En “El Pirula”
… “Do mollete serrao”, dijo
el camarero haciendo un gesto de inclinación y de asomo por la ventana de la
cocina que da a la barra del bar (a mí no me gusta que lo abran y lo tuesten
por dentro, esto es estropearlo y él, con que se lo pidas la primera vez, ya no
se le olvida) al tiempo que, sin parar, iba y venía de un lado a otro sirviendo
y recogiendo “material”. Mientras una larga y extensa barra, “con más tiestos
que la orilla del arroyo allá por Puerta Osuna cuando se montaban la feria en
el siglo pasado” se renovaba, llenaba y vaciaba a dos manos casi por arte de
magia … ¿Do con lesshe y manteca colorá?
Comentó dirigiéndose a mí, con toda la
amabilidad del mundo y una prestancia, agilidad, agrado y destreza (nada de ese
servilismo caduco y no de fiar que muchos usan) digna de reseñar y valorar. Yo
asistí con un gesto con la cabeza y embobado, sin salir de mi asombro (y eso
que lo veo cada vez que me acerco a desayunar por ahí por “El Pirula”, pero a
estas cosas por destacar no se acostumbra uno) de pie junto a la barra, porque
acostumbro a llevármelo a la terraza por aquello de ir con el perro, esperaba
mi turno pacientemente (un momento porque la rapidez es la norma) disfrutando
del espectáculo que este hombre ofrece con su saber hacer y dedicación.
¿Nadie acostumbra a decir cosas de
estas o yo no las escucho? Trabajadores con este oficio y capacidad no es lo corriente
y si criticamos: lo puercos, desaliñados y faltos de todo conocimiento y a
veces de ganas, en lo que hacen muchos, es justo declarar (en su medida) ante
los que no sepan apreciarlo, que esta persona, a diario en su puesto de trabajo
da una lección de honradez y entrega, demostrando cómo y con qué honradez se
gana su pan. De ello nos beneficiamos los clientes.
Hace ya mucho tiempo que cada vez que voy, le pago la consumición y
mordiéndome la lengua, me salgo diciéndole como mucho: gracias y adiós… siempre
me quedo al despedirme con el deseo de decirle algo más… cortedad, vergüenza… piensa uno que quizás no hay que
extralimitarse y que seguramente son cosas o exageraciones mías. Hoy, aquí “escondido”
y delante de mi ordenador me “explayo” y desahogo diciendo lo que hace mucho
que pienso y quedo algo más ligerito con mi conciencia porque es de bien nacido
aquello del agradecimiento.
Gracias Julián (creo que es tu
nombre) ecijanos como tú, al igual que ese recordado jefe que tuviste, hacen
también mucho por Écija y corremos gente por esos mundos, nacidos ahí (yo en
Cañatos) que además de mirar las torres, palacios y los molletes de la Conchi,
entre tantas virtudes más, nos damos cuenta de la valía de camareros como tú.
Con todos mis respetos. Un
cañatero
Montero Bermudo.
San Juan Despí 1º de Julio
de 2.018
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