviembre
de 2.018
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