Eterno recuerdo y agradecimiento
a mi primo Juan Antonio.
“in
memoriam”
Por mi puerta la vi pasar ¿El destino, una
llamada de atención, el momento de la respuesta a una eterna petición, un
comprobante o verificación, un examen a mi causa, una prueba a “mi verdad”,
cosas curiosas que pasan… o una
casualidad?
Ilusionado y sin dudarlo me adapté
al momento, no había nada que pensar; transcurrido tanto tiempo, tantas cosas
quedaron por medio y tan enorme se había hecho el misterio, que lo más cercano
en el criterio era olvidar, refugiarme en la “llamada” y no mirar ni para
detrás. Sonaron cornetas de primavera, como ya casi no recordaba y los sueños o
“manías” de un tiempo de juventud, además de realidad se tornaron alegrías y
por aquello que de chico soñara lleno de pompa y plenitud, ante mi puerta pasó
aquel día. Era lo “casi olvidado”, porque tantos años pasados, el desengaño y
la contradicción; el tiempo de por medio acumulado, tal montón de “ahora no, ya
veremos, ahora no…” que cualquier proyecto, plan o intención; los kilómetros de por medio, el
aislamiento y la desconexión, casi llegó a borrar la creencia de una posible
realidad, que me pusiera en los sueños de aquella vieja aspiración y, vérmelas bajo un paso, con mi faja y mi costal
e imitando como tal, al que me engendró…
¡No se podía pedir más!
Quizás fue mi última oportunidad, a
muy pocos de los cuarenta y cuando no lo esperaba ya, aquel “montón de bonanza,
de fe y de humanidad” y al que dieron por nombre: Juan Antonio Rabal, se cruzó
en mi camino, iluminó mi destino y sin pedirme “ná”, aquella noche en Puerta
Palma, además de su amistad y teniendo como testigo ¡Una vez más! “… a ese
Cristo de mi infancia a ese “Clavel sin arrogancia” que con su “gitano andar”,
porque su gente lo esperaban se metió por Zamoranos caminito de su arrabal y
yo, como “otro gitano más”, en la que ahora es mi puerta embobado como
entonces, cuando mi padre lo portara ¡Ay resistencia de bronce! allí por mi constancia, empecinamiento y fe, encontré
la recompensa: mi “Corona de laurel” … “ me abrió las puertas a un mundo del que no he
de renegar, porque viví lo impensable, años de esperanza, ánimos y fantasía y
aunque ahora con cierta apatía me sienta desengañado, frustrado y algo más, me
queda su memoria, su enseñanza y orientación para pasar el “bache” de estos tiempos
de confusión y una eterna gratitud, porque fue mi mejor amigo y del mundo que
conocí, a los que Él me unió, quedan muchos con “pedigrí” y plenos de grandezas, más un cúmulo de virtudes que vale por toda
simpleza… amigos que tengo y tuve, más
otros tantos que también desunen.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí,
agosto de 2.018
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