COSAS DE LA MILI
Volver a vivir con los
recuerdos, aunque a veces y según el tiempo pasado, chocan algo o
bastante las cosas vueltas a ver, que las guardabas en la memoria.
Hoy, me pegó un pellizquito
en el estómago una llamadita por teléfono que recibí, era un viejo
amigo o “compañero de fatigas” de los que hice, allá por
tierras jacetanas, cuando cumplíamos con los deberes patrios. Fueron
quince meses nada más, pero en unas circunstancias y con una edad
que marcaron tanto, que esta mañana, después de escuchar su voz a
través del aparatito, me pareció verlo de nuevo con su corneta,
saliendo al gran patio de la Escuela Militar a tocar ”Diana
floreada”, junto con Valero Esteve y alguno más, en días que se
anunciaba nuestra licencia.
Sólo han sido 45 años de
aquello que uno vivió, por obligación y sin posibilidad de
escapatoria, obviamente con sus malos ratos, que fueron los más y,
con muchos también de bonitos, porque aquello fue una aventura a lo
grande, la primera que a solas me las veía y de la que dependía de
mi mismo, ya era mayor de edad y de todo respondería.
El amigo Baltueñas, que así
se llama este muchacho en el zaguán de la jubilación, como tantos
de aquella quinta y algunos que ni están ya y, eso es peor, me
ofrecía la idea de que nos viésemos los que pudiéramos con el fin
de echar un día de charla y recuerdo “en vivo”. Junto con
algunos otros que, de vez en cuando, se ven por la zona donde él
vive; han comentado unas pocas de veces, según me cuenta, que no
estaría mal si ello fuera posible, pues tienen ganas de que nos
veamos las caras. Haremos, por mi parte también, esta idea de todos
los que podamos y de aquí a finales de Mayo, a ver cuántos somos
capaces de acudir al encuentro.
Con la nebulosa del tiempo
transcurrido, poquito a poco se va perdiendo nitidez en buena parte
de la fisonomía de muchas cosas, pero no de todas y menos, en
personas con retentiva y memoria entrenada entre las que me puedo
encontrar. Fue una época feliz y agridulce al mismo tiempo, de
ilusiones, novedosa y con una enorme carga de fe, pues además de la
“fortaleza” y juventud, había un proyecto en su inicio
“interminable” y a largo plazo, todo estaba por hacer y sin que a
uno le faltara diente en boca, la vida esperaba a ser comida.
Unos pocos de cientos más y
en circunstancias muy parecidas, todos a una (no había otra) pasamos
aquel “experimento o proyecto hombre” como examen de ingreso a
la mayoría de edad. A partir de entonces y una vez abandonado el
“destete”, ya éramos “libres y autónomos” para bien y para
mal, lo que se decía como: “hombres de provecho”; la sociedad y
España contaba con nuestro aporte a lo que fuera y por el bien del
país, hoy somos unos “mindundis” o sea algo menos que entonces,
pero lo sabemos.
Experiencia que nos llevó a
conocer gente fuera del circulo acostumbrado y parajes también
desconocidos; todo ello sería un bagaje de experiencias que hoy,
tantos años después, aún queda el regusto de recrear la memoria en
aquellos amigos y lugares, volviendo a vivirlo aunque sea en un
suspiro.
Allí quedarían aquel otoño
del 75 un mundo, ahora ya medio conocido, donde a la carrera dejamos
atrás, sin darnos cuenta que pronto se iba a convertir en punto de
encuentro para la memoria de una época muy especial y a la que se
añoraría por razones de lógica... los 20 años... los paseos por
la calle Mayor de Jaca, las tortillas de La Abuela y las jarritas de
vino y la parrilla de La Fragua, La Gruta y el camión del Banegas;
la fantástica visión de esa mole impresionante de La Ciudadela; La
Catedral y los “Besitos de Jaca”; la pista de hielo y la piscina;
la silueta de La Peña Oroel, El Rapitán, el Puente de San Miguel y
el rio... y Castiello, Villanua, Canfran y Candanchú... y los
amigos, muchos de los que nunca más supe, pero a los que recuerdo
con cariño.
Mucho frío en las garitas por
las noches de guardia, con la mente puesta en los de mi casa y con la
idea ya fija de llevar a la novia a que viera mi pueblo... frio que
nunca había pasado a ese nivel, saliéndome sabañones mientras
pintaba en los comedores y que yo nunca había tenido ni he vuelto a
tener. Recuerdos de “mi Capitán Topete”, del que tuve la
oportunidad de aprender algo de pintura y entender mejor la
disciplina, durante los seis o siete meses que hice de ayudante en
los murales del comedor, allí además conocí a una persona
entrañable, militar mutilado trabajando en la obra de dicho comedor
y con la que pasé muchos ratos buenísimos de charla y
aprendizaje... Cirilo Galvez, Caballero legionario que a cuestas
con las vivencias de una guerra entre hermanos y que fue lo peor de
su vida, según me contó, aún se cubrió de “gloria” en las
frías tierras rusas, defendiendo sus amores patrios allá donde les
llevaron aquello ideales de su inocente juventud. Sus sueños de
libertad los defendió brazo en manos con su Mausel, junto con tantos
de los nuestros que se vieron en aquel infierno helado, formando la
250.ª División Española de Voluntarios, conocida por todos como
División Azul... me contó su vida, la guerra que luchó aquí y
la parte que le tocó en Rusia dejándome unos recuerdos que nunca
olvidé.
Todo eso y un montón de folios
más, contando lo que se me viene a la memoria, serían necesario
para apuntar, pero quede aquí estos renglones y otro tanto para
final de mayo con los que tenga la oportunidad de verme, allá en
Berga, donde me citan.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, a primeros
de marzo de 2.018
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