El
canto de los pájaros
“...Fuera,
en el capitel de la columna, tenía mi padre sujeta por una puntilla
una jaula con un canario, al que le daba libertad todos los mediodías
cuando venía del trabajo, luego, él solito se venía a dormir a su
sitio y hasta el día siguiente. Y junto a la basa de la misma un par
de macetas de mi madre.
Teníamos
también un gato que vivía con nosotros, pero cuando nos
fuimos de la casa no aceptó la mudanza y sin decir ni adiós
se volvió a Cañatos, desistiendo mi padre de obligarlo
nuevamente por respeto y por lo muy suyos que son ellos en sus
cosas... “
Así
contaba en una de tantas en las que apunto con el “boli” (ahora
generalmente en el teclado) cosas o pasajes de mi vida. Me enseñaron
desde chiquito el respeto debido por todo, incluido los animales, las
plantas...
A
lo que iba. Desde hace una temporadita, un vecino con el que linda
su balcón y el mío, ha colocado unas cuantas de jaulas con
jilgueros y algún canario, de ahí el comienzo de estas lineas y que
el momento me lo recuerda. Cada mañana, anticipándose al
despertador, lo hacen ellos con sus cantos y me avisan que viene el
día y que el otro está a punto de fastidiarme el oído; es algo
agradable y bello “amortiguar” con esa anticipación el
chirriante, molestoso y mecánico sonar del aparato sobre la mesita,
por muy “dulce” que selecciones el tono del susodicho. Andan
cerca, pues tengo la cabecera junto a la ventana y de ahí a donde
están colgaditos ellos no hay más de un metro; poco a poco van
elevando el tono y multiplicando las notas al mismo ritmo que yo me
despierto y los voy escuchando con más nitidez.
Buscando
la poquita luz que se proyecta a través de algún que otro
agujerillo de la persiana sobre el techo de mi dormitorio; con las
sábanas sujetas en dos puñaditos al filo de la nariz y asomado al
mundo mientras aparece de nuevo, me recreo pensativo contemplando el
auditorio en el que se va convirtiendo mi cuarto, donde ni acomodador
falta, que para eso anda mi perrita dando rodeos a la cama, entrando
y saliendo una y otra vez... y presto atención al discurso,
conversaciones o cantos y que lejos de entenderlo, me conmueven y
hasta me emocionan mientras escucho. He comprobado cierta alegría en
muchos momentos sobre lo que me comunican, pero hay otros que quizás
deduzca cierta queja, melancolía y hasta protesta ¿Se lamentaran de
la ausencia de libertad donde se encuentran? ¿Se puede vivir
“alegremente” en un habitáculo de esas dimensiones? Yo pienso
que no es el lugar ideal ni por mucho alpiste que te proporcione
quien te somete a ese encierro, es como si a uno viniera el
“telepizza” con la moto todos los días a traerte el “pienso
pagado”, o la “sopa boba”, quitándote la preocupación de
buscarlo, pero te obligaran a permanecer toda tu existencia en un
recinto no más grande que una furgoneta y el caso es que además,
éste, como tantos de los que se dicen gustosos de los pájaros,
envuelven dichas jaulas con un trapito para que no se vean con los de
las otras jaulas... ¿Dónde andan tantos defensores de la
naturaleza que no arremeten contra esto también?
A
mi me gusta escucharlos por las mañanas o a cualquier hora, pero
quizás si se posaran sobre la baranda o hurgaran sobre los tiestos
de las macetas mientras cantan, su canto sería más parecido a las
golondrinas y demás pajarillos que me despiertan en Écija cuando
voy, allí se mueven por los tejados y los tendederos del patio a
plena libertad.
Nos
conformaremos y no lo diremos muy alto, no sea que se haga de un
perrito, que ya lo hizo una temporada y me lo dejaba amarrado con una
cadenita dentro de una caseta de plástico y se pasaba las horas
entrando y saliendo arrastrando el atadero metálico toda la noche,
lo mismo que un penitente de los de antes.
Montero
Bermudo.
S.
Juan Despí, matando el tiempo por no escuchar las pamplinas de los
políticos que andan por la tele...
12 de Mayo de 2.018
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