La vida, ese
“Tren de la bruja”
Subido
en “El tren de la bruja” en esa llamativa e intrigante atracción de feria en la que está compuesta la vida, ahí anda uno encaramado viendo cómo se entra en el túnel; dando
vueltas, se vuelve a salir a la luz, la alegría, el sobresalto… de la
risa se pasa a la oscuridad y entre la emoción y los escobazos de nuevo aparece
el colorido ambiente festivo – ruidoso, donde
el entorno es de risa y jolgorio para la mayoría (en
apariencias) salvo algún que otro que dentro de su mundo aguanta estoico su
drama y aunque ande en el mismo recinto feriado (la inercia de la propia
existencia ahí lo transporta) no concurre de lleno; no participa, ni en
realidad su situación anímica personal le permite hacerlo más, quienes le
rodean, andan tan distraídos e
interesados en su particular disfrute que tampoco les resta tiempo por la molestia de repartir
diversiones; cada uno que se apañe y coja lo que pueda ¡esto
es la vida! O la misma jungla, que lo
mismo es, da igual, total...
Introducido en su particular burbuja
o problema dándose cuenta, si, de que a otros, ese mundo festivo les causa alborozo y suficientes alegrías, las mismas
que les proporcionan entretenimientos en
buena medida, como para olvidar otros trances que, apartados del momentos
existen y les incumben; pero tienen fuerzas y ánimos para sobrellevarlos. El
ser humano dispone de unas capacidades infinitas y resuelve situaciones imposibles adaptando
posturas camaleónicas, a veces de forma
inconsciente, pero que les ofrece la
oportunidad de no “ser visto” y pasar desapercibido ¡Lástima de esos otros! De los que no
disponiendo de esa capacidad “pigmentaria”, se les ve.
Así es la vida y a más de uno, situado en la linde de las vías de ese “Carrusel
del terror”, donde aun estando, ni participa ni se ausenta y que en momentos les pueda
asaltar el deseo de pasar a la acción y convertirse como uno más, dentro del
“juego”, pero haciendo de bruja y con ello, soltar todo tipo de escobazos y
desahogarse, si no riendo, si descargando contrariedades acumuladas y
pensamientos impuros.
¿Quién tiene la culpa? “La calle del Infierno” la pone la sociedad, como un “respiro” entre
Carnaval y Carnaval, para hacer de uno mismo componente no aislado y aunque la fuerza de los escobazos y el “cachondeíto” de la concurrencia no consiga del todo, darle a la boca forma de
luna al pie de Inmaculada, por lo menos que sirva de lucha hacia esa utopía que
la fiesta nos pinta, porque en realidad la alegría también existe.
Montero Bermudo.
Casi al final de esta primavera del 2.017.
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