Écija, “tierra
de calores”
“Gaspaaaaaaaa, ¡qué diíta llevamo! hoy san
dao en Ésiha sinco minuto dafisssia… hasta
lo gorrione san caío de lo sarbole fritito”.
Con
estos comentarios, hechos a cierta distancia y por ello en un tono elevado, o
sea a voces, apareció uno cruzando por medio del melonar, mientras se dirigía a
nosotros: resoplando, haciendo gestos de
sofoco y quitándose la gorra a dos
manos igual que espantando avispas, como si viniera por encargo a traernos el
parte meteorológico y una crónica de las consecuencias de la jornada en el
pueblo ¿Pensaría quizás que nosotros
vivíamos allí dentro de una vitrina con
nieve?
Sería
sobre final de julio de aquel
caluroso verano del 60, nada, nada que “envidiar” a este que nos
ronda y era también de los que llamaban de “pronóstico” o “de pipa armendra”;
mi abuelo y yo andábamos aparejando la mula delante del chozo, porque mi abuela
y mi tío ya hacía un ratito que salieron por el medio del sembrado cortando “el material” para el día siguiente y yo era el encargado de
ir recogiendo.
“Este viene a que le de algún
meloncillo”
. Me dijo mi abuelo en voz baja -
mientras desde la carretera, venía
a nuestro encuentro aquel a quien yo no
conocía, pero mi abuelo, por lo visto, sí.
“¿Qué vamos asé Curriqui? Está to mu malamente repartío y la criatura
se la buscan como pueen, parrimal le
argo a lo niño.”
Por supuesto mi abuelo, después de
saludarlo le dio un par de melones y aquel hombre se marchó camino del pueblo... con algo menos de “calor”.
Para hablar de la “grandeza” de mi abuelo, necesito bien poco, solo con
recordar algunas palabras sueltas o consejos de Él y que
los guardo como tatuajes por la cara de dentro del pellejo, serían suficiente.
Eran tiempos muy malos y de apreturas… de los que dejan huella y no solo por el
calor. De esto hace ya algunos años, aunque
a mí me parece que fue la semana pasada y cuando salen conversaciones
entre unos y otros, haciendo referencia a las altas temperaturas que se dan por
estas fechas en Écija y sus contornos (ayer en Posadas 490, según me informaba mi amigo Hidalgo y hoy por Écija veo fotos de
termómetros con la misma temperatura) no puede uno sujetar la imaginación y la
película: “Mi vida, que
no la de nadie” se pone en marcha… vamos
a lo de “la caló”, que es a lo que iba.
Siempre fueron malos y sufridos los
extremos y Écija en la temperatura destaca hasta coger fama. Por aquellas
fechas, con el mercurio a niveles más o menos como los de ahora, pasábamos los
veranos, sin playas, sí, sin acercarnos a Benalmádena ni a Fuengirola ni a ningún sitio de esos tan frecuentados hoy en
día por buena parte de ecijanos; muchos no habíamos visto ni el mar ni sabíamos
de esos lugares; el baño de lata galvanizada puesto en el patio a la hora de la
siesta, el río, el Barrero o la alberca de “Curro el cojo”, poco más. Las
cositas frescas eran las que poníamos al pozo, no teníamos frigoríficos y el
aire nos lo echábamos con abanicos, no había ventilador ¿Agua? Agua había que hacer, no pocas colas
en la fuente para traerla en cántaros o cubos de lata y no es que no existiera,
que había manantiales, pozos y el río, pero
el “grifito interminable” que tan poquito se valora hoy dentro de las
casas, solo estaba al alcance de algunos
pudientes y las fuentes públicas claro.
Después del martirio o la penitencia
que cada uno sufriera en la jornada (el horario, las condiciones, así como el “ritmo y el compás” lo marcaba el señorito
o el manijero) lo que quedaba era el paseíto por la “Calle Nueva”
para los mocitos y mocitas… el cine de
verano, la plaza de toros y algunas verbenas que se dieran; el dulce, el
helado, los chochos, las “arvellanas”, el cigarrito “liao” o las pipas, cada
uno y ello sujeto al “poder económico”; la puerta con la silla de enea para los demás.
Y como colofón a todo, cuando ya no quedaba más remedio que acudir al “catre”,
un colchón de sayos de mazorcas te esperaba
en un caluroso cuarto, donde un ejército de chinches hacía horas que tenían “la
mesa puesta”.
Montero Bermudo
S. Juan Despi, 23 de Julio de 2.017
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