¡¡Ohú que caló!!
Un silencio “escandaloso” deambulaba entremezclado con los aromas a
pies y a sobacos por todo el aposento,
nadie se movía, si acaso un jilguero al filo de la ventana que viéndolas venir desde
dentro de su jaula, suspiraba por lo bajini de vez en cuando con su piteo.
Hombres, mujeres y niños, la abuela, el perro y un gato roncaban a patas sueltas cada
uno distribuidos por donde a media noche les pilló Morfeo; tirados como
guiñapos, más que echados a propósito, al mismo borde del coma y traspuestos,
dormían tan profundos que no medían el tiempo ¿Pa qué?
Tres o cuatro churumbeles como ranas
por el pasillo nadaban entre sueños por la charca del frescor de la solería, la
abuela estrellá en la hamaca junto a la ventana con las piernas estiradas, la
boca de par en par y los brazos como
Jesús entre los ladrones, aún sostenía
un abanico que palpitaba autónomo
haciendo intentos de sacudidas como el pulso del riego sanguíneo, dos o
tres mujeres repartidas por colchones en los suelos de los cuartos y como nadadoras
de competición posaban para una instantánea, quedándose quietas y el machote de
la casa, a to lo largo del balcón con la moto de dos tiempos al ralentín, entre acelerones y acelerones resoplaba con la cabeza entre macetas soñando
con el mes de enero; el perro, junto a la aldaba de la puerta, maldecía su
cierre mientras su “natural enemigo”, hacía equilibrios sobre el pasamanos de
la baranda mirando al suelo con desprecio.
Como viejos y fatigados serruchos se escuchaba
el runrún en lo que era todo, menos una carpintería; silbidos secos y finos
cual suspiros de ángeles cantores y “cateados” se fundían en la atmósfera y a la
irónica chicharra que criticaba desde su escondite, entre dientes se le
escapaba:
- ¡lalesssshecanmamáo! Que levantaran
hasta el papel pintado de las paredes con to ese flete y por la siesta me ponen a mi
como un trapo por ná –
La noche anterior en su desespero quedaron
lacios, que no dormidos viendo la tele, el viejo ventilador lo habían tirado un
tiempo atrás, porque a modernos no les iba nadie a echar la pata por lo alto,
pero la cruz les dio la cara y para más desdicha, el infortunio trajo averías al “Michubichi”
(se había quemado o derretido de tanta marcha) y el calor, que como un río coge
su cauce en cuanto el verano se pone por
medio, se había desbordado en aquella “Cívitas Solis, vocabitur Una” “… y
saltar vieran de tu entraña pía, tanto
sol que la tierra anegaría, hasta llenar de luz la misma noche.” Así lo vio D. Eugenio d´Ors y a
ellos los pilló “poéticamente en Babia” y desprevenidos y lo último que podrían recordar antes de
encontrar resuello, fue el saludito con cachondeo de ese fresquito al amanecer:
Aire, aire, le le, pom pom.
Aire pasa, le le, pom pom, aire nuevo, aire fresco pa la casa… hasta perderse por
los tejados del caserío dejando inertes al vecindario y a la espera en ná, de
otro día de campeonato que se ve venir.
Montero Bermudo.
Riéndome de la caló
mientras veo el desespero de tanto moderno. Junio 2.017
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