De aquel San Juan Despi que yo conocí.
Total hace cuatro días, pero así como el
que no quiere la cosa ya son
cincuenta y tantos años. Al
principio hasta costaba algo descifrar el nombre en el remite de las cartas que
mandaba mi padre a casa, la falta de la costumbre de no haber leído nombre tan “raro” de pueblo… y la
capacidad de mi padre para escribirlo, que colaboraba en ello también; esperaba leer Barcelona y nada más, ahí era donde
estaba mi padre con mi tío… mi poca
disposición en entender y comprender ponía
el resto.
Esto ocurría allá por primavera del 63,
él se había venido con su hermano “calentado” por sus primas que ya estaban
aquí y empujado por las muchas “apreturas” que se estaban pasando… ocho niños, poco trabajo, muchas vueltas a la
cabeza y un “run run” diario que se
escuchaba por todo el pueblo: “en
Barselona hay trabaho patormundo”… y
en terminado aquel verano andábamos
todos juntos por estos alrededores.
Vinimos a parar junto a la cementera de la Sansón, casi en el
punto que se juntan: S. Juan, S. Feliu y S. Justo; “Los tres Santos” se llamaba
una gasolinera que teníamos prácticamente en la esquina. Las primas, junto con
otros paisanos del pueblo, vivían en “Villa Dolores” y era frecuente reunirnos con cualquier
excusa y venir a ver la tele los fines de semana al bar, que con ese mismo
nombre, había en la calle principal. Pocos días después de la llegada, bajaría
con mi madre a través de Villa Dolores y la Mossota, por un camino de tierra entre
viñas hasta la estación, para buscar
algo que debían de mandarnos por la RENFE, aunque fue un equívoco y sería por
la de Francia, allá junto a La Ciudadela. Creo que fue la primera vez que entré
por este pueblo, luego seguirían otras muchas para comprar manzanas en las
casitas que todavía existen en la calle del Ferrocarril, junto al puentecito de
medio punto en ladrillos macizos, que daba paso
por debajo de la vía al personal y a la riera. Descubrí pronto los
Belenes de la Ermita del Buen Viaje y cada año los vería, hasta hace poco que
lo cambiaron, colocándolos en un lugar con menos “gracia” y falta de “caliu”
(que dirían aquí); alguna película de
“americanos” en el Guinart y sobre todo, aquellas “incursiones de camuflajes”
por la calle de La Barca o la Riera d´en Nofre a las horas de siesta, buscando el
baño en el río y los melocotones del Marçal o de quien fuera.
¿Qué queda de aquel pueblecito casi
rural en su totalidad, después de estos últimos 54 años? Se perdieron algunas masías del interior del pequeño casco urbano (sirva de ejemplo la de Can Domenech, donde hoy se levanta un vulgar bloque, en el cual resido) inmensas y grandes
con jardines, huertos y muros con setos; mucho del caserío con sabor al XIX y tiempos de república,
quedó finiquitado dando paso a “dormitorios” en forma de bloques: callecitas de
tierra, palmeras y cipreses; en el tiempo se perdieron aquellas rosaledas de
Camprubí en los límites del municipio,
aunque perteneciente al pueblo vecino de Cornellá y que con mi caballete a
pleno campo diera rienda suelta a mis ilusiones paisajísticas; de los bocetos y
apuntes que tomé desde la altura de Can Corts
por encima de los jardines y la
casa de estilo modernista con el telón de fondo de un S. Juan algo más estético
que el que nos ha dejado la “modernidad”;
La altiplanicie de lo que hoy es
TV3, entre pinos, cerezos y melocotoneros, donde los “domingueros” de la
izquierda política a golpe de tortilla campestre y megáfono defendían como una
gran zona verde y que luego cuando dispusieron del mando, llenaron de cemento y
hormigón… la verdad siempre virgen en
estos “salvadores” como siempre lo fueron.
Desde ahí en derredor se
divisaba una panorámica con todo el
valle del río… leyendo el paisaje con
el mar en el horizonte a lo lejos y algo más cercano la bonita silueta de la
parroquia “samboyana” de S. Baldiri rodeada de casitas en un pedestal señalando la población a los pies de la montañita del Turó de S.
Ramón y que corona su Ermita… una franja de casitas entre arboleda, la
estación y el Hospital de Salud mental
en las estribaciones “montañosas”
dominada por la altura de Can Cartró;
continuando con pueblecitos en “fuga” a la vista, como Sta. Coloma,
Torrellas, S. Vicens… al fondo del todo
y en días claros la imponente mole de Monserrat; más abajo, ahora ya y
paralelo al río, la otra fea realidad de lo moderno con el Cinturón del
Litoral, “sembrado” perenne de vehículos y contaminación,
más la vía por donde discurre el moderno
AVE.
El “avance” que nos hemos impuesto es
esto y ello demuestra a las claras cuánto de ignorantes somos los humanos.
Aunque la piedra con la que se tropieza en el camino alguien la aparte, otros
la volvemos a colocar… no aprendemos nunca del todo y hemos destrozado tierras
de labor, aguas y vegetación tan necesarias, más la estética del caserío, cambiándolas
por: asfalto, naves, antenas, coches, isletas y más isletas con sus
correspondientes “moniatos de hierros” a los que muchos llaman arte y bloques
de feo ladrillo y hormigón.
Esperemos que tarden un poquillo en
desaparecer estos rinconcitos que nos quedan por donde paseo con mi perrita y
los huertos y jardincitos con: cipreses,
pinos, palmeras, sauces, higueras… que aún se ven por: Can Po Cardona, Can Pau Torrens, Cal
Alerm, Cal Rey, Cal Codina, Cal Felip…
sigan ahí como “fondo teatral” a mi estancia y disfrute con mi Lola,
junto con otros tantos bellos ejemplos de recreo para la vista y el gusto como
son: Villa Elena, Villa José, Can Negre,
la Casa Rovira, la de Jujol, Casa Serra-Xaus,
la Torre de la Creu… y la propia de la Parroquia con su campana y
la antiquísima Ermita del Buen Viaje que ahí está en medio de todo como ejemplo
de humildad y harmonía con todo lo que llegó.
Montero Bermudo.
S. Juan Despí, con los calores vencidos de un verano que ronda
finiquitar. 2.017
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