Esta
situación remueve tristezas.
Desde el primer momento que llegamos por estas
tierras, aquí algunos lo pasamos muy mal, ni era lo que nos pintaban, ni
siquiera lo decidimos, fue impuesto por la situación y a los de poca edad ni
nos escucharon.
Veníamos
en condiciones deplorables y tardaríamos en levantar cabeza, pero con esfuerzo
y resinación medio lo conseguimos. Horas extras, destajos, noches, fines de
semanas… todo se convirtió en trabajar,
en un cambio y una lucha personal y
colectiva por salir del “pozo” y si bien es verdad que superamos la prueba, no
es menos cierto que hicimos “nuestra gran inversión”... Cuanto pudimos. Hoy los réditos son
discutibles para unos pocos, pero aún y
así no es lo menos malo. Hay cosas peores o más dolorosas y que no sabemos
hasta donde avanzaran.
Los tiempos que corren, nada halagüeños,
me hacen pensar, quizás demasiado, en lo
que muchos creen más que superado. Yo tengo mis dudas.
Los de abajo siempre fuimos “carne de
cañón” y en la “guerra” particular que libraban desde tiempo inmemorial, los
del poder y quienes tenían acceso a tantas prebendas y ventajas (nunca estuvieron satisfechos) íbamos
boquiabiertos, pero contentos, a la “trinchera” donde
quisieran colocarnos el “rancho”. Cogidos a la marmita con desespero buscábamos
las más cucharadas posibles, cuando el hambre y las necesidades aprietan, se
agarra uno a la “marmita ardiendo” y ni siquiera notas que te quemas… hay dolores más grandes que disimular.
Después de una vida de: lucha, trabajo,
entrega y de sueños, ves con resignación que todo tiene que resumirse en “lo comido por lo servido” y no hay derecho.
Algunos o muchos pillaron el lado bueno con la cuchara, pero a otros tantos, a
los que no nos comprenden e incluso nos miran con un desaire quienes portan tus
apellidos, nos tocó la parte donde andaban los huesos y
ahora, cuando la edad y la historia particular de tantos, en lo referente a la
productividad laboral, toca en su epílogo
¿Qué ha de hacer uno mientras escucha cornetas llamando a zafarrancho? ¿Renuncias a tu
dignidad, a tus principios…? ¿Recoges y
te vas con “el rabo entre las patas”? ¿Por qué y dónde, si esto también es tuyo?
Con toda la claridad del mundo en mis
ideas y a sabiendas de ser incomprendido por la mayoría, solo me limito al pataleo,
del que tengo también derecho. No quiero males para nadie, mandarle ni pedirle
explicaciones ¡Viva la libertad! Pero
saldré como siempre por mi puerta con la cabeza levantada mirando el día y
saludando con el mejor de los agrados…
aunque algunos ni me contesten.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, 27 de
Octubre de 2.017
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