El retorno soñado
Veinticinco años
después de algunas de mis primeras notitas en aquella entrañable publicación
que editara por un tiempo, no demasiado largo, aunque sí: fructífero,
“enseñador” y bonito, la Casa de Écija
en Cataluña con el nombre de “El Puente” y que recientemente recordaba en uno
de sus programas Écija Comarca TV, por
cierto, de forma “incompleta”. Lo viví en “directo”: la historia en sí de aquel
evento (el de la Casa de Écija y el conjunto de sus actividades) y el citado
programa televisivo, tantos años después.
Como decía,
revisando cositas de aquellas publicaciones, releo en una de las primeras,
escritas allá por el 92, cuando contaba, una vez más… a lo largo de estos
cincuenta y tantos años serían reiterativas, soy un pesado… algo sobre el tan soñado “viaje de retorno”.
Sigue vivo e incesante, constante e imperecedero; poco ha cambiado tal sueño,
aunque las situaciones varíen a lo largo de los años.
Decía: tras la
entrada “triunfal”, a pie, por mitad de
La Puente que cruza el Genil, cara a
Sta. Ana y sus palmeras y al son de “Paquito el chocolatero”… ¡Ay! El sentido del humor que tanto de feo tapa y
que en la mayoría de las veces es buen recurso, para dar algo de dulzor a lo
amargo.
El tiempo corre
en mi contra y ahora ya dan miedo algunas de las aspiraciones, aunque siendo
consciente, solo se trataría de una “puesta al día” y aceptación de lo que no
podrá ser. Queda mucho, bastante, porque uno es joven (por lo menos de
espíritu) y habrá lugar a resolver infinidad de proyectos que andan en pie
desde chico. Pintar y dibujar sobre todo y apuntar en forma de renglones cuanto
mi alma sea capaz de descifrar; “comunicándome” ahora sí, con mi tierra y mi
gente cara a cara, sin intermediarios. Hablarle, contarle y preguntarle por
tanto como me perdí; llorarle y reírle a cielo abierto mirando a los ojos a
quien siempre quise… mi cuna, que es
ÉCIJA y que entre sueños, la escucho que de modo continuo sigue llamándome.
Cuando
próximo para mí, ese periodo en el que a los “torpes y desgastados nos retiran
de la circulación”, esperemos que en lo físico el cuerpo responda,
permitiéndome pasear cuando menos por
“el ruedo”, que son las tierras cercanas a la ciudad y entre brochazos y
garabatos o “pirujatos”, en sus descansillos o momentos de “respiro”,
pueda hacer acopio de algún puñado de
collejas, berros, tagarninas, espárragos o “cardos arrecife”.
Los recuerdos de
las cañadas, arroyos, barbechos y padrones que en mi mente perviven, me traen hasta
el olor y el aroma del campo, de esa bendita campiña por donde aprendí entre
terrones y sembrados a andar. Entre olivares y rastrojos; circundando huertas a
orillas del río impregnado del salitroso aroma de los tarajes; pisando el limo
y respirando profundo el inigualable olor a “granás”… esos
“caprichos” que ofrece la naturaleza y que en la privación de tantos años aprendí su alto valor
y que ahora, si Dios lo permite, quisiera disfrutarlos, aunque sea de vez en
cuando in situ y en su hábitat… donde
mejor saben y porque creo tengo derecho.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, noviembre y en puertas de un retiro,
2.017
Muy bonito Rafa
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